3 de marzo, domingo. Decía
mi amigo Alfonso Queipo de Llano Jiménez (que andará de juergas celestes con
Camarón, Juan el Capitán, Pepe Rosas…) con aquella chispa que Dios le
regaló: “mucha gente conoce mi primer apellido, pero casi nadie el segundo”, y
me decía, también, cuando yo le decía que me gustaba “El Barrrio” que eso era
porque yo no sabía de flamenco, cosa absolutamente cierta.
A lo que iba. El Barrio publicó
un disco después de un tiempo de ausencia: “He vuelto”. En este caso José Luis
Figuereo “Selu”, que es su nombre, me ha prestado el título y la
introducción al artículo de hoy.
He vuelto. Llevo unos días
fuera de la rutina. Tenía que cargar pilas. Uno busca eso que llaman “fuente”
de la amistad y el cariño de quienes están lejos en el espacio y repone
algo que nace en el interior y que luego lo comparte con quien quiere andar el
camino a su vera.
He vuelto. Me he encontrado los
naranjos ahítos de botones de azahar. El campo con ese perfume que solo tiene
cuando llega la primavera y me he acordado de la letra del verdial. “María
cuando te asomas / a la puerta del corral / pareces un naranjo chino / cargaído
de azahar”…
He vuelto. Revientan los
chamarines, los pajarillos más tempraneros en sus nidos de hogaño. Son una
sinfonía única en estas mañanas de sol y flores nuevas, de aire que mece las
primeras yerbas de las cunetas y los trigos en las lomas. Este año por mor de
lo que tenemos encima crecen con demasiada dificultad.
He vuelto y me encuentro que
rompen las yemas de los granados. Ya tiene el manto de ese color con que solo
Dios los viste cuando a ellos les llega su hora. Están las higueras con las
puntas de las ramas llenas de yemas y frutos – la higuera es el único árbol que
echa antes el fruto que la hoja – y que luego serán alimento de los pájaros
madrugadores.
Me he encontrado los mirlos de
siempre y verderones en la huerta y carboneros en los pimpollos más altos de
los almeces. Hay jilgueros en los cipreses de la alberca.
Se visten de hojas nuevas los
chopos de la ribera. Se columbran las
nubes que este año han decidido ir de paso. Han vuelto las golondrinas. Álora,
reencontrada en su sitio una tarde ventosa, asomada, casi de puntillas, al río,...
Eso, he vuelto.
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