22 de marzo, viernes de
Dolores. Cae la tarde lentamente, con parsimonia, con esa cadencia
con que mueren todas las tardes, pero ésta del viernes de Dolores es especial.
Es igual, pero distinta a otras tardes. No es un atardecer luminoso. No está el
sol de primavera; todo es penumbra.
Desde no se sabe cuándo (tampoco
importa) cada atardecer de viernes de Dolores, los hermanos llevan a la Virgen
que tiene por nombre el mismo del día, desde su altar – en la nave de la
Epístola – al trono, al final de templo.
Se han apagado casi todas las luces; encendidas,solo aquellas que facilitan la visión imprescindible. Algún foco lejano, y un leve rumor de cantos que son rezos. Un coro de voces femeninas entona: “Si las dulces palabras del ángel / inundaron de gozo tu alma, / de un profeta la fúnebre calma / la llenó de amargura y dolor”.
Un golpe seco sobre la madera
de varal pone el cortejo en marcha. La mecida suave, con mimo, con cariño, como
solo puede hacerse en un acompañamiento a la Madre transida de dolor. El remate
del canto apostilla: “por tus dolores / ten compasión. / Pide y alcanza
nuestro perdón”.
Una voz entona: Dios te salve,
María… Y así, poco a poco. Paso lento y corto, paradas leves. Solo las
suficientes que aportan un sentimiento especial. Vamos en una procesión
claustral. Se desgranan los Misterios Dolorosos: ¿Quién es esa Mujer que
angustiada, / vacilante y llorosa camina? / ¿Quién es esa Mujer tan divina?
¿Quién es esa mujer celestial?” No hace falta, ¿verdad, que no la respuesta?.
El coro la da. “Esa triste mujer – responde – es María”….
Se alternan el rezo del Santo
Rosario y esa otra manera de rezar. Ya se sabe que quien reza cantando, reza
dos veces. Repasa lo acumulado por el fervor desde no se sabe cuándo. La musicalidad,
en un pentagrama sin partitura.
Recorre el lateral del templo
por la nave del Evangelio. Al final, espera el trono donde María Santísima de
los Dolores Coronada, paseará, un año más, por las calles de Álora la noche del
Jueves Santo y en la mañana del Viernes Santo. La Despedía, punto y aparte. Llamada
totémica en Álora….
Terminan rezos, cantos y recogimiento;
concluye el acto. El cielo, oscuro; la noche cerrada. Es noche de viernes de
Dolores. En mi interior resuena el estribillo final: “por tus dolores / ten
compasión. / Pide y alcanza nuestro perdón”.
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