31 de marzo, Domingo de
Resurrección. Ya cantan las alondras en las lomas de El Chopo
y algún ruiseñor en las laderas del rio. Un resplandor tenue disipa tinieblas.
Clarea el día. María Magdalena – el amor tiene cosas así – ha sido la primera
en llegar. Se lo temía. Estaba segura. Se azora. Increpa al hortelano. “Si has
sido tú, dime ¿dónde lo has puesto?”.
- María…
- Maestro.
Jesús ya no está en el
sepulcro. En palabras de San Pablo a los corintios, el pueblo de las llanuras
de Acaya al sur de Macedonia: “sin la resurrección de Cristo vana es nuestra
fe”. Alfa y Omega; principio y fin.
Cristo, ayer y hoy.
Tiene el Resucitado en nuestra
tierra la majestad y el dolor de un Cristo que ya no es yacente. Resucitar no
es revestirse para ser entregado de nuevo al carrusel de la vida cotidiana ni
al rojo carnaval de la existencia de cada día. Escuchad. Se levanta una brisa,
el Espíritu de Dios sobre los campos, sobre los trigos salpicados de amapolas.
Alfa y Omega, principio y fin. Ya todo es distinto. En el embarcadero de cada vida hay, desde esa
misma mañana que superó a la noche, una barca amarrada. Es la barca de la fe…
Álora no despierta ya al
Domingo de Resurrección con cordadas de latas viejas que forman ruido por las
calles y almireces en los balcones. Lo hace, ahora porque cambian los tiempos,
al son de trompetas y tambores. Sones de música alegre en este tiempo que la
fiesta lo requiere. Acompañado de la misma chiquillería que hace más de dos mil
años, un puñado de años, y siete días más, cantó: “Hosanna al Hijo de David,
bendito el que viene en nombre del Señor”, aunque vestidos con túnicas,
escapularios y enseres de sus propias cofradías, Jesús resucitado recorre las
calles de Álora.
Afirma el dicho popular que
para llegar al Domingo de Resurrección hay que pasar por el Viernes Santo. Se
han consumido etapas. Hay cantos de pajarillos nuevos. Nuestro pueblo se viste
de flores, nuestras calles se llenan con aromas densos y profundos y desde el
río sube, en las noches de abril, que se estrena, ese algo especial que lo hace
distinto porque de ¡Pascua Florida! Felices Pascuas. Aleluya, aleluya…
Pd. Escribo este la relato especial
que pone fin a los Especiales de Semana Santa bajo un cielo entolado y
lluvioso. ¿Qué puede pasar? “No se haga mi voluntad sino la tuya”.
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