26 de marzo, Martes Santo. Como Cristo
Crucificado de los Estudiantes se venera una de las tallas más excelsas de José
Navas-Parejo Pérez, nacido en Álora donde su padre era Jefe de Estación y hecho
artista en Granada.
Se dieron las coincidencias
para que se desarrollase el artista enorme que anidaba en aquel niño que corrió
por las calles de Álora. Granada, “agua oculta que llora”, ciudad donde se
tallaron obras salidas de las gubias y buriles de Alonso Cano, Pablo de Rojas,
José y Diego de Mora… en los tiempos del Barroco; en los que corrieron por
siglo XX, Navas-Parejo, Martin Simón, Nicolás Prados, Espinosa Cuadros…
Navas-Parejo nos muestra un
Dios dormido. La muerte, tránsito, paso desde la vida a eso que llamamos
eternidad y Dios reclina su cabeza hacia un lado. Parece que desde la Cruz
lanza un mensaje: Venid a mi todos los agobiados, todos a los que os pesa
demasiado el camino…
Cuando sea noche cerrada el
cortejo se pondrá en marcha (si el tiempo lo permite) desde la parroquia de la
Encarnación.Transita por la Álora de sabor y raigambre histórica. Primero, la
Plaza, luego, un tramo corto, muy corto – como es la vida, ¿o no? de la calle
Toro; enfila la subida por la Calle Carril.
Luego, campo abierto. El camino
bordea el Cerro de las Torres que corana el castillo en otro tiempo Campo Santo
donde reposaron los nuestros. Enfrente, esparcido por las laderas baja, desde
las faldas de El Hacho el pueblo. Viene a dar, abajo, donde termina el
precipicio y por donde corrió en otro tiempo el arroyo de la Tenería.
Cristo, sobre hombros de gente
joven – Cristo de Estudiantes- unas antorchas y marchas fúnebres acompañan el
traslado. Titilan las estrellas en el firmamento. Echo mano a los versos de
Paco García y rezo con ellos: “Que halle alivio, rezándote el dolor. /Abre
al mundo Jesús tu corazón, / y derrama Señor sobre la Tierra / la gracia de la
paz y el perdón”.
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