(viene de I)
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¿Señor?...
Preguntó el camarero, desde el otro lado de la barra.
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Lo de siempre,
Lorenzo.
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Para descubrir
que soy un soso, dijo él, no habrás tenido que ir Salamanca ¿no? Preguntó: ¿Eso es lo que tú piensas? Agregó sin
darle opción a responder ¿Qué no te echo cuenta?
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No tengo nadie
que me eche cuenta, dijo ella, simulando un mal enfado, empezando por mi
marido...No tengo perrito que me ladre...¡ayyyy! (A lo mejor iba a agregar algo
más pero no lo dijo).
Él bebió un sorbo del Dry Martini seco que Lorenzo, al
que conocía desde cuando era un muchacho, le había preparado con algo menos de
vermú, como le gustaba a él, con el gajo de limón fijo en el filo de la copa y
dos aceitunas terciadas que le había dejado sobre la barra, al alcance de la mano.
El bar seguía en penumbras y tenía un
cierto aire acogedor, misterioso. Invitaba a la intimidad… Llegó una pareja que
se acomodó en el extremo de la barra, en el más opuesto.
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Bueno, menos
mal que me has puesto en la cola.
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Cuando estoy
sola pienso… y, luego, veo que allí no sé dónde, tengo un soso que no me dice
nada para subirme la moral.
Él se rehízo un
poco sobre el taburete. Dio otro sorbo suave, lento, muy despacio. La miró. La
vio bellísima, con unos ojos que hablaban con la mirada…Aquella tarde le
pareció aún más bella.
-
No me tires de
la lengua, dijo, con palabras entrecortadas.. Sabes de sobra como pienso y como
actúo contigo. Eres una provocadora nata.
-
Yo no soy
provocadora, dijo con palabras casi entrecortadas, mirando un poco por encima
de la copa, como solo que…(hizo una
pausa antes de continuar) hace mucho tiempo que no me dices nada bonito…
(continúa…)
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