25 de diciembre,
sábado. Navidad. Ha llovido durante toda la noche. De hecho
llueve desde hace dos días. Una lluvia mansa, suave – en otros sitios
no es así – ha empapado los campos. El día muy oscuro y gris. Nubes paso
coronan en El Hacho con una gasa de neblina. La bruma da un aspecto aún más
bello, algo así como el despertar del embrujo.
Dicen que París es la ciudad
del amor. En Belén, la más pequeña de Judá, y esas cosas, nació el Amor que
cambio parte de la Historia. La verdad que no se le hace mucho caso y la
Natividad, o sea su conmemoración ha degenerado más en consumismo, comer y
beber o viajar que, en ocasiones es huir de uno mismo, como si eso se pudiese
conseguir.
Poca gente por la calle. Se
protegen bajo un paraguas. Van espaciados. No es por eso de guardar las
distancias. No. Van con la resaca a cuestas de los posibles excesos de anoche y
porque se han levantado tarde. El día no invita pasear, tampoco. De vez en
cuando pasa un coche. Va a alguna parte.
Un amigo me ha regalado la
biografía de Jose Gálvez Ginachero,
Doctor de cuerpos y almas. El autor Francisco García Villalobos. He llegado
a la página cincuenta. Promete. Tiene, en la impresión, el inconveniente de la
pequeñez de la tipografía. Cuando se emplean cuerpos tan pequeños agregan una
dificultad al lector. Hay cosas que requieren un esfuerzo. Esta, por supuesto.
Me ha llegado un video del villancico “Merry Crystmas” (Ese que viene de la sociedad donde el hedonismo y
consumo lo es todo). Cantan y bailan un grupo de chaveillas africanos. Su
pobreza, absoluta. Casi descalzos, usan botellas de plástico recogidas en
basureros a modo de micrófonos y con
cañas los pies que los soportan. El teclado una piedra; la partitura, unos
trazos con carbón. No tienen nada. La pobreza, total. La felicidad de sus
rostros, impresionante.
Poseen, innato, un sentido del ritmo sublime. Sus sonrisas son un
mensaje directo, sin mediaciones a las conciencias – ya sé que eso no está de
moda- donde se nos dice que la felicidad no está en el ‘tener más’ sino en el
compartir lo que se lleva dentro en este caso, la luz de su alegría.
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