Cuando me jubilé -ya hace su tiempo - algunos amigos me ‘buscaron’ ocupaciones.
Deberías ir al gimnasio o a natación, todos los días deberías andar como mínimo
una hora, deberías matricularte en la Escuela de Idiomas y aprender Inglés,
deberías…
Decidí hacer lo que me viniese
en ganas, dentro de un orden, por supuesto. Intento cumplirlo. Me propuse
escribir un artículo diario. A veces, lo consigo. Después de comer cuelgo el de
hoy y me salgo a dar una vuelta por la calle. Llevo, desde media mañana, en la
buhardilla. Necesito estirar las piernas. Escucho como se estrella el viento
contra los cristales de la ventana. Ha pasado un coche. Silencio. Ahora, pasa
otro. Es un ruido sordo, continuado. He ido a la plaza y he vuelto. No he visto
a nadie conocido. El pueblo está solitario…
¿Dónde se mete la gente? Debe
andar por la capital, en calle Larios. Según la televisión, la afluencia es
masiva y a cualquier hora de la tarde está abarrotada. Es lo que muestran las
imágenes. El alumbrado, un reclamo excepcional. Viene gente de los sitios más
inverosímiles. Se ve que tenemos necesidad de nuevas sensaciones.
Al pasar por la delante de la
casa de la Cultura, veo que en la fachada principal han colado un lienzo
anunciando “El Día que Jesús no quería
nacer”, de Antonio García Barbeito… Lo representan (viernes 17 de
diciembre) y buscan algún beneficio económico para ayudar a quienes más
necesitan… Este mundo está muy mal repartido.
En un rincón del parque, en la
Plaza de la Legión Española, han colocado una falsa pista de hielo. Y digo
‘falsa’ porque no tiene hielo sino un suelo artificial que permite el
deslizamiento de la chiquillería sobre patines especiales. Disfrutan, gozan, se
divierten…
Sigo calle adelante. Un chorreo
de gente entra y sale del estanco. El vicio tolerable – por ahora, porque la
ministra está en lo contrario - les puede.
Voy por la acera de enfrente y
recuerdo que hace unos días – no es hora, ésta en la que paso – entré en El Yunque, a la subida de la calle
Convento. Hacía mucho tiempo que no iba, me tomé un Carbonell con una tapa de pajarilla
encebollada. Todavía no la he olvidado. Está claro que no deben perderse los buenos
principios…
Luces navideñas iluminan el tronco
del ficus. En sus ramas los pajarillos, acurrucados, pasarán la noche.
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