19 de marzo, martes. Y, entonces,
él madrugó como todos los días. O sea, salió a tomar la brisa fresca cuando hacia
poco rato que habían puesto las calles. Jesús descargaba las hortalizas y frutas
de la furgoneta para abastecer su tienda, su excelente tienda, donde ofrece
calidad, un poco más cara que la que se vende en otros lugares. Está claro. La calidad
hay que pagarla.
Tuvo que hacer unas gestiones
tempraneras. No se resolvieron todas con la presteza que hubiera deseado. Esas
cosas suelen pasar cuando a uno le urgen las cosas y no quiere admitir que las
cosas siguen su curso, independientemente, de como uno desea que ocurran.
El teléfono sonaba constantemente.
Unas veces eran llamadas de personas por las que uno siente un afecto especial –
y ellas también, y por eso llamaban – otras cumplían el protocolo y era un
chorreo de buenas intenciones y deseos y parabienes. Cosas que pasan.
La carretera iba cargada. Llevaba,
al parecer, más tráfico que otros días. Tardó en entrar a Málaga. Ya se sabe,
la A-357 es una carretera que pide urgente una actuación por parte de las autoridades
competentes, pero seguramente las autoridades tendrán más prioridades que dinero
para atenderlas El teléfono era un hormiguero de llamadas; otras veces,
mensajes. A eso lo llaman con un nombre en inglés que yo siempre escribo mal.
Una tienda oficial no tiene el
surtido de tallas de las prendas deportivas que vende. Lo comunico a los
interesados. No puedo completar su encargo. Me dicen que lo entienden, que a
ellos les ha pasado en ocasiones. Son determinantes en su veredicto: “un desastre”.
A la entrada de calle Larios me
encuentro con un amigo entrañable. Algo casual pero muy oportuno. Hablamos del
día, y ¡cómo no, del campo! Iniciamos un rosario de lamentaciones. Jeremías, el
de la Biblia, era más benevolente que nosotros.
En la mesa, justo al lado, dos
matrimonios de catalanes. Viven cerca de Andorra. Están de camping. Al despedirnos
les deseo: “siéntanse como en casa”. Me dicen que están muy a gusto, que lo
están pasando muy bien. No se lo digo. Pienso para mi interior. ¡Málaga está
que se sale!
Llego a casa. Va por la mediación
“Vacaciones en Roma”. Una película que obtuvo tres oscars. Lanzó al
estrellato a Audrey Hepburn, ratificó a Gregory Peck y dijo que una moto, la
Vespa, era el vehículo ideal para circular por ciudades tan bellas y caóticas
como Roma. A mi me ha servido para despistar con el título al posible lector y escribir
sobre el día de hoy. Saco una conclusión: el amor va a su aire,
independientemente, de nosotros.
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