jueves, 9 de diciembre de 2021

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tarde de diciembre

 

 


Cuando me jubilé  -ya hace su tiempo -  algunos amigos me ‘buscaron’ ocupaciones. Deberías ir al gimnasio o a natación, todos los días deberías andar como mínimo una hora, deberías matricularte en la Escuela de Idiomas y aprender Inglés, deberías…

Decidí hacer lo que me viniese en ganas, dentro de un orden, por supuesto. Intento cumplirlo. Me propuse escribir un artículo diario. A veces, lo consigo. Después de comer cuelgo el de hoy y me salgo a dar una vuelta por la calle. Llevo, desde media mañana, en la buhardilla. Necesito estirar las piernas. Escucho como se estrella el viento contra los cristales de la ventana. Ha pasado un coche. Silencio. Ahora, pasa otro. Es un ruido sordo, continuado. He ido a la plaza y he vuelto. No he visto a nadie conocido. El pueblo está solitario…

¿Dónde se mete la gente? Debe andar por la capital, en calle Larios. Según la televisión, la afluencia es masiva y a cualquier hora de la tarde está abarrotada. Es lo que muestran las imágenes. El alumbrado, un reclamo excepcional. Viene gente de los sitios más inverosímiles. Se ve que tenemos necesidad de nuevas sensaciones.

Al pasar por la delante de la casa de la Cultura, veo que en la fachada principal han colado un lienzo anunciando “El Día que Jesús no quería nacer”, de Antonio García Barbeito… Lo representan (viernes 17 de diciembre) y buscan algún beneficio económico para ayudar a quienes más necesitan… Este mundo está muy mal repartido.

En un rincón del parque, en la Plaza de la Legión Española, han colocado una falsa pista de hielo. Y digo ‘falsa’ porque no tiene hielo sino un suelo artificial que permite el deslizamiento de la chiquillería sobre patines especiales. Disfrutan, gozan, se divierten…

Sigo calle adelante. Un chorreo de gente entra y sale del estanco. El vicio tolerable – por ahora, porque la ministra está en lo contrario - les puede.

Voy por la acera de enfrente y recuerdo que hace unos días – no es hora, ésta en la que paso – entré en El Yunque, a la subida de la calle Convento. Hacía mucho tiempo que no iba, me tomé un Carbonell con una tapa de pajarilla encebollada. Todavía no la he olvidado.  Está claro que no deben perderse los buenos principios…

Luces navideñas iluminan el tronco del ficus. En sus ramas los pajarillos, acurrucados, pasarán la noche.

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