jueves, 30 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viento
30 de noviembre, jueves. “Soy
un ex ciudadano de ninguna parte. A veces, echo de menos mi hogar”. Le decía
Lee Marving a su amigo cuando se iniciaba la desbandada de la gente en aquella
“Ciudad sin nombre”. Habían ido a buscar oro; solo encontraron, decepción.
Llovía intensamente. Se había echado el viento. El camino estaba embarrado.
Desde hace unas noches está alocado
el viento. El viento viene de algún sitio que desconocemos y a va a alguna
parte de la que tampoco sabemos casi nada. Alguien me dijo, en una ocasión, que
él sabía dónde se daba la vuelta el viento.
Cuando yo era niño, de noche,
lo sentía ulular en la chimenea de la casa. Percibía como bajaba en algunas
ocasiones y hacía que se retorciesen los troncos en las llamas de la lumbre. Aquellas
noches tenían un no sé qué especial que las envolvían de misterio. Luego, al
niño lo vencía el sueño y soñaba con cosas que, al despertarse por la mañana,
casi nunca recordaba.
El viento sopla de manera
diferente en las lomas; en las quebradas, por entre las ramas de los árboles;
en el nogal del borde de la cañada…. Los cipreses son los únicos árboles que le
sacan la muleta la viento y hacen que embista cómo y de la manera que ellos
quieren.
A veces es un viento áspero,
hiriente. Ese viento que azota la cara y levanta las hojas del suelo. Cuando es de noche, entonces, deja el cielo
limpio de nubes. Titilan las estrellas en la inmensidad. ¿Estará escrito mi
nombre en las estrellas? Yo no sé los
nombres de esas estrellas tan lejanas.
Los cipreses del borde del
camino aguantan el ímpetu furioso del viento. Cuando es suave, entonces, se
balancean suavemente con la sensualidad que solo tiene una mujer que conoce su
poderío y su atractivo y su manera de mostrar el señuelo ante el que no cabe
ninguna resistencia.
Cuando se embravucona – el
viento, claro – los cipreses se balancean elegantemente y lo atraen a su campo
porque los cipreses siempre se los saben atraer a su campo. Gimen, crujen
incluso, pero ellos permanecen erguidos sin dejar de apuntar siempre al cielo.
Veo los cipreses del camino y
me acuerdo de los que orillan otros campos y me pregunto si ellos, como los
nuestros, saben sacarle la muleta y lo atraen a su terreno y hacen que,
entonces, solo entonces haya momentos donde parece que se para el viento.
miércoles, 29 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Vareaores de San Andrés
29 de noviembre, miércoles. En la Facultad de Periodismo enseñan, me dijo un día Juan Gaitan, que un artículo no debe comenzarse con un refrán. Pues ya ven… Hoy, voy con tres: el del “Dichoso mes que entra con los Santos y sale con San Andrés; el de “Por los Santos, nieve en los altos”, y el que dice que “Los vareaores de San Andrés, si no vienen antes, vienen después”.
San Andrés ya está aquí; los Santos, un poco lejos en las hojillas del almanaque, y lo de la nieve, dicen que la han visto en algunas cumbres del Pirineo, la Cantábrica y Sierra Nevada.
Desde hace un par de días, el viento nos azota de manera descontrolada. El hombre del tiempo – ese que en ocasiones cuenta cosas que nos dan mucha ilusión como, por ejemplo, ¡va a llover en Málaga! – informa que viene del Norte; trae frío polar. En el bar, esta mañana, discutían y decían que no, que viene de Poniente, o sea, de ese lugar por donde se va el sol cada tarde camino de América y donde está el Atlántico el que llena las aguaderas de las borrascas.
Los ‘vareaores’ de San Andrés es una cuadrilla imaginaria. Cunda la tranquilidad. No hay que darla de alta. Se presenta sin que nadie la llame. Agita las banderas de los edificios oficiales que quieren irse de los mástiles o mueve sin control ramas de árboles, tejas, techos de cobertizos, arroja al suelo las nueces que se quedaron en las ramas más altas de los nogales o las aceitunas rebeldes que, encaramadas en los pimpollos, escaparon a las manos de los que debieron ordeñarlas a su tiempo.
Parece que este año han vareado algo más. Verán. Da la impresión que han vareado, también, las conciencias de mucha gente que se ha horrorizado ante el drama de tanta muerte en Oriente Medio. (En otros lugares el drama es muy parecido, pero ese, esta vez ‘no toca´). Llegan pronto en lo meteorológico, pero tarde en el tiempo para poner en orden –aunque sea sólo un poco- el patio.
Ha sido una noche de ramas agitadas; han pelado los
plátanos orientales; está el suelo del parque alfombrado de hojas marchitas; sin
hojas las parras y los granados del camino y los ciruelos… Este aire sin rumbo
ni sentido, revuelto y alocado que se ha tomado el terreno por suyo. Ojalá no
se lleve las nubes que esta tarde entoldan el cielo. Me dice mi amigo Fermín
que en Encinasola han dejado once litros…
martes, 28 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Travesía en el Báltico
28 de noviembre, martes. Media
mañana. Llegué al puerto con la zozobra de quien arriba a un punto desconocido.
Todo era nuevo. La estación marítima, un hervidero humano. Tipos de otros
caracteres; gente recia, tez blanca y surcos en la cara; el pelo largo y lacio.
Un día, no se sabe cuándo, fue rubio; ahora, sucio.
Se tocaban con gorras de piel
de foca o con gorros de lana; la ropa de la gente que trajina en la mar es una
ropa diferente, distinta a la de la gente que trabaja en tierra. La estación
marítima tenía grandes ventanales. Fuera hacia un tiempo frío, inhóspito. No se
parecía en nada al tiempo que en esa fecha – mediados de agosto – nosotros
tenemos en las orillas del Mediterráneo. Estaba en el Báltico. ¡Que lejos en el
mapa y ahora tan cercano!
Unos tableros electrónicos me
indicaban la puerta de embarque para pasajeros (los turismos, en la bodega del
ferry). Por la cristalera veía que seguía lloviendo. Me pasaron por una
manga acristalada. Uno de los extremos se apoyaba en una de las barandillas del
barco; la otra, en una terraza cubierta.
El puerto de Elsinor está un
poco más al este del castillo de Kronborg. Yo iniciaba la travesía hacia el
puerto de Helsingor, en Suecia. Luego, iría a Gotemburgo y Malmoe; unos días
después, a Estocolmo. Todo, hasta ese momento, salía como había programado una
tarde calurosa y tórrida de julio bajo el zumbar de los tabarros que acudían a
compartir conmigo las uvas de la parra. Me daba igual. Se las regalaba todas a
ellos. En el mapa marqué los puntos…
Unos hombres - ¿tenían algo de
lobos de mar aquellos hombres? – soltaron las maromas gruesas que mantenía el
barco pegado al muelle. Unos potentes motores comenzaron a separar por babor al
Nordstejern, primero por proa; luego, por popa. El barco se movía lento,
poco a poco. Salían como cañones de agua de sus costados. Lo distanciaban del
muelle…
Comenzó a navegar. Todo era
magnífico. Se alejaba la ciudad. El cielo entoldado. Con la velocidad parecía
que aminoraba la lluvia. De abrían claros. Todo era gris: el cielo, el mar, la
ciudad que se perdía por momentos… Tenía la sensación de libertad.
La costa sueca, al fondo, una
línea finísima. Por encima de nosotros sobrevolaban gaviotas. ¿Eran más grandes
que la que sobrevuelan el puerto de Málaga…? ¿Estaría Sigrid en el puerto de
Helsingor? No, no podía estarlo. Sigrid solo estaba en los tebeos del Capitán
Trueno…
lunes, 27 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Castañas del Genal
27 de noviembre, lunes. El Valle del
Genal, en la Serranía de Ronda, va desde Igualeja donde nace el río hasta el
término municipal de Casares donde tributa en el Guadiaro. El otro eje
vertebrador es la carretera que une el Campo de Gibraltar con la ciudad de
Ronda.
El Valle del Genal sufre el
despoblamiento generalizado de muchas zonas rurales. Se divide en dos zonas: el
Alto Genal con Igualeja, Pujerra, Júzcar, Faraján, Alpandeire…, y el Bajo Genal:
Benarrabá, Benalauria, Genagualcil… El
pueblo más importante por población es Gaucín. En su día fue Cabeza de Partido
con Juzgado de Primera Instancia.
Su belleza paisajística, sugerente
y única. Diferente según qué épocas del año: en primavera y verano por el verde
de sus castaños; el otoño, por el ocre
y amarillo de oro viejo y en invierno por la desnudez de sus ramas. Es distinto
a otros paisajes invernales.
La zona tiene un atractivo
enorme para el desarrollo del turismo rural. Muchos de estos pequeños pueblos,
pinceladas blancas colgadas en las laderas de las montañas, son un reclamo. Acude
gente desde los lugares más dispares. Gozan de un encanto que nunca deja
indiferente y que siembra en el visitante el deseo de volver una y otra vez o
las que hagan falta.
Estos pueblos hasta hace unos
años, antes que el turismo se contemplase como una alternativa real a su
economía, han vivido de la agricultura. En ocasiones, de subsistencia, algo de
trigo, de cebada, vides y sobre todo – y esa era su principal fuente económica
– de la castaña.
La proximidad al Estrecho de
Gibraltar le regala una alta pluviometría; beneficia el cultivo de la castaña.
Este año, las circunstancias han sido totalmente adversas por la sequía. Se ha
perdido, según qué variedades, hasta el ochenta por cierto de la producción. Ha
afectado a la comercialización del fruto y a la alimentación del cerdo ibérico
– otra de las fuentes de ingresos – en algunos pueblos. Algunas cooperativas comercializadoras no
hayan abiertos sus puertas por la situación vivida.
Las precipitaciones no han
llegado a tiempo. La masa forestal lo canta. Desde la lejanía el paisaje que
sube desde el cauce del río y trepa hacia las cumbres de las sierras que lo
circundan ofrece una visión de tristeza y decrepitud desconocida en una de las
zonas más bellas de la provincia de Málaga.
domingo, 26 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Olivos
Están los olivos arromerados. Piden agua. Agua del cielo. Agua bendita de Dios que se lleve la sed y el polvo acumulado en los días de estío y los vista de hojas de plata, ese color que regalan cuando el aire los mece al caer la tarde. La piden el agua a gritos.
Don Antonio Machado vio entre ellos –entre los olivos- los cortijos blancos y campo, campo, campo. Mucho campo. Tanto, que daban luz de aceite para San Cristobalón y pie para que interviniese hasta la mismísima Virgen María en favor de aquella lechuza que era una traviesilla y se colaba por los ventanales.
Como “una estrella / vigila… tristemente… todavía / los olivares de la madrugada / ... que casi no se ven / ya… en el recuerdo”. Así sentía y evocaba Juan Ramón el amor a Zenobia, y sacaba toda la sensibilidad que llevaba dentro en aquellos versos que regaló en su “Diario de un poeta recién casado”.
Bajo los olivos se sentaba Fernando Villalón a compartir el pan, tú a tú, con los gañanes mientras soñaba con los toros de ojos verdes que se acariciaban con brisas y lunas de las marismas y se alimentaban de margaritas blancas y amapolas rojas en la llanura.
Los reivindicaba en su pregunta Miguel Hernández y abría muchas interrogaciones a las que había que responder con Justicia; Barbeito los ve como un ejército que presenta armas a quienes se adentran, pasado Despeñaperros en Andalucía, tierra bendita y generosa que da más que recibe.
Como un abanico que se abre y se cierra, eran para Federico y, nos dijo, que el río ‘Guadalquivir va entre naranjos y olivos’ y también nos contó que ‘sobre el olivar hay un cielo hundido y una lluvia oscura de luceros fríos” y habló de la luna que los peina con rayas de plata.
Los olivos – y todo el campo- piden agua. Agua bendita de Dios que descienda en lluvia calaera, en fertilidad generosa, en abundancia y sin cicatería, en estas tardes de final de estío, cuando el sol se va antes, cuando algunos pájaros ya tienes hecho el hatillo y han sacado el billete de ida y vuelta.
Hoy se celebra el Día del Olivo. En Jaén dicen que
ellos tienen el mejor aceite picual del mundo. Nosotros, nos conformamos con
otras variedades que a lo mejor no es el mejor del mundo, pero lo que es más,
es nuestro, y no hay nada que se quiera más que lo propio.
sábado, 25 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Aún hay sol en el peral
Hay días con connotaciones
especiales. Hoy, uno de ellos. No ha sido un sábado cualquiera, no. Desde este
amanecer soleado, impropio de las fechas de vísperas de San Andrés, muchas
sorpresas. No es una exageración, todas agradables.
Me levanto con algo de sueño.
Anoche presentación de la restauración de las Actas Capitulares de 1584…
Tertulia con Juan Eugenio ; Marion Reder y Pedro; después, con Lucas González y
Epi y las parientas. Trasnocho. No se pueden tomar los dos frescos. Me levanto
un poco tarde, pasadas las 8,30…
La editorial de Iluro,
soberbia; Lorenzo Orellana habla en su artículo de Cristo Rey – eso ahora no
está de moda - ¡qué suerte tiene uno de encontrarse con amigos que escriben sobre
cosas que no están de moda!.
Tengo cita con mi editor. David
Carmona me marca líneas que debemos seguir. Casi está a puerta de horno, o sea
de máquina de imprenta La leyenda de Alí ben al- Malikí. Concertamos
citas y tareas. (Por cierto, me faltan algunas plumillas de Leonardo y Paco
Valverde… A ver si espabilamos, colegas).
Me encuentro con Jorge Guidú. Reanudo
tertulia con Miguel Leandro. Descubro, de su mano, la marisquería Los
Cuadros. (No la conocía hasta hoy) Merece la pena. Calidad, precio,
servicio, atenciones y reencuentros. Tranquilos, no llevo comisión. Como es
norma en nuestra tertulia, ‘a escote’. Todos heridos y ninguno muerto.
En la mesa de al lado, Paco
Navarro y Mari Pepa, ¡qué pareja, Dios! (Soy un tipo de suerte, me acogen como
amigo). Llegan Tomas Salas y Pepi. La cosa se pone increíblemente buena. Al
salir, en el mostrador Periquillo Bernabé y José María Cuñado. Lloramos de
mentirilla por el Málaga. Mas adelante Flor Navarro y David Morales y Miguel
Ángel Garrido y Juan Cano y… (Esta gente me siguen llamando don José, y me han
mentido porque me han dicho que estoy ‘igual’, y…)
En la esquina de la calle
Carmona me encuentro con Juan Muñoz; más adelante con María Dolores Díaz. Me
presenta a su marido y a su hija… En la Exposición de Canaricultura Fernando
Márquez me habla del nacimiento del Club de Atletismo Guadalhorce y de los
tiempos en que ellos eran niños y uno, joven…
Me dirán que a qué vienen
tantas coincidencias. Yo también me lo he preguntado. Me vienen dos ideas. Una,
alguien mueve los hilos sin que uno haga nada; lo segundo, lo decía la madre de
una amiga mía: “aún hay sol en el peral”. Amén.
viernes, 24 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Oración para rezar por la calle.
Otro día vacío, Señor.
Otro día, sin Ti.
Otro día sin tu presencia en el
cielo…
¿Qué he dicho? ¡Dios mío!
No, no he querido decir eso. He
querido escribir, sin que Tú, Señor - que todo lo puedes, cuando quieres,
claro- aparezcas en el firmamento azul de esta mañana y lo entoldes y lo vistas
de nubes y dejes caer la lluvia, mansamente, como esa sinfonía que, a veces,
sentimos por dentro.
Señor, el campo está seco; las
fuentes están secas; los pozos están secos; no corren desde hace mucho tiempo
los arroyos y ni los regatos, ni las cañadas, ni chorrean agua las piedras de
las umbrías. Los ríos han olvidado que fueron caminos de vida y se han
apropiado de ellos la maleza en las orillas y la suciedad – de eso el culpable
no eres Tú, sino nosotros – y su cauce ya no es cristalino y claro como cuando
eran tu reflejo.
Señor no ha nacido la otoñada;
no hay yerba en los bordes del camino que serían florecillas nuevas cuando
llegue la primavera; no hay verdor en las lomas ni han nacido las sementeras. No hay pajarillos en los sembrados...
Señor, el vació también llena
muchos corazones. Hemos olvidado tantas cosas, tantas, tantas que casi
deberíamos sentir vergüenza de llamarnos hombres.
Nos hemos olvidado, también de
Ti. Algunas veces hasta te consideramos un estorbo. Te apartamos. Te suprimimos
del calendario y nos hemos inventado celebrar una cosa para cada día. A lo
mejor cualquier día a alguien se le ocurre celebrar el Día sin Ti. No creo que
lleguemos a tanto, pero no quiero dar ideas. Ya sabes…
Si por un casual algún día se
te ocurre que nos vendría bien una lluvia que descienda como el rocío sobre los
campos – pero no vayas ser cicatero – un poco más que el rocío de cada mañana
para que todo se empape de lluvia, o sea de Ti, te lo vamos a agradecer por
todo eso que sabes y que no es cuestión de repetirlo tanto.
Señor, sé que nos escuchas – y
como un día le dije a mi amigo Lorenzo – lo sé, pero como haces lo que te da la
gana…, si te parece bien pues aquí nos tienes.
Ya ves, esta mañana me he echado
el ropaje de un apócrifo Michel Quoist y aunque hay muchas cosas más importantes,
a mi se me ha ocurrido pedirte que nos des un poco de lluvia… Ah, gracias
anticipadas.
jueves, 23 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Otoño en la Quinta de Los Molinos
Parque de la Quinta de los Molinos. Madrid
23 de noviembre, jueves. El
parque de la Quinta de los Molinos está en ese lugar de Madrid donde si uno se
empina sobre las puntillas de los pies, con un poco de suerte, puede ver
Guadalajara al fondo. Bueno. Es una broma y una exageración. Está claro.
El parque de la Quinta de los
Molinos está muy arriba de la calle de Alcalá, si por “muy arriba’ se entiende
lejanía de la Puerta de Sol y acercamiento al final de las líneas de metro o de
autobús que unen la periferia con el centro.
Es un espacio ajardinado. A mí
siempre me gusta llamarlo un pedazo de vegetación mediterránea incrustado en
Madrid. Lo digo por los almendros y por los olivos que, a modo, de tierra de
labranza, rememoran que en otro tiempo fue un espacio agrícola.
Al parque, que está cercado se
puede llegar con la línea 5 de metro desde Gran Vía por Ventas, hasta Suances o
con la 146 de autobús, que como va por superficie es más divertida.
Jacometrezo, Callao, Gran Vía, Alcalá, José Banús, Hermanos de Pablo, - cruza
Arturo Soria - General Aranda, Tampico, Los Molinos…
El parque limita al sur con la
calle de Alcalá; por el norte, con Juan Ignacio Luca de Tena; al este con 25 de
Septiembre (que debió ser una fecha muy importante para que Madrid le dedique
una calle) y por el oeste, con Miami que, además, es cierto que está al oeste,
pero que muy al oeste de la capital.
El parque tiene dos momentos
estelares. Cuando, a finales de febrero o primeros de marzo – depende de cómo
venga el tiempo –, los almendros se llenan de flores. Es el aldabonazo de la
vida. Rompe en mitad del rigor del frío. Todo es una sinfonía de color blanco;
comienzan a libar de las abejas.
El segundo, en otoño. Los
plátanos orientales que orillan sus paseos se visten de oro viejo. Caen las
hojas, lentamente, y en el estaque que ocupa su centro hay una chispa especial.
Ese encanto que solo tienen los parques cuando llegan los días cortos y las
noches largas y se ocultan las urracas y no hay arrullos de palomas torcaces
que desde hace un tiempo se han adueñado de las ciudades.
Si tienen ocasión, no se
pierdan una visita. Es una de las muchas ofertas que Madrid ofrece a quien se
acerca a él con el alma abierta…
miércoles, 22 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viento del norte
22 de noviembre, miércoles. Era
aquella hora en que las emisoras de radio dejan de dar la matraca, él – o sea
yo – abrió la ventana y dejó que entrase el aire fuerte y huracanado que dicen
que viene desde el Polo Norte pero que aquí, a las tierras del Sur, llega con
menos intensidad que a otras zonas de España.
Era a media mañana y entonces,
sin saber porqué se le vino a la cabeza un recuerdo de cuando era niño. Recordó
que a esa hora las mujeres en el pueblo hacían las faenas de la casa. No había
lavadoras eléctricas que mueven la ropa, la lavan y hasta dicen que la seca. Y
aireaban las habitaciones (a los dormitorios en los pueblos se le llama ‘el
cuarto’). Las mujeres abrían los balcones y las ventanas…
Recuerda que, entonces, sin
saber cómo de alguna de las casas salía a la calle desde el interior de una de
las pocas radios que había una voz conocida, familiar. Era la voz de un hombre
que, una vez, vino con una troupe y cantó en el cine del pueblo y la gente
hablaba de él y decía que de niño había vendido leche, a granel, por las calles
de un barrio de Málaga que está a la orilla del mar, Huelín.
- “Abrid niña los balcones…
“ cantaba con una voz limpia, maravillosa y decía, en la copla, claro, que
traía rosas sin espinas - ¡qué cosas verdad! – y hacía una retahíla de flores y
plantas que ofrecía en su pregón. Clavellinas, romero, geranios y ‘pilistras’…
Después, algunas veces, según
que tiempo, en la esquina de la calle un hombre pregonaba ajos de Alhaurín;
otro, el trapero, compraba cosas viejas y trapos; un día cualquiera sin saber cómo ni de dónde
venía un hombre, que soplaba sobre un instrumento especial, diferente, que
desencadenaba una melodía de notas y una voz que se alargaba mientras tenía
aliento y decía: “el afilaoooo”
España soñaba – los niños con
tener un balón de reglamento – con ser feliz. España, siempre a caballo entre
lo que fue y lo que algún día quería ser. Deshojaba el almanaque del
subdesarrollo y pasaba los días en los que tardaba demasiado en llegar la feria
con la ‘ola’ y ‘las cadenitas’ y la Semana Santa…
Desde hace un tiempo parece que
el sueño se ha convertido en pesadilla. Ojalá el viento del norte la traiga y
aparezca esa pizca de ilusión que nos haga soñar…
martes, 21 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Rapao
21 de noviembre, martes. Me da
ternura, nostalgia, pena…. No sé. No sé qué me trae su recuerdo cuando me pongo
a hilvanar estas palabras, engarzadas unas con otras como las cuentas de un
rosario de sentimientos que ni es de madera, ni de marfil, ni es el rosario de
mi madre.
- Que está ahí “el Rapo”,
anunciaba Inés, desde la puerta de la casa…
- Dile que entre, le respondía,
mi abuela.
“El Rapao” era un
hombre muy grande, o al menos me lo parecía a mí, que era un niño pequeño. “El
Rapao” traía un montón de ilusiones. Juan, que era su nombre, debía medir
algo así como un metro ochenta o poco más, pero para mí era un gigante por su
cuerpo y por todo lo que venía con él de ilusión, de magia, de asombro.
Tenía los pelos blancos y usaba
unas gafas de cristales redondos bordeadas de latón y patillas de alambre.
Muchas años después supe que un hombre que se llamaba Gandi tenía unas gafas
como las suyas. Cuando yo lo descubrí ya no estaba Juan “el Rapao”.
Se presentaba a eso de media
mañana. Venía andando por el borde de la vía. Nunca tenía prisa ni para llegar
ni para irse. ¿De dónde venía aquel hombre solitario? ¿Adónde iba? ¿Lo esperaba
alguien?
Siempre traía en los bolsillos (dos
bolsillos grandes), a ambos lados de su blusa de tela recia unas pequeñas
marionetas que sacaba lentamente, sin prisa, porque Juan nunca tenía prisa para
nada y las ponía sobre el poyete del rancho.
Yo las escudriñaba con ojos de niño curioso y veía a la bruja que
llevaba un paño negro sobre la cabeza y a un viejo con la nariz muy larga.
Llevaba también un niño con un pantalón de babero, pero a esa marioneta casi
nunca la accionaba…
Mi abuela le ponía un tazón de
café negro con un chorreón de leche de cabra. Juan lo migaba y lo apuraba
lentamente. Al menos a mí me parecía que lo hacía muy despacio. Me corroía la
prisa porque yo quería ver a las marionetas moverse cuando Juan las elevaba en
el aire y hablaban entre ellas…
Juan, terminado el tazón de
café, se sentaba debajo de la parra en una silla baja. Hablaba cambiando la voz
y yo creía que eran las marionetas quienes se decían entre ellas las cosas
malas que yo había hecho y conocían que un día me fui al borde del río, a la
nerisca de Lería sabiendo que eso estaba prohibido…
lunes, 20 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Te acuerdas?
20 de noviembre, lunes. Aquel
día, tú y yo fuimos a la Serranía, tuvimos el día como regalo y el Genal, todo
el Genal, para nosotros. Llegamos temprano. Nos acercamos al nacimiento del río;
luego, subimos a Pujerra. Tú, en estado de Gracia de Dios; yo, sin poder
detener el tiempo…
Hoy he vuelto. Imposible
aparcar. La gente, esa gente que se ha tirado - ¡sí, digo bien, tirado! -
a la calle y a los caminos lo invadía todo. No había un solo un hueco.
En Igualeja han pespunteado
algunas fachadas con macetas de begonias. Estaban preciosas. La fuente de la
plaza manaba un borbotón exuberante. Sonaba como suenan los caños de las
fuentes de los pueblos.
Cuando salí a campo abierto los
castaños no tenían el manto de oro y cobre, ese manto que se echan sobre sus
hombros cuando llega el otoño. Había un poco de rocío en las cunetas. Me
acordaba de ti, de todo lo que hablábamos aquella mañana, también, de otoño…
Subí a la ermita de San Antonio;
estaba cerrada. Por entre las ventanitas pequeñas entraban los rayos del sol.
Iluminaban el recinto. La estampa del santo sigue en su sitio. No sé, si de vez
en cuando, acude alguna de esas personas que van a limpiar las ermitas de los
campos que están en las afueras de los pueblos. No sé si alguna vez allí ha
habido culto. No sé tantas cosas que por más que me las pregunto tampoco tengo
a nadie que me las responda.
Un vigilante me dice que el
acceso al pueblo - Pujerra - está cortado. Dejo el coche en el borde de la
carretera. Me acerco andando. Me encuentro con un hombre mayor. Saca unos
caquis del maletero del coche. Enhebro la conversación…
- Año tan malo como éste, me
dice, yo no lo recuerdo.
Le doy hilo al carrete…
- Yo tengo una parcelilla de
naranjos en la orilla del río y este verano solo los he podido regar una vez…
Lo dejo que hable él y me
cuente…
- Aquel humo que usted ve, es
que están quemando brozas en “El Hoyo”. Este año la castaña no ha valido nada;
los castaños necesitan agua; no ha llovido…
- Ese castaño (le señalo un
árbol seco en el borde de un talud) ¿qué edad podría tener?
- Seiscientos o setecientos
años….
Y me cuenta más cosas y bajo
hacia el río y luego sigo camino a Júzcar y Faraján…
domingo, 19 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mujeres que dejan huella: Berenguela I "La grande"
19 de noviembre, domingo. Berenguela
de Castilla nació en Segovia en 1179 o 1180. No se puede precisar la fecha; falleció
en Burgos a la edad longeva, entonces, de 66 años, en 1246. No se conocen las
causas de su muerte.
‘La Grande’ fue madre
de Fernando III, “el Santo”, abuela de Alfonso X “el Sabio”.
Regente y reina, asumió el trono de Castilla, que cedió a su hijo y para el quien
luego, consiguió el de León mediante pactos que evitaron guerras en un mundo
tan convulso como el medieval en Castilla.
Desde niña, preparada para
reinar. Hija Alfonso VIII de Castilla, “el Bueno” y Leonor Plantagenet.
El hecho de nacer el heredero Sancho la desplazó de la línea sucesoria pero la
muerte prematura de futuro rey la llevó, otra vez, a primera línea de sucesión.
Ante la duda de engendrar un
varón Alfonso decidió potenciar la sucesión en la figura de su hija. La casó
cuando solo tenía 7 años con Conrado de Rothenburg, hijo de Federico
Barbarroja. Los contrayentes fueron jurados y Conrado volvió a Alemania. Nunca
más se vieron.
Cuando Berenguela cumplió 17
años, rechazado Conrado, contrajo
matrimonio con Alfonso IX de León. Esa unión terminaba con conflictos
fronterizos entre las dos coronas. El matrimonio, sancionado en 1204 por el
Papa Inocenció III y lo anulado alegando parentesco en tercer grado. Los cuatro
hijos fueron considerados como legítimos.
Alfonso
VIII tiene un hijo varón, Fernando. Cuando mueren sus padres tiene diez años,
pero muere pronto y le sucede su hermano Enrique I tutelado por su hermana que
ejerció como regente. Solo tenía diez años. Juega en Palencia con otros niños.
Una piedra desprendida de una torre acaba con su vida. Intrigas, sospechas…
Berenguela se proclama reina y abdica en favor de su hijo Fernando. Se
considera como un acto de inteligencia política. En el futuro Fernando III se
unen los reinos de León y Castilla.
Tutela
los reinos mientras Fernando guerrea en tierras de al-Andalus. Prepara su boda
con Beatriz de Suabia y muerta ésta, con Juan de Ponthieu… Negocia con Portugal – a cambio de
importantes sumas – para que no se le empañe el reino leonés a Fernando…
Ninguna crónica dudó de su inteligencia y
habilidad para gobernar. Ha pasado como “la Grande”.
Bibliografía:
CRUZ, Fray Valentín de la (2006). Berenguela la Grande: Enrique I el Chico (1179-1246).
Gijón.
FLÓREZ, Enrique (1761) Memorias de las Reynas Catholicas…
Madrid
SÁNCHEZ DE MORA, Antonio (2003) La nobleza castellana en plena Edad Media:
el linaje de los Lara. Tesis doctoral. Universidad de Sevilla
sábado, 18 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El eje
18 de noviembre, sábado. Entre
las ocho y las nueve de la mañana, el cielo está en calma. Apunta el sol un par
de palmos por encima del horizonte. Hay momentos, que ciega. El cielo
despejado, limpio, no hay señal de cambio de tiempo. El día va a ser radiante,
como estos días que llevamos soportando. No quiere aparecer el otoño; la
lluvia, tampoco. Río Grande -ambición de nombre para ser afluente – tiene el
cauce superficial seco.
El sol es fuerte. Calienta aún
poco; luego, cuando abra el día pegará con mas fuerza. La noche ha dejado una
tenue capa de rocío. Brillan las gotas minúsculas en los bordes de la carretera.
Le dan una nota especial al campo. Algo así como si una sinfonía, por ejemplo,
Peer Gynt se desencadenase para embadurnar el alma.
La carretera (autovía hasta
Casapalma), a estas horas tempranas está cargada de vehículos. Los dos sentidos
de la circulación piden una ampliación en dirección norte. No la hacen. Uno no
sabe si es porque no hay dinero o porque hay otras soluciones que reclaman una
atención con más presteza. No sé. Esta carretera a todas horas es un peligro
por la densidad de tráfico que soporta.
La población del Valle del
Guadalhorce aumenta constantemente demanda una solución. Es la salida natural
de Málaga hacia el interior. La costa es
una calle larga de Estepona a Nerja…
Me dicen que en las cercanías
de la capital acoge entre setenta y ochenta mil coches diarios; hasta Cártama,
unos cincuenta mil y hasta el cruce de Zalea, Pizarra y Casarabonela, cercano a
los veinticinco mil. Demasiados vehículos. Incorporaciones laterales, gente con
prisa excesiva -han olvidado que el tiempo perdido no se recupera en la
carretera – o inconscientes con un volante en la mano. De todo, en la viña del
Señor.
La vía está muy transitada por
la gente que acude al trabajo en el interior de la provincia o va a la costa o
la capital. En Casapalma hay una posible salida hacia Coín y Marbella.
El eje del Guadalhorce tiene
tablillas en sus arcenes, como todas las carreteras, que marcan la numeración de
identificación. Ésta, la A-357 y los puntos kilométricos. En algunos lugares –
los llaman puntos negros – ramos de flores. No informan del número de muertos –
que son demasiados - que llevan sobre su calzada. A lo mejor esa estadística
debería hacer pensar a más de uno y de dos y de tres…
viernes, 17 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Roma sigue sin pagar traidores
Guijo de Santa Bárbara. Monumento a Viriato
17 de noviembre, viernes. El
Guijo de Santa Bárbara es el pueblo más alto de la comarca de La Vera (eso no
se lo discute nadie) y donde dicen que tuvo su patria Viriato (eso de lo
disputan muchos otros lugares). Una cueva del Guijo lleva su nombre del caudillo.
Viriato, vetón, trajo en jaque
al ejército de Roma. Ante la imposibilidad de vencerlo se recurrió a la
traición de los suyos. Lo normal, entonces y ahora. Dice la leyenda que cuando
fueron a cobrar la recompensa ofrecida se encontraron con la sentencia: “Roma
no paga traidores”.
En el Guijo de Santa Barbara le
han puesto un monumento. Recuerda su figura. Es un busto nuevo, digo lo de
nuevo, porque en otras veces que anduve por allí aún no la habían puesto y digo
yo que no habrá sido por falta de tiempo. Quizá la cosa vaya más por carencia
de presupuesto…
Desde el Guijo se sube, por la
Garganta de Jaranda, a las cumbres. El paisaje, bellísimo. La dificultad,
depende del grado de la preparación física de quien emprende la hazaña. Si se
cruza el Macizo, al otro lado, Tornacas y desde allí como quien no quiere la
cosa se arranca Castilla.
En el Guijo hace tiempo que
descubrieron mezclar los frutos de la tierra: higos, cerezas y manzanas con orujos y aguardientes propios y
obtienen unos licores exquisitos de esos que en los meses crudos del invierno
cuando azotan las venticas y los leños arden en las chimeneas dan calor por
dentro y hacen más llevadero lo extremado de las temperaturas.
Si se transita por sus calles
uno tiene la sensación de caminar con sentido de culpabilidad porque puede
romper el silencio y la intimidad de los pueblos. No hay pajarillos. Algunas veces por el fondo
de las calles entre una empalizada, se escabulle un gato. Son esos pueblos de
sierra, rodeado de bosques de robles por los que se cuela el viento y donde la
soledad hace compañía al cabrero que va siempre con un par de perros por
aquello de lobos y alimañas.
Tienen, también, algo que es
común en todos los pueblos que se asientan en las faldas de Gredos. Es el rumor
del agua que cae y no se agota nunca por el caño de la fuente solitaria de la
plaza, en el recodo de la calle o en el antiguo lavadero público a donde ya no
va nadie…
jueves, 16 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Respeto imponente
Hay dos cosas que dan un
respeto imponente (a José Carlos de Luna, también se la daba una ‘tercera’, el
Piyayo, de quien escribió unos versos preciosos y llenos de ternura y de quien dijo
: ¡A chufla lo toma la gente, / y a mí me da pena / y me causa un respeto
imponente!”, pero ese es otro cantar) Decía y digo: que eso de que te pare la Guardia Civil en la
carretera y de que te sientes en el sillón
de un dentista…. Pues eso, de las dos he salido vivo.
Era a esa hora en que el sol
levanta un par de palmos sobre el horizonte. En el cielo un velo de nubes. Para
nimbos no son; para cirros le sobra. La luz, a pesar de todo, preciosa; el campo,
¡ya se sabe!, pidiendo agua. No llega. Se va por otros lares. Dicen que en Galicia
lleva un mes lloviendo. Se han desbordado los ríos, están inundados los sotos…
O sea, están hartos.
Un control de la Guardia Civil
me indica que debo parar. Me echo a un lado de la carretera. Paro, bajo el
cristal de la ventanilla y antes, mientras el hombre, se cuadra a modo de
saludo, le correspondo:
- Buenos días.
Me contesta amable. Mira hacia
el interior. No me pregunta nada. Le he debido infundir confianza….
- Continúe….
Respiro. Uno no teme, pero la Guardia
Civil es la Guardia Civil. Y si alguien no está de acuerdo, puede leer la
primera parte del párrafo.
Cuando he salido del dentista. He
llamado a Diego Rodríguez. El azar ha hecho que nos encontremos. Ha venido al
pueblo por un tema de papeleo. Le digo que hace un par de días lo había llamado
-Diego vive en Madrid - para felicitarlo por su onomástica y no me había
dicho de su venida. Me contesta que como sabe que estoy siempre atareado que no
quería interferir hasta estar por aquí…
Diego, de niño, guardaba las
vacas en los juncales y lastoneras del Guadalhorce. Diego es un artista que le
arma a la escultura. Con doce años emigró al colegio de huérfanos de
ferroviarios de Madrid. Se topó en el camino con el compromiso de servir a los
demás, y se hizo salesiano. Guinea, primero; parroquias marginales, después, en
Fuenlabrada, Alcalá de Henares, Parla, Manzanares el Real y ahora Carabanchel.
Diego es de los curas a los que merece la pena seguírsele la pista…
miércoles, 15 de noviembre de 2023
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Estas a tiempo, muchacho
15 de noviembre, miércoles. Dice el periódico que la
Audiencia Provincial de Barcelona, concluidas las diligencias que el caso
requiere, envía al presunto culpable a juicio. El presunto es un ex jugador de
fútbol. Se llama Dani Alves
Este hombre, brasileño de
nacionalidad, vino a España de la mano del Sevilla. Allí pasó un tiempo, se
placeó bien. El club lo traspasó al Barcelona por un puñado de millones. Ganaron
pasta mucha gente. Los dos clubes, el intermediario, los que no aparecen, pero
están, y se supone que, también, el muchacho.
A mí me pareció un buen lateral
derecho. Si me apuran un excelente jugador. No me gustó nunca ni su
comportamiento – a veces con juego sucio, ¿un espejo de lo iba por dentro- en los
partidos que lo vi en La Rosaleda, ni luego la ensarta de declaraciones que
aparecían en los periódicos y de las que desconozco su veracidad.
Ahuecó el ala cuando el
rendimiento ya no era el óptimo para un club de las exigencias del Barcelona.
Volvió en un momento de apuro para echar una mano; luego, se marchó. Algo así
como el Guadiana, pero en fútbol.
El lío se desencadenó las
pasadas Navidades. Regresó para pasar las fiestas. El 30 de diciembre – exuberante
‘alegría’ – le llevó a una discoteca. Y se pasó, al parecer, uno puñado de
pueblos en su comportamiento. Escándalo. Detención. La prensa pesebrera tuvo
pienso para un montón de días.
Ahora sale, nada menos que, en
los telediarios, como una noticia que le importa al país ¡con lo que está cayendo!
Yo me las andaba dando vueltas
a la cabeza de cómo poder hablar del mozo.
Se me ha venido un fogonazo. Este muchacho aún está a tiempo. Verán,
solo tiene que decirles a sus abogados dos cosas muy simples.
Una, que lo afilien al partido
de ese hombre de los pelos largos como los ramajes que cubren las chozas en los
ríos o al partido del otro, el de ese señor con figura de sirena y mirada de
luz de madrugada, o sea triste… Y que diga, que lo que él hizo, fue porque la
malísima España le había robado la libertad de expresión y él solo quería darle
felicidad a la chica en los servicios o alguna que otra gilipollez de las que
escuchamos estos días y listo ¡un ‘héroe’ más para la causa.
Ahora, se dará cuenta que ha
sido el despeje más erróneo de su vida.