Para ti...
jueves, 31 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Emperador y otras cosas
Llego a Tornacas a media mañana.
Al final del pueblo, a la derecha, por bajo de la carretera está la fuente. Es
una fuente de piedra. Tiene dos caños y un agua clara, limpia, abundante y
fresca. Me acerco. Me refresco echándome un poco en la cara.
La mañana está espléndida. La
carretera es un hilo asfaltado. Sube – una continua curva – hasta coronar el
puerto. Ya no es Extremadura. Arranca Castilla. Allí nace el Jerte.
Un hombre mayor sentado junto
al pilar, deja que pasen las horas. Es tiempo de verano y está abrigado con una
chaqueta, jersey y una camisa de cuadros. Entre sus manos, un bastón de madera
de castaño. Apoya la espalda contra la pared de piedra…
-
Buenos días, abuelo.
-
Buenos…
-
¿Echando el rato?
-
Echándolo…
-
Hace calor…
-
Hace…
-
Tienen ustedes un pueblo muy bonito…
-
No está mal. Antes era otra cosa…
-
¿Y eso?
-
Pues ya ve, los jóvenes se han ido. Solo
quedamos los viejos…
-
Pues, usted está muy bien…
-
Como los duraznos, lo malo por dentro…
-
¿Cuántos hace?
-
Metido en los noventa y tres…
Poco a poco, me gano su
confianza. Me cuenta, que de joven trabajó en el campo. (A lo lejos se escucha
cómo faenan los hombres en la recogida de las cerezas, cencerras de vacas en la
ladera y un burro que rebuzna en una cuadra). Se interesa por saber de dónde
vengo y me dice que cuando era “momento” iba a comprar papas a la vega de
Antequera. “Llevábamos picotas, y en el retorno cargábamos papas…” Tenían buen
género.
Se llama Antón Méndez. En la
casa de un antepasado suyo, pernoctó el Emperador cuando iba camino de
Jarandilla antes de atravesar la sierra de Tormantos.
-
Mire cómo era la gente de antes. A los pocos
días descubrieron en el desván una imagen de la Virgen. Dieron noticias al
séquito para decirles del olvido. El Emperador les escribió una nota de su puño
y letra y les dijo que era una donación por lo bien que lo había atendido…
Le digo que sigo camino, que
voy para el Barco de Ávila, y de allí a Matarredonda de Gredos en busca del
nacimiento del Tormes. Me desea buen viaje….
Era una mañana soleada de un
día de verano de hace unos años… Entre los árboles, voló una oropéndola.
miércoles, 30 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Lotería
Inundaciones Setenil de las Bodegas (Cádiz)
Nubes y claros. El tiempo, como
todo, rarísimo. Si uno ve la televisión – además de encontrarse con gente que
sabe de todo – siente por dentro una sensación de ahogo e impotencia que lo
deja anonadado. Mucho de lo que dicen, o es malo o va por el camino.
¿Se acuerdan de aquello de que
todo lo que gusta está prohibido, es inmoral o engorda? Más o menos, pero al
revés. Las noticias que saltan son como para echar a correr y no mirar hacia
atrás. Lo que está a nuestras espaldas es para no verlo, pero anda, ¡que lo que
tenemos por delante…!
Los ayuntamientos que no saben
en qué gastar el dinero que no tienen, se han encontrado con un regalo añadido.
Las calles – las fachadas también, pero ese es problema de los vecinos – tienen
el barro incrustado de tal manera, que ni el agua a presión lo saca. Si el agua
a presión fuese la solución para algunas cosas… pues eso.
Decían en no sé qué sitio, esos
que les comentaba antes que lo saben todo, que nuestro gobierno le ha dado el
Sahara a Marruecos para que frenase las oleadas de personas en las vallas de
Ceuta y Melilla - como si la injusticia con cara de hambre y necesitad se
frenase así – y están llegado en masa a Canarias… Ahora ¿cómo le ponemos al
niño?
Esta primavera ha entrado muy
rara. Después de un otoño e invierno secos, le ha dado por venir el agua a su
antojo y la está liando en muchos sitios. Ayer por la tarde, le tocó a Setenil
de la Bodegas y la semana pasada a la Comunidad Valenciana. Vamos que esto va
por barrios.
Barbeito, ha ironizado en su
“Tempranillo” de hoy sobre cómo envenenar a los negociadores de Ucrania:
¿fruta? ¿agua? ¿un polvillo sobre las mesas que con el roce entra en la piel y
luego se va a la sangre? Con el cariño que te tengo, maestro, se te ha olvidado
que, en este país nuestro, tenemos un sistema hipnotizador menos nocivo y más
discreto: la tele.
El cambio climático, el
culpable de todo. Y nosotros ¿qué? Nos puede pasar como el del chiste que le
pedía a Santa Rita el premio de la lotería y la santa le contestó que al menos
sacase el décimo. No hay que hacerse ilusiones; al menos sacar el décimo…
martes, 29 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Remigio
29 de
marzo, martes. En invierno, el aula de Ciencias Naturales era
oscura. Estaba en los bajos de la rotonda, conforme se bajaba por la escalera
de caracol, a la derecha. Era una sala amplia, con ventanales que daban al
patio – a aquel espacio de expansión se le llamaba patio, pero no lo era –
donde se jugaba al fútbol, al frontón o simplemente se paseaba.
El techo era alto, en uno de
los laterales, a la derecha de la mesa del profesor y frente a los ventanales,
estaban las vitrinas que guardan el material propio del aula. A mí lo que más
me gustaban eran las aves disecadas. Había un puñado de pájaros de diferentes
tamaños y colorido en las plumas que alguien había puesto allí para completar
nuestra formación. A sus pies tenían el nombre científico, y una pequeña
leyenda, que casi nadie leía.
En otra de las vitrinas estaba
colocada la mineralogía. Era algo frío, distante, poco atrayente. Los pájaros,
aunque disecados, tenían un interés de algo que en su día tuvo vida, pero la
mineralogía, pues eso, como que no.
-
Don Remigio, ¿esta piedra…?, preguntábamos,
iniciando la provocación al profesor.
-
Hijos, - don Remigio era un resorte y atronaba –
no seas bruto, eso no es una piedra, es un mineral…
Don Remigio era un hombre
mayor, alto de estatura, con la cabeza blanca y acento de Valladolid, lo que
daba aún más sensación de corrección en su lenguaje, ortodoxo, pulcro,
correctísimo. Vestía un traje gris,
camisa blanca y corbata negra. Su mesa, la mesa del profesor, estaba en la
cabecera del aula sobre una tarima, que lo elevaba – en sabiduría y gobierno –
sobre todos nosotros.
Don Remigio era un hombre
bueno. A mí me parecía que era muy bueno y que intentaba sacar de nosotros todo
lo que llevábamos dentro sin apartarse de la metodología que imperaba en aquel
tiempo (yo me aprendí de memoria toda la cristalografía… Hoy me pregunto ¿para
qué? Pero no obtengo respuesta). Don Remigio era también el director del
Instituto Femenino que estaba en calle Gaona…
Por los ventanales, los días de
viento de levante, veíamos como se agitaban las ramas de los eucaliptos,
esperpénticas, desarboladas, como si asidas al tronco de donde habían salido,
luchasen por sobrevivir que era su sino ante las fuerzas telúricas. ¡Qué tiempos,
Dios mío!
lunes, 28 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Misericordia divina
28 de marzo, lunes. Día gris. No llueve, lo parece,
pero no. Una sensación de humedad constante en el aire, da una nota apagada y
triste. El sol se ha escondido o debe andar de vacaciones por otras tierras.
Tiene secuestrada a la primavera…
Detrás de los cristales se ve
El Hacho sumido en la bruma; el cielo, entoldado; no andan las nubes, están
quietas; no cantan los pájaros. Los algarrobos de la jerriza son fantasmas que surgen entre ese roquedo de piedras
desprendidas con las que hemos convivido siempre y que se quedaron a media
ladera en su camino de bajada.
Dicen que viene otra borrasca.
Bueno, un rosario de borrascas. No les dan la intensidad de las anteriores, las
que entraron la semana pasada. En su evolución, en ese remolino que originan
los vientos en su giro, no descartan que nos vuelvan a traer, otra vez, polvo
en suspensión del desierto. Eso sería repetir la faena.
Un chiste que ha circulado
estos días, por las redes decía que le hemos cedido el Sahara a Marruecos, y su
rey, como correspondencia nos ha regalado el polvo del desierto. Se ve que la
cortesía, a pesar de tanta crispación, no se ha perdido… O como dijo el Guerra
“hay gente pa tó”.
Dice un amigo que el barro
caído – llovido – hace unos días ha puesto las fachadas como los trajes de los
niños de primera comunión cuando los chavales se derraman la taza de chocolate.
A lo peor no es tanto, pero el casi lo lleva puesto. Algunos pueblos blancos
han dejado de ser blancos en sus fachadas según la orientación, y han emulado a
los pueblos de adobe de Castilla. Una manera de dar trabajo a los pintores en
estos meses que se nos acercan…
Por un casual ¿no se han dado
cuenta de las ganas que tiene la gente de echarse a la calle? Ahora se las
andan con las previsiones de cómo estará el tiempo en Semana Santa. Quienes
temen a la lluvia y quienes la están deseando, porque en todos sitios no ha
llovido igual.
Hace unos días en una tertulia
– discrepancias aparte, que las había – Teodoro León Gross contó la respuesta
que dio el maestro Alcántara cuando le preguntaron sus preferencias sobre vino
o cerveza, ginebra o güisqui, ron o… “No pongamos, contó que respondió,
cortapisas a la misericordia divina”. Pues eso.
domingo, 27 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Xébar
27 de marzo,
domingo. Tiene vocación de río, pero le
falta el curso continuo de agua y se queda en arroyo. En su nacimiento, junto a
la ermita que le da nombre, al sur del macizo kárstico de El Torcal es como un
potro encabritado que bracea a su antojo y se desboca bravucón y caprichoso. En
su vejez, o sea, en su final ya agotado se pierde en meandros pronunciados,
reacio a entregar el tributo al Guadalhorce, entre el Morquecho y La Molina,
que lo espera a la bajada de la Cuesta del Río, frente a Álora.
Es el
más importante del término municipal junto al arroyo de Las Piedras que nace en
los Prados de Eslava. Se alimenta de otros arroyos que le entregan sus aguas.
El arroyo de Los Chinos o de la Atalaya – la Atalaya de Omar -, Cañada del
Cerro del Cura, Valsequillo, y Espinazo del Perro, por la derecha; Ancón, Pedro de la Torre y Morales, por la
izquierda.
Se
menciona en el Libro del Repartimiento en las propiedades de “Diego de Vera, alcayde quedale (...) quince
arançadas de azebuchar e que haga heredad, linderos el arroyo Xebar y el Camino
Real”. El Catastro del Marqués de la Ensenada dice que “las tierras de
Catalina Romero, viuda, confrontan con el arroyo Jévar; por poniente, con el
Camino que va a Córdoba.”
En la
avenida del 26 de septiembre de 1906 dice la Hojita Parroquial que “entró por
lo alto del llano del olivar de Casablanquilla, inundando las huertas. En la
vivienda conocida como “casa del boticario” subió 80 ctms de altura. Destrozó
propiedades colindantes en Venta Tendilla y el Morquecho, arrancó fuertes de
piedra que protegían las márgenes y ahogó animales.
En la
de finales de los años cuarenta del siglo XX fue el protagonista de un suceso
triste y luctuoso. Un vecino, apellidado Torrijos fue arrastrado por sus aguas,
perdiendo la vida. Asido a una adelfa en el entronque con la cañada de la
Panera, en las cercanías del Tajo Galupe, frente a Casablanquilla, no pudo
resistir la fuerza de la riada. Su cadáver se encontró unos días después.
Aquella avenida se conoció, entre los vecinos del pueblo, como “la riada de
Torrijos”.
De
muchacho, uno recuerda al arroyo Jévar con agua clara y pajarillos abrevando en
sus ensenadas; con pececillos diminutos, ignorantes del fin cercano en los calores
del estío…
sábado, 26 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Habas
26 de marzo, sábado. Dicen que es comida de
Cuaresma, tiene su máximo esplendor en primavera y es la base alimenticia de
muchas comunidades. Sí y algo más, mucho más. En Granada – por San Antón, que
es pleno invierno, se comen con bacalao- y en mi pueblo, en Álora, cuando
tienen flores, o sea por febrero, que no es todavía primavera, aunque “por
febrero, busca la sombra el perro”, algunas cabezas se ponen…
Es una leguminosa de grandes
propiedades nutritivas por su alto contenido de proteínas, vitaminas, minerales
y antioxidantes. En el campo, por su enorme componente de fosforo, se utilizaba
como abono natural en la alternancia de barbechos y aportaba el enriquecimiento
de la tierra para la siembra posterior de cereales.
Tiene una raíz que crece en profundidad.
Los nódulos, al igual que otras fabáceas, familia a la que pertenece, fija el
nitrógeno en el suelo. Consume el ochenta por ciento para nutrición propia y el
veinte por ciento restante lo utiliza para mejorar la fertilidad de la tierra.
El haba – en algunos lugares se
emplea en femenino – no es una verdura y sí una legumbre muy rica en fibras e
hidratos de carbón, además de agua. Aportan potasio y vitamina A y al refranero
le dan una salida cuando se quiere hacer patente la estulticia de alguien y se
le llama “tonto del haba”, o “como las habas cuanto más grande, más vaina”. Se
ve que el refranero no la exime de cierta dureza… ¡en fin, cosas de la vida!
Posee también ácido fólico. La
cantidad de fibra de la vaina que es comestible, si se consume en fresco
conjuntamente con la ‘pipa’, aporta al organismo minerales. Su ingestión es
recomendable en medicina para los enfermos de diabetes.
Se cultiva en regadío o en
secano. Su tallo, muy tierno, fácilmente sensible a los vientos helados del
norte, acusándolos en cuanto aparecen y a los vendavales de aires fuertes de
levante. Pueden causar destrozos en los sembrados (“el aire ha revolcao el jabá”). La vaina aparece en el tronco y es
fruto de una sola vez.
Desde tiempo inmemorial ha sido
alimento animal y del hombre. Oriunda de América, forma parte de la dieta
humana desde el sur de Chile hasta México. En Europa, se concina de diferentes
formas y maneras. Ollas mediterráneas, tortillas, revueltos… ¡o crudas! ¡Que a ustedes les aproveche!
viernes, 25 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viñas
25 de marzo, viernes. El tren cruzaba raudo, veloz,
como alma que va en pena, como alma que empuja el diablo como… ¡yo qué sé! El tren iba por ese extremo de La
Mancha donde son más Montes de Toledo que la propia llanura que dio apellidos a
Don Quijote. Ese lugar –salvado Depeñaperros- que se abre de Madrid hacia abajo
y dice que es tierra de algunos olivos, de azafrán y de viñas.
Las viñas dan personalidad al
paisaje. Aún no han brotado. Se alinean en hileras que guardan las distancias
entre las cepas. Forman recuadros rectangulares, cuadrados a veces, distintos
pero uniformados entre sí.
Cuando lleguen los meses de
estío y todo esté seco porque lo pide el tiempo – ahora están secos por la
falta de lluvia y por la estacionalidad – serán extensiones verdes. Algo así
como asomos del paraíso terrenal que se vino a vivir por un tiempo a un lugar
lejano al suyo. En un verano de esos en que las chicharras casi tienen miedo a
asomarse, un paisano que lo contemplaba, lanzó a voz en grito:
-
¡ Po anda que no hay ahí, comersación, ni ná…!
Ahora cuando el tren va cruzando
los campos, las cepas desnudas de hojas porque por esas tierras lo brotes tiernos
tardan más en salir, son pequeños esqueletos endurecidos y desnudos. Acaban de
superar los meses del rigor del invierno, aunque a bien decir, éste que se nos
va dentro de unos días, no ha sido tan riguroso como otros hermanos anteriores.
Las viñas, decía Josep Pla, que
humanizaban el paisaje. Me parece que, además, les da algo sensual. Todo es
pequeño, a pesar de la extensión de tierra en que crecen, y piden una caricia
sobre esas, una o dos yemas – qué polémicas sostengo con mi amigo Juan Blanco
cuando se empeña en dejarle la tercera, y le digo que no, que una o dos, y me
responde, que su padre le dejaba más… - porque lo pequeño, lo delicado, lo
sensual es así.
Todo está ordenado. Esperan ese
momento en que debajo de los pámpanos aparezcan los racimos y luego sean uvas y
regalarán el “néctar divino que algunos llaman vino porque del cielo nos vino …”
En fin, qué cosas se le ocurren a uno mientras el tren cruza raudo, veloz por
una tierra donde en los pueblos lejanos sobresale la torre de su iglesia…
jueves, 24 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Carmen
Foto. Marisa Segura Zamudio
Si se piden a bote pronto, tres
pilares de la literatura española de los años cuarenta, saltan los nombres de
Cela con la Familia de Pascual Duarte,
Miguel Delibes con La sombra del ciprés
es alargada y Carmen Laforet con Nada.
Carmen y Miguel, premios Nadal en 1944 y 1947.
El Instituto Cervantes de
Madrid, acaba de inaugurar una magna exposición, “Todo y Nada” sobre Carmen
Laforet donde se recoge la trayectoria de una mujer con nombre propio y ¡tan propio!,
desde sus inicios hasta sus últimas obras.
Carmen fue la primera mujer que
ganó el Premio Nadal y lo que es más importante, marcó un hito tan señero de la
nueva novela española que surgía y que luego tuvo continuadoras (me refiero
dentro del mundo femenino, entre otras, como Carmen Martín Gartín Gaite, Ana
María Matute, Gloria Fuertes o Carmen Conde… que son referentes y sin las que la novela estaría incompleta.
Nada es la
huida de la literatura vacua y sin contenido. Presenta la realidad dura de cada
día en una familia desestructurada donde cada uno desempeña un papel ante los
demás y el suyo propio, a veces ocultado a la vista de los otros. Tiene mucho
de autobiografía. Algunos críticos ven parte de su propia realidad en Barcelona,
a donde llegó la autora desde Canarias, donde vivió de niña y comenzó su
despertar literario.
Su escritura es “directa y
fresca, en oraciones cortas y claras. Es una voz moderna; a diferencia de la
mayoría de los novelistas españoles de la época, no es prolija y no ata los
cabos sueltos en un mensaje moral” según dijo de ella, de Nada, Miachael Eaude, en el obituario con ocasión de la muerte de
Carmen publicado por el periódico The
Guardian, en 2004
Carmen Laforet escribió Nada con 22 años. Presentó al crítico
literario Manuel Cerezales – con quien posteriormente se casó, tuvo cinco
hijos, y se divorció en 1970 – la novela para que la publicase en su editorial,
Novela y Cuentos. Le recomendó que se presentara al Primer Premio Nadal, que
consiguió. La salida a luz de la novela, asombró a todos por su realismo y su
fuerza en la denuncia de una sociedad decadente.
La exposición, en el Instituto
Cervantes de Madrid, invita a
redescubrir a la escritora a través de sus libros, manuscritos, documentos,
artículos, fotografías, y objetos personales. Merece la pena, y mucho.
miércoles, 23 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Capricho
Parque de El Capricho. Alameda de Osuna (Madrid)
23 de
marzo, miércoles. El Madoz, que es como el Vademecum al que se
recurre cuando se hurga en algo muy especial, dice: “es una de las posesiones
más hermosas y magníficas que hay en España, y la única quizá que puede
competir con los Reales Sitios”.
María Josefa de la Soledad, no
deja de ser un nombre de mujer. Era de cara fina y alargada, nariz pronunciada,
boca armoniosa, ojos grandes y cejas arqueadas; en la barbilla, un hoyuelo… Si
se le agregan los apellidos Alfonso-Pimentel y Tellez-Girón, nos lleva a la duquesa
de Osuna que pintó Goya. Eso ya rompe moldes.
Mujer – de vida muy longeva,
vivió 82 años – nacida en 1752, estuvo casada con el duque de Osuna, uno de los
más grandes linajes de España, compro al duque de Priego “un huerto y una casa”,
cerca de Barajas. Allí comenzó la construcción de un jardín bellísimo. Es el único jardín del Romanticismo que hay
en Madrid.
Lo dividió en tres estilos:
inglés, con espacios abiertos y arboleda; francés, con proliferación floral,
arriates y compartimentos; el giardino italiano, con primorosidad de fuentes, estanques y estatuas que rodean
glorietas y caminos. Tiene un punto más de originalidad, su apartado chinesco
con una casa de bambú. En él trabajaron los más importantes jardineros de
Europa. Se construyó en diferentes épocas.
A la muerte de la
duquesa pasó por manos de la ocupación francesas durante la Guerra de la
Independencia, alta sociedad madrileña y adinerados. Sus dependencias, lugares
de fiestas. Los derroches llevaron a los herederos a la bancarrota y las obras
de arte pasaron a manos de coleccionista y banqueros. Durante la Guerra Civil,
el general Miaja estableció en su suelo un búnker usado por el Estado Mayor del
Ejército, que dirigió la defensa de la zona Centro. Hoy es propiedad del
Ayuntamiento de Madrid.
Entre sus señas de identidad están
el Abejero
(1793-1796), cúpula con una rotonda con la estatua de Venus y un pabellón con panales,
protegidos por cristales y donde los invitados contemplaban el trabajo de las
abejas; un Casino de baile,
neoclásico con dos plantas; la casa de la
Vieja que recrea una aldea de Madrid; la Ermita y el Fortín, una
estructura de ladrillo que daba acceso a la casa del Artillero.
El Parque del
Capricho es un conglomerado de belleza en la ornamentación, variedad, riqueza
floral y buen gusto… o sea “un capricho”.
martes, 22 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Polvo en los zapatos
“Campo, campo, campo. / Entre
los olivos, / los cortijos blancos”. Lo vio don Antonio Machado. También vio
cómo venía la lechuza a beber en el velón de aceite de Santa María. El maestro
Barbeito, veía en los olivos de Bailén, los primeros de Andalucía, a un
escuadrón, en posición de firmes que presentan armas en el recibimiento a los
viajeros que se adentran por Despeñaperros.
Hace unos días el campo –
agricultores, ganaderos, cazadores… - se
ha presentado en las calles de Madrid. Desde Atocha hasta Nuevos Ministerios,
han subido por la Glorieta de Carlos V, Paseo del Prado, Plaza de Cánovas, que
por cierto era malagueño, Cibeles, Recoletos, Colón – al que todavía andan
buscándole el sitio de nacimiento – y Castellana….
El hombre del campo siempre
puso la espalda esperando el garrotazo del hambre, del señorito, del impuesto, del
temporal, del intermediario…, ahora ha puesto sobre las calles de Madrid su
hombría de bien. Han ido a lo que han ido. Ni un incidente, ni una bandera
ofensiva, ni un escaparate apedreado y roto, ni un comercio saqueado, ni un
coche volcado, ni un servidor del orden herido, ni un jardín destrozado, ni un
banco fuera de su sitio…
El hombre del campo ha puesto
sobre el asfalto su hastío, su impotencia, su clamor. No puede aguantar más. Yo,
a los hombres del campo que conozco son los que tienen arrugada la cara de
pasar frío y calor y las manos encallecidas; de los que saben de madrugadas
bajo las estrellas; de los que no pueden pagar el jornal, y de los que viven de
ese jornal que no les llega; de las mujeres que esperan el regreso, porque hay
que echar la casa adelante y los niños están ahí…
Mi abuelo decía que el campo
tenía mucho aguante. Todo el que se arrimaba al campo como mínimo, al regreso,
llevaba polvo en los zapatos. Esos hombres del campo saben lo que llevan pasado
y soportado.
Coincidí por la carretera con
muchos autocares que regresaban a los pueblos de Andalucía. Me acordé de don
Quijote cuando Cervantes hablaba que, por aquella tierra, a la hora del alba salió
al campo tan ufano, tan contento que de puro gozo le reventaban las cinchas del
caballo. Ésta era otra hora, la del crepúsculo. No sé su grado de satisfacción.
Solo me asaltada una pregunta. ¿Y ahora qué?
lunes, 21 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora.
Quinta de los Molinos. Madrid
21 de marzo, lunes. Pasear por Madrid, por la tarde, a finales de
invierno, a esa hora en que el sol dora arreboles sobre las cumbres del
Guadarrama, es una experiencia única. Esos atardeceres los pintó Velázquez y dejó
la profundidad y el colorido en sus lienzos.
El parque de la Quinta de los
Molinos está casi al comienzo de lo que se llamó Carretera de Aragón. Ahora los
tiempos cambian. Se llama Barrio de El Salvador, en el distrito de San
Blas-Canillejas. Se accede por varios sitios, pero la parada de Metro más
cercana, es la estación de Suanzes, en la línea 5, en el número 527 de la calle
de Alcalá…
El parque tiene dos partes. Una
artística y monumental, en la norte; otra, de labor. Está sembrado de plátanos
orientales, olivos, pinos y eucalitos. La estrella del parque, los almendros.
Florecen entre mediados de febrero y marzo. En este espacio de tiempo, son
exponentes de la Gracia de Dios.
Los almendros hacen que este
paisaje no se pueda confundir con ninguno. Hileras tiradas con cordel.
Geometría y campo de la mano. Floración exuberante, colorido. Reverbera el
color blanco; zumban las primeras abejas. Hay cantos de pájaros y arrullo de
torcaces picoteando la yerba que apunta en los bordes de los caminos, entre las
calles espaciosas y amplias de almendros.
Hay que deambular, perderse,
dejarse ir por donde se apetece. Rincones, estanques, pequeños vericuetos con
alhelíes, lianas, lirios, enredaderas…
De vuelta a la calle – se puede
salir también por la calle Juan Ignacio Luna de Tena, en la zona norte; por el
este, Avenida 25 de septiembre; por la Avenida Miami, por el Oeste – a la calle
de Alcalá uno se topa de cara con la bulla, la prisa y el ruido sordo de la
ciudad. Es la vorágine. Coches, gentes, terrazas… A eso le llaman civilización.
El parque fue un espacio
propiedad del marqués de Torre Arias. Lo abandonaron a su suerte, y años
después el Ayuntamiento, mediante acuerdos urbanísticos, lo recuperó para la
ciudad. Madrid tiene varias rosaledas, dos son únicas: la de Cecilio Rodríguez
y la del Parque del Oeste; espacios verdes admirables: El Retiro, la Fuente del
Berro, las riberas del Manzanares, el Juan Carlos I, el parque de Roma… Otros,
desconocidos pero soberbios: la Quinta de los Molinos o el Parque de El
Capricho en la Alameda de Osuna…
domingo, 20 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Huelva sí o sí
20 de
marzo, domingo. A pesar de conocerla – eso es una presunción - desde hace mucho tiempo, unas veces porque a
uno le gusta ir al reencuentro con los amigos; otras, porque pasaba por allí;
alguna vez en la búsqueda de lo nuevo...
Huelva ofrece siempre algo
especial como lo tiene cuando se relee a Juan Ramón. La misma primavera, las mismas
flores. ¿son las mismas las margaritas del camino para que los niños jueguen
con Platero?
Sabe a mar abierto en el océano
un poco más allá, solo un poco más allá de la ría. Todo es infinitud. Al
atardecer de cada día, se va el sol camino de América. Por allí también se fue
Colón que buscaba otras tierras y cuando se perdió de vista Palos – que
entonces era Reino de Sevilla - la gente
marinera ya sabía que la mar, era mucha mar, demasiada mar para que terminarse
allí mismo…
Coquinas, chirlas, jibias y
chocos, gambas blancas bajo el ‘azul de los cielos, en el mar de Andalucía’
Isla Cristina saca punta de espigón. Es el puerto pesquero más importante del
Sur.
Espera y espera a que regresen
con la pesca los barcos, a que vuelen rasantes las gaviotas, a que vengan las
nubes que traen las borrascas.
Sabe distinto en cada sitio, el
embutido de la Sierra – Aracena, Aroche y las Cumbres, las tres, y Encinasola,
donde dice mi amigo Fermín que comienza Andalucía – y en Alájar cuna del
Renacimiento, y en Galaroza cuando celebran la fiesta de los ‘Jarritos’ o con los frutos de primor,
en Lepe. Vinos en la Palma y en el Condado…
Dolor en la mina; paisaje lunar
en Riotinto…Guadiana y Múrtiga: Ayamonte, Vila Real, Sanlúcar de Guadiana, Alcoutin,
Barrancos… Para el caso lo mismo, según
qué orilla, según el lugar desde donde se mire…
En El Cerro del Andévalo, carne
de caza y cordero; jara y romería - San Benito
- y El Rocío, en Almonte, pero distinto. Huelva, esencia del fandango:
Alosno, - ‘Calle Real del Alosno…’- Valverde, Calañas, Almonaster (¡qué pueblo
tan bonito y con tan buena gente como Antonio Domínguez o Pepito…) Me quedo con
la Danza del Pandero en Encinasola: “Yo
sembré en una maceta / la semilla del engaño / con lágrimas la regué / y la
flor salió llorando/ tuvo la culpa el querer”. Ah, y con la Virgen de
Flores. Pues eso…
sábado, 19 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Espárragos
Esparraguera silvestre.
19 de
marzo, sábado. Es un manjar apreciado. Los espárragos son
brotes de los tallos carnosos de la esparraguera. Pueden ser blancos, rosáceos,
o verdes. Los blancos crecen bajo tierra y nunca ven la luz; los verdes,
reciben los rayos del sol y la función clorofílica permite la fotosíntesis que les
confiere ese color.
En la antigüedad fue muy
apreciado por egipcios, griegos y romanos, pero quedó en el olvido durante la
Edad Media. En el siglo XVIII, el rey Felipe V lo devolvió a un lugar de
privilegio en la mesa, sitio que, no solo no ha abandonado todavía, sino que
cada vez lo ocupa con más fortaleza.
El espárrago se consume a menudo
en conserva – pensemos en la publicidad mañanera mientras se esperan los
encierros de San Fermín, en los primeros días de julio – sin embargo, los
verdaderamente expertos en gastronomía, los prefieren frescos.
Se presenta ligeramente cocido.
Su época ideal de consumo es abril y mayo en que la tierra ya ha dejado la
textura invernal y los ofrecen con unas propiedades excepcionales. Las noches
frías, que poco a poco van dejando de ser menos largas y que con riegos
apropiados – sin encharcamientos – hacen que su desarrollo sea el ideal al
levantarle el abrigo que los cobija.
Su contacto al paladar los hace
suaves, sin fibrosidad, equilibrados y con un ligero amargor que permite el
maridaje con las mahonesas, si son de huevo mejor, que con la de leche aunque
puede subyacer el peligro de la salmonelosis, hoy subsanada con los controles
sanitarios.
Se siembran para cultivos en
blanco, en líneas – en caballones, en algunos sitios llamados también lomos de
tierra – que se abren y se cortan por la base del espárrago cuanto más bajo
mejor, porque alcanzan mayor grosor y altura.
El espárrago silvestre crece espontáneo.
Es amante de terrenos rocosos y pobres. Su nombre en sí, significa brote. Las
tendencias ecologistas - en su ignorancia - están en contra de la quema de
esparragueras cuando eso significa nuevos nacimientos de brotes con más
fortaleza que vivifican la planta.
Tienen propiedades diuréticas.
Se excretan por la orina y deja un fuerte olor porque contiene azufre. Les atribuyen también propiedades afrodisíacas,
pero no se han podido demostrar.
En España son famosos los de
Navarra y Huetor-Tajar (Granada). Los silvestres, en todo el Mediterráneo que
incorpora su gastronomía. Unas sopas perotas, en Álora, sin espárragos… Pues
eso.
viernes, 18 de marzo de 2022
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Joaquín
Reales Alcázares. Sevilla
18 de
marzo, viernes. Romero Murube – Joaquín Romero Murube – era un
escritor ameno, directo, asequible, de los que llegan y tocan con los nudillos
de la sensibilidad en el alma de quien lo lee, y si se le abre la puerta, entonces,
se adentra y deja un poso de delicia y gozo.
No hay manera de ver con más
acierto, con más sencillez, la vida íntima de los pueblos como lo hace él
cuando habla de lo cotidiano, donde no pasa nunca nada. Unas ocasiones lo hace
cuando cuenta cosas del suyo; otras, cuando describe otros pueblos perdidos en
la campiña, al pie de una sierra, o en las orillas de un río y ven cómo pasa el
agua…
Hurga como nadie en el alma
oculta que se asoma a la ventana, o que va en el gañán que regresa del campo, o
en la mujer joven que despierta a la vida y espera encontrar en el camino ese
hálito de su sueño que vaga en su búsqueda...
Leer a Romero Murube es sacar la
esencia de las rosas de los Reales Alcázares que tanto cuidó y amó, pero que
solo se abren a quienes se acercan a ellas cuando buscan el aroma que tienen
cuando están a punto o cuando ofrecen su belleza desde lo más recóndito de sus
almas.
Cuando se lee a Romero Murube,
no es solo la vida la que aparece entre las líneas de sus escritos. Hay algo
más. Nadie mejor que él sabe sacar la poesía a las esencias de las cosas,
algunas veces tan ocultas, que pueden estar en el seto que forma el vallado
orillando el sembrado o en las campanas lejanas que dejan que su tañido se
expanda, hasta perderse en la lejanía del campo.
A veces añoro y me imagino cómo
debieron ser aquellas conversaciones entre él y Miguel Hernández entre mirtos,
bajo los naranjos al amparo del arrullo de las palomas o en el canto
entrecortado de los mirlos en las mañanas cuando el sol se abría paso en la
espesura del jardín. Al otro lado de la muralla pasaba lo que estaba
pasando…
Flota en sus escritos siempre
un olor que no aparece en los escritores de oficio. El suyo es el olor de lo
auténtico, de lo singular, de lo único del que pueden – podemos – participar
todos.