Para ti...
lunes, 31 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Un platito con jazmines
Por estas fechas, el Superior,
nos daba el calendario de exámenes. Era algo tan temido, como el sorteo que al
mediodía hacían en las plazas de toros con el encierro ya en los corrales. A
finales de mayo, el curso, por muchas vueltas que se diesen y por muchos
repasos de última hora, ya estaba acabado.
Después sabíamos que venían las
vacaciones, pero antes había que pasar el trago de los exámenes finales. Sobre
los primeros días del verano, o sea, en torno al solsticio, volvíamos al pueblo
y al reencuentro con todo lo que nos habían hecho dejar aparcado por un tiempo.
La primavera, como en otros
sitios, ya estaba casi acabada. Había vestido el campo de verde por febrero. Marzo
había puesto flores en los frutales. Abril, había hecho el campo, porque no hay
que olvidarlo, en mi pueblo, al campo lo hace el mes de abril. Mayo con sus
primera calores le había dado una tonalidad de amarillo y estaban en sazón las
cebadas…
Cuando yo llegaba, me acercaba al
arroyo. Era una forma de tener un reecuentro esperado. El arroyo aún llevaba un
chorro de agua clara y bajo las adelfas, en los ancones, había pececillos que
había subido cuando las bogas, por san José, pero ellos no sabían que estaban
condenados a morir en cuanto apretase la calor y el arroyo dejase de correr…
En los álamos del río, de madrugada
cantaban los ruiseñores y, a estas alturas de la primavera estaban volados casi
todos los nidos: chamarines, verderones y jilgueros, eran colonos nuevos en un
paisaje que ellos, al igual que yo, casi íbamos descubriendo.
Los volantones de golondrinas, se
congregaban en los cables del telégrafo – porque entonces los postes orillaban
las carreteras – y entre ellos se daban las consignas para echar el día. Nunca
se han descifrado esos mensajes que dan las golondrinas madres a sus hijos,
cada mañana antes de comenzar la jornada.
Por las tardes, estas tardes de
cielo azul y limpio, las muchachas iban al parque y una nube de aviones y
vencejos se adueñaban del aire y eran el terror de las masas de mosquitos.
También eran un alivio de servicio de limpieza. Mi madre, ponía en un platito
con agua los primeros jazmines para evitar que nos diesen la noche los que
habían escapado…
domingo, 30 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Otro Rafael
Rafael, “el del helado” era un hombre bajito, de nariz pronunciada, voz
ronca y potente. Estaba casado en segundas nupcias con Margarita, sorda como
una tapia, por lo que Rafael para comunicarse con ella, hablaba a voces, que no
era que tuviese mal humor, no, sino que no tenía otra manera de que lo oyese.
Del primer matrimonio tenía un
hijo, Paco. Del segundo, otro. Se llamaba igual que su padre Rafael, y de
carácter totalmente opuesto a su hermano, al que nosotros conocíamos como Paco
Vila.
Rafael era un buscavidas nato.
Todo el año trapicheaba en lo que daba el tiempo. Compraba cáscaras secas de
naranjas amargas, iba a Coín por manzanas, vendía castañas que traía de
Yunquera y, en las cercanías de la Navidad, vendía peros de Ronda.
Tenía como auxiliar un borrico.
Un borrico grande que era casi un medio mulo. Siempre tuvo una manera de
pregonar la mercancía que lo hacía diferente. Vivía en la esquina de la
Callejuela con la calle Erillas, en la misma casa donde nació el cantaor, Diego
“el Perote”, quizá porque podían
quedar efluvios sueltos de aquel artista del cante por la casa, o quizá, y eso
era más probable, porque Rafael lo llevaba dentro.
Por este tiempo, cuando se
acercaba el verano, se echaba a vender helados por el campo. Dos garrafas, en
el serón del borrico y a colocar la mercancía. Su voz resonaba con una fuerza
especial en las horas plomizas, lentas, interminables de la siesta:
-
“Al
helado, al rico helado” y remataba el pregón: “Que riquillo es, que lo hace Margarita y lo vende Rafael…”
Tenía también una boca de ‘jierro’. De tejas arriba, caía hasta
el mismísimo Padre Santo. La blasfemia era parte de su vocabulario habitual
cada mañana, cuando aparejaba el borrico. Un nuevo Secretario del Ayuntamiento,
alquiló la casa colindante. Su mujer, muy religiosa, escandalizada por el
espectáculo diario, contactó con el párroco para que interviniese en el asunto.
El hombre habló con él y lo amenazó qué de seguir así, lo denunciaría ante la
Guardia Civil y terminaría en la cárcel…
Una mañana, en plena faena, el
borrico se movía y amenazaba con tirar el aparejo y la carga. Rafael, con la
rodilla sobre la harma, apretaba con
todas sus fuerzas la cincha y entre dientes le espetaba al aminal:
-
“No te
aproveches, no te aproveches…”
sábado, 29 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Niños con maletas
Están aún recientes, muy
cercanas, tan próxima que con solo tirar de un par de teclas las imágenes
saltan la vista y se clavan en las almas de los que tienen alma, naturalmente,
en otros… Bueno mejor no pensarlo.
Hace unos años, era la imagen de
un niño en una playa desierta del Mediterráneo a donde iban a morir, pero de
una manera diferente, las olas del mar azul, el mar de Ulises, que había
cambiado las sirenas embaucadoras por una realidad que no tenía nada que ver
con la que presentaba aquella fotografía.
Otro día, fue la barbaridad de
alguien que se llamaba padre y que por hacer daño y venganza había cometido un
asesinato atroz. Cuando la Policía daba a conocer los pormenores a uno se le
encogía ese poquillo que tiene de ser humano y se preguntaba ¿cómo es posible,
Dios mío, cómo es posible?
Ahora, los telediarios ya la han
dejado como décima o décima primera noticia que hay dos niñas perdidas, sin que
nadie logre saber dónde están porque su padre, le ha dicho a la madre, que no las
volverá a ver más. La Policía busca en un mar azul, en el fondo de un mar azul
que es negro, muy negro porque tiene también en sus entrañas muertes y teme que
estas dos chiquitas sean dos más de la estadística.
Hace nada,r los niños eran unos
chiquitos que acaban de sufrir una guerra. La foto de chavales mal vestidos,
con ropa raída y vieja, con cara de hambrientos y almas de infinito dolor, subían
– los subían – a un tren o a un barco. El destino un país lejano. Algunos, no
volverían más. Algunos países eran reticentes a acogerlos.
Hace unos meses el protagonista
era un niño perdido, al otro lado de alambra entre EE. UU. y México…
Ahora, los protagonistas han sido
niños de Marruecos. Unos engañados, otros conocedores de su miseria buscaban
algo mejor que dada su situación, tampoco es mucho lo que pedían.
Ha habido quien se ha opuesto a
su acogida. Es verdad que la injusticia no se remedia con parches. Modestamente,
pienso que volviendo la espalda tampoco. Estos chiquitos de ojos grandes y más
pícaros que el lazarillo son los únicos que no tiene la culpa de haber nacido
donde lo han hecho. Son los nuevos niños
de la maleta.
viernes, 28 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Giverny
Monet, Claude Monet, fue uno de
los pintores creadores de una nueva corriente pictórica el Impresionismo, que arrancó
en torno a 1870. El pintor tenía poco más de treinta años. No estaba solo. En
la nueva corriente, también se integran Renoir, Degas, Pissarro, Matisse… Una
exposición en París, anunció una nueva tendencia del arte en el siglo XIX y la
ruptura con las tendencias anteriores.
La situación económica para el
pintor se tornó difícil. Ya no pintaba obras de carácter realista como en sus
inicios, sino que, impregnado en una mueva manera de ver la realidad que lo envolvía,
quería llevarla al público. Comienza a hacer variaciones del mismo tema, pero
en todas, el color tiene los matices especiales que solo ve el ojo del artista
y luego los plasma en el lienzo.
Dejó París y se trasladó a
Giverny, aguas abajo del Sena, en su confluencia con el Epte, antes de llegar a
El Havre, compró un pequeño terreno, que luego amplió en una adquisición
posterior y allí planta y cultiva flores. Muchas flores, tantas que los colores
son una llamaba constate: azules, lilas, violetas, rojos, verdes, pero sobre
todo, el color azul se va a derramar por toda su obra hasta el punto que la
simbiosis pintor y color son una misma cosa.
Normandía es la región, pero
Giverny, la pequeña localidad que le da acogida en una de sus casas, es la cuna
donde se va desarrollar una de las tendencias más significativas del arte y,
sobre todo su jardín. El pintor lo diseña, lo crea y lo desarrolla en función
de lo que el arte le pide desde dentro. Alguien dijo que entre los nenúfares de
sus estanques, aún está el alma del pintor.
No soy quien para desmentir a quien puede
tener más autoridad, pero me pregunto y ¿si se hace extensiva su presencia en las
rosas, capuchinas, tulipanes, amapolas orientales, junquillos, iris peonías,
narcisos, margaritas…? Monet, plantó sus flores a ambos lados de un camino
central y salpicó el espacio de cerezos, albaricoqueros japoneses…
Luego, sus cuadros con esas
mismas flores, han llenado testeros de privilegio en los museos más
prestigiosos del mundo y sus litografías hacen el gozo de quienes no podemos
llegar a una posesión tan sublime.
El cementerio local de Giverny
acoge a Claude Monet (1926) y a parte de su familia.
jueves, 27 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Primavera tardía
El hombre del tiempo anuncia
levante: nubes, rachas de viento... Las huertas conservan el color verde
intenso las dos márgenes del río. La primavera tardía, pone fin al campo
florido. Ha agostado los pastos de los cerros, en los taludes de la vía y en las
cunetas de la carretera. Los trigos encañados en las lomas y el río es una
franja sensual entre sus dos orillas. Apunta a verano, el campo es un ensueño…
Los olivos de plata, tienen
cuajadas las aceitunas como un rosario de realidades en sus ramas, – “Una en
san Juan, ciento en Navidad” – y san Juan está a pedir de mano. En la orilla
del río sobresalen alisos, álamos negros, mimbreras. Se cimbrean con la brisa
de la tarde los chopos, titilan sus hojas trémulas. Es un corredor seguro por el que sobrevuelan
los cormoranes. Entre cañaverales, tamarindos, junqueras y aneas, anidan los
patos.
Todos los colores son vivos,
intensos. Marcan un hito de diferencia con la vegetación raquítica y esquelética
de los meses de invierno, por donde se colaba a su antojo el viento. Ahora no,
ahora es un muro de protección para los nidos en sus ramas, para las aves que
pernoctan, para los pajarillos errantes que se buscan su vida en el cauce.
El sol madrugador deja un
fogonazo de luz hiriente. Luego, cuando llegan las horas lentas de la siesta,
es un fuego implacable que deja en silencio el campo. Se ‘pierden’ los pájaros,
se acarran las ovejas y echa un sueño el pastor al amparo de una sombra. Junto
a él, siempre camina cansino, un perro.
Quedan restos de amapolas
tardías. Algunas margaritas soportan los calores. Se han subido los alcauciles
y en su flor espinosa y puntiaguda, picotean y entresacan las semillas los
jilgueros, volantones de los primeros nidos que se mocean. Hay un pespunteo de
colores.
El pueblo se asoma al Cerro de
las Torres, al Calvario, al Cerro de las Viñas… Ve abajo, el río que baja lento,
y hasta donde llegan las acequias de riego, es una alfombra de frondosidad.
Luego, a medida que trepa la vista, enfrente, tierras salpicadas de almendros.
El Torcal recorta el horizonte. A veces, unas nubes de paso se tornan oscuras y
negras. Son esas nubes que, de vez en cuando, dejan caer aguaceros tormentosos
en estos días de la primavera tardía….
miércoles, 26 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La muerte viajaba en avión
En la España de la segunda mitad
del siglo XX se hablaba y se escribía de toros. Además de las reseñas en los
periódicos nacionales, una publicación sobresalía a todas las demás, el
Semanario Gráfico Taurino, “El Ruedo”.
Todo lo del mundo de la
tauromaquia se insertaba en sus páginas. Los acontecimientos, también. El 28 de
enero de 1960 recogía la noticia que unos días antes había conmocionado a
España. En un accidente de aviación habían muerto Chicuelo II, su hermano
Ricardo y el picador de La Puebla del Río, José Díaz.
A toda plana, el Semanario
informaba que el 20 de enero, un avión de la compañía colombiana Avianca se
había estrellado en la bahía de Montego, en la costa norte de la isla caribeña
de Jamaica. El vuelo se dirigía a Manizales municipio del departamento de
Caldas, en la cordillera de Los Andes…
Se daba una información de la
repercusión que la noticia había tenido en España y concretamente, en Albacete
y en La Puebla de Río. Chicuelo II había nacido en Cuenca, pero criado en
Albacete se consideraba como un torero manchego.
Pepe Díaz, era un hombre de la
Casa Miura. Allí, en Zahariche donde su padre había sido figura esencial como
hombre de confianza en el prestigio de la divisa, él tuvo allí sus inicios y
aunque algunos aficionados lo indujeron a hacer sus pinitos en los ruedos, lo
suyo era el manejo del caballo y la pica.
En Málaga, se celebró un funeral
por las tres personas fallecidas en la iglesia del Sagrario. Asistieron las
autoridades locales y el Obispo Auxiliar, Monseñor Benavent Escuín. La Schola del Seminario bajo la dirección de don Manuel
Gámez, cantó la misa del maestro Perossi.
La Puebla del Río, su pueblo se
volcó en su acompañamiento. Asistieron autoridades provinciales y locales,
figuras del toreo como Juan Belmonte Chicuelo, (padre e hijo), Manolo Vázquez,
los ganaderos Carlos Núñez y Pérez de la Concha… El pueblo, lo acompañó, en
masa, hasta el cementerio de San Sebastián. Esta vez, la muerte no había
viajado entre los cuernos de un legendario miura, sinónimo de miedo, de los que
pastan en Zahariche, entre Lora del Río y La Campana en la provincia de
Sevilla. No, no. Había decidido viajar en avión y llevarse a Chiculelo, a su
hermano Ricardo y al picador de su cuadrilla José Díaz Garamendi.
martes, 25 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El ciego
Era un hombre más mayor que joven,
enjuto y tocado con un sombrero andrajoso, mal vestido y con cara de pasar
muchas necesidades. Yo lo recuerdo en la puerta de la tienda de Victorino,
frente a la fuente, cerca de la calle Escribanos. El hombre tenía un bastón con
nudos y siempre iba acompañado de un niño, que las personas mayores llamaban el
‘lazarillo’.
A mí, aquellos dos personajes, en
mi alma de niño, me dejaban un poso de tristeza enorme. Me daba pena el hombre
que no veía y el niño que podía ser de mi edad, pero que yo no sabía qué
relación tenía con el ciego. ¿Era su hijo? ¿Era un chiquillo abandonado y
recogido? ¿Dónde dormían cuando llegaba la noche?
Yo, aún no sabía que había un
Lazarillo inmortal en la literatura y que acompañaba a otro ciego por los
campos de Castilla pidiendo limosnas. Era un chiquillo al que la vida lo
conducía por esos caminos, donde crece con mucha abundancia la yerba de la
maldad. En fin…
El ciego que yo veía en la feria,
recitaba de memoria una serie de historias que nosotros escuchábamos embobados.
Aún a pesar de los tantos años que han pasado, recuerdo aquella historia que
comenzaba: “En la capital de Málaga / en
el río Guadalmedina / han dado muerte a un niño /por una mano asesina…”
Después supe – porque la gente
mayor lo comentó - de un crimen, en el que la víctima había sido un niño al que
mataron bajo el puente de la Aurora, en Málaga, en el río Guadalmedina. O sea,
que lo que el ciego cantaba, a modo de romance, era verdad.
El ciego vendía unas tiras de
papel, y en unas viñetas se contaba la historia. Generalmente de crímenes que
eran los que tenían más morbo. Esos pliegos de cordel. contaban también cosas
de la Historia Sagrada, donde un hermano mató a otro y también que otros
hermanos, que eran unos pocos, vendieron por envidia al más pequeño.
Los romances de ciego transitaban
de pueblo en pueblo, de feria en feria, en la voz de hombres invidentes, pobres
que malcomían y que no sabíamos de dónde venían ni hacia dónde se encaminaban
pero, eso sí, que contaban unas historias muy tristes, y que a los niños – al
menos a mí – nos daba mucha pena.
lunes, 24 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Virgen de Gracia
Canta el Villancico popular de
Alfarnate (el pueblo que está un poco más allá del ‘Boquete de Zafarraya y
antes de llegar a los Alazores ) que cuando el Eterno se quiso hace Niño le
encargó a un Arcángel que se llamaba
Gabriel una serie de recados.
Fue y le dijo: “Mira, Gabriel,
anda y ve a Galilea…” y el dio la dirección correcta: una aldea, una casa, una
niña que es pobre y que quince años tiene y que, aunque es pobre, Yo así la
quiero y le das recado de mis amores… y todo eso.
Y el Arcángel – que era más que
Ángel – fue y lo hizo como lo mandó el patrón, que para eso los jefes son los
jefes, se vino a la aldea que está entre montañas áridas y que es muy pequeña,
casi tan pequeña que entonces no estaba en los mapas, y que ahora está por lo
que está, y según cuentan, como los
Arcángeles no tienen cuerpo se filtró y
se presentó delante de ella y le dijo que no temiese nada y que había sido
elegida por Dios y, de entrada, la saludó:
-“Llena eres de Gracia”, y antes
le dijo: “Salve, María” porque la niña se llamaba y se llama María.
Y luego cuentan que se turbó y
que allí comenzaba algo por lo que muchas personas iban a dar sentido a sus
vidas y que llamaron cristianismo, porque el Niño Dios que nació de ella, se
llamó Jesús, Emanuel y Cristo… Resumiendo, Dios entre nosotros.
Los cristianos de muchos lugares
a esa Virgen la llamaron con muchos nombres y entre, uno precioso, Virgen de
Gracia, y en Archidona, en la cumbre de un cerro, le dieron veneración y culto
y la gente sube a saludarla y a pedirle cosas y…
Al santuario de la Virgen de
Gracia se llega por una carretera muy estrecha, tortuosa y con curvas muy
cerradas. Vamos, que casi se recomienda que se suba a pie, pero con lo del
desnivel son palabras mayores. Arriba, en el interior de la ermita se respira
una paz interior que solo se da en esos sitios. Desde su explanada, el paisaje
es soberbio y el cielo está tan cerca, que uno no sabe qué pensar cuando se dan
esas conjunciones casi al alcance de la mano…
domingo, 23 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El oro y el moro
Entre el oro y el moro, el hambre. Eso de no tener qué comer,
en todos sitios, se conoce como hambre. Se puede adornar como se quiera, que si
hambre de justicia, que si hambre de una vida mejor, que si hambre por dejar
atrás la miseria, que si hambre de nuevas ilusiones, que si hambre por
implantar un nuevo orden social…. Al final, se concreta en una palabra maldita
en la historia de la humanidad: hambre.
El ser humano habita desde hace tropecientos mil años sobre
la superficie de este planeta. Hay tres cosas que no consigue dominar: la
guerra, morir con dolor y el hambre. Las tres, tienen soluciones pero al
parecer – solo hay que abrir los periódicos en cualquier momento - las tres realidades saltan y golpean como
mínimo a la vista. Lo de golpear las conciencias ya es otra cosa.
En la lejanía, suelen decir los astronautas, esos hombres
privilegiados que salen al espacio, es una bola celeste o azul, que para el
caso es lo mismo, solo que varía la intensidad del color pero que debe ser algo
precioso.
¿Cómo se ve en la proximidad? Ese es otro cantar. Los
chavales que han venido a la ‘excursión’ de un día en Ceuta donde les contaron
que iban jugar ¡algunos de ellos, un partido con Ronaldo! Deben tener ya otro
sentido del color del oro que le habían vendido porque ellos siguen siendo
súbditos – lo de ciudadanos des otro cantar – de un país al que la publicidad
vende como “el amable vecino de enfrente”.
También deben tener otra visión del color los que cruzan
andando las enormes extensiones de tierra que llamamos desierto o los que se
suben en cayucos y pateras para cruzar una superficie de agua tan grande que
nunca la soñaron así.
Hay otro color. El color de los que hacen esas declaraciones
que aterran y a las que uno no tiene palabras para calificar…. Oro prometido
que a veces no llega ni a oropel y que se queda en ilusión. Moros que viven
creyendo que al otro lado, los perros no tienen al cuello cadenas sino
longanizas, o sea una prosperidad que no logran alcanzar… Hombres de almas
negras que rigen sus vidas con las que negocian y se enriquecen… He decidido
ver menos aún de lo que la veo la televisión. Total ¿para qué?
sábado, 22 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y en la lejanía, el mar
He subido muchas veces a la ermita de las Cruces. Tengo perdida la cuenta. Siempre, por el mismo camino. Se puede ir por otros, pero...
Carretera de El Valle adelante, pasado el ventorro de Chamizo, a la derecha. Un camino estrecho, muchas curvas. Tomillos, aulagas, retamas… A medida que se sube, se abre el horizonte: Alora blanca, recostada en las faldas de El Hacho y la Sierra de la Pizarra y la Huma, redondedada, caliza…
Por Viso Alto, la vía del AVE, - el progreso - rompe las tierras. Túneles. Por Serpeta, al fondo de la cañada, el tiempo no perdona y deja su huella.
En la Zurriaga y Majaluna, olivos centenarios, almedros de troncos retorcidos. Baja la cañada de Garnica y busca el arroyo Pedro Latorre por Pollo Moro.
El Torcal casi al alcance de la mano. Jévar y una sucesión de lomas, el Cerro de la Fiscala, Pozo Viejo, la Atalaya y la Madrileña… Se lo explico a mi nieto, porque no le he dicho, iba con mi nieto. “¿Abuelo, y a tí quien te ha enseñado esto?” Un viejo hace mucho tiempo, le respondo, que me lo contó, como yo te lo voy contando ahora..
Granadillo, el Cerrao… Llegamos a la cumbre. En la ermita confluyen los términos municipales de Álora, Almogía y Cártama. La ermita la usaban los vecinos de los tres términos.
Un día, entre papeles viejos hallé que con fecha de 7 de agosto de 1827, firmada por Andrés Ortega, se recibió una nota del Montepío de Viñeros: “En el año de 1729 fue socorrido por este piadoso establecimiento Luis Zaragoza, para labrar una hacienda que poseía en el partido de Tres Cruces de esa Jurisdicción, con 114 rs. los que no ha satisfecho, por tanto espera esta Junta que sirva usted intimarle a sus herederos, caso de haber fallecido, o a la persona que halle la hacienda que si en el previo y perentorio término de 8 días (...) no satisface la suma que adeuda con el 2% devengado pasara a la hacienda (...) sin más demora”.
Lugar de encuentro
verdialero. Abajo, cañadas y arroyos. “En
el arroyo Rabanero / el dinero es el que pita / se echa una novia un obrero /
viene un rico y se la quita…” Cuna de arte. Atardecer, crepúsculo de luces
y sombras. En la lejanía, el mar…
viernes, 21 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viena
Ya ha pasado el invierno. Ha
dejado de caer nieve. Los tejados están limpios y por las calles se expande la
luz que lo llena todo. Llega a esos rincones de tabernas centenarias, de cafés
de lujo con recuerdos del Imperio Austrohúngaro, aquel que llegó hasta los
confines de la estepa, aquel que dominó media Europa…
Hay rosas nuevas en el
Wolksgarten que la traducción dice que son los jardines del pueblo… Rojas, amarillas, blancas,
rosas, bicolores, malvas…, rosales esparcidos, a voleo, en un césped muy bien
cuidado y con un fondo con sabor a Roma clásica.
Los jardines de María Teresa
envuelven los palacios que delatan el esplendor pasado. Están los árboles con
todo el verdor que la primavera ha llevado en un derroche de clorofila hasta sus
ramas más altas que trepan y trepan hacia un cielo limpio y muy azul.
Como el Danubio de Strauss en su
vals, pero eso lo dice el tópico y queda lejos, un poco lejos, tanto que desde
aquí se puede ir andando hasta la iglesia de San Carlos Borromeo, a la Ópera, o
a la Catedral. Al Danubio, no. Tampoco se puede ir a pie hasta el Palacio Schönbrunn,
ni al Hofburg, ni al Belvedere.
Sí se puede ir por la fantasía de
ese mundo idílico de la música que es Viena. Mozart, los Strauss y Beethoven.
Lugares donde se puede ‘paladear’ si se me permite la expresión, lo más sublime.
Pensemos, sin ir más lejos, en los Conciertos de Año Nuevo, como ese inicio de
algo que solo puede venir de allí y en ese preciso momento.
Ludwig van Beethoven, con el
estreno de la Novena Sinfonía, o Sinfonía Coral le dio, si es que aún no lo
tenía, el impulso para dejarla con sitio propio en la Historia de la Humanidad.
Beethoven quería estrenar la Sinfonía en Berlín porque consideraba que Viena
estaba muy influenciada por los gustos de la música italiana, sobre todo de
Rossini…
El día 7 de mayo de 1824, fue la
gran noche. Toda Viena sabía que Beethoven estaba totalmente sordo. La obra,
cumbre, agrega al final el canto coral inspirado en la Oda de Schiller que aún no se llamaba Himno a la Alegría. El siguió el estreno desde la partitura… Al
final el público aplaudía y ante la evidencia de que no podía escucharlo
sacaron y flamearon sus pañuelos blancos…
jueves, 20 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rafael Nuño
Sonó el teléfono a esa hora en
que, en algunos sitios, no tienen todavía puestas las calles. Eso de ver las
primeras luces del alba, va con Rafael. Durante los meses en los que se nos ha
dejado salir a tomar el fresco de la mañana con cuentagotas, él ha publicado
las mejores fotos de las calles de Málaga.
Captaba su belleza, porque todo, por raro que parezca, tiene su encanto.
A Rafael, que tiene apellido del
linaje de Mío Cid y la bonhomía de quien vino a hacer el bien, lo conozco desde
niño. Desde esas edades en que comienzan a fraguarse las amistades que duran
toda la vida. Qué palabra ¿verdad?, ahora que ya no existen las fraguas ni los
fuelles, ni cortafríos, ni ese golpeo sobre la forja del hierro para que
naciese el martinete y los cantes de la fragua. A lo que iba, a Rafael lo
conozco desde hace tanto tiempo, que casi ni me acuerdo.
Después de unos años, en los que
las necesidades del trabajo lo llevaron por Haro y por Agreda, donde el Moncayo
es casi el vecino de enfrente, y por otras tierras de Castilla, desde Osorno
hasta la románica Frómista, volvió a Málaga. Y con la paciencia que se puede aprender
del ‘Poverello de Asís’, cogió la guía de teléfono y nos fue congregando a
todos, y desde entonces, como que no ha vuelto a romperse el hilo.
Rafael ha echado los años de su
vida en puestos de responsabilidad en Renfe y por eso de que un ferroviario
tiene que llevar de la mano un viaje, si no en la realización, si en mente
pues…
Me ha dicho que ha andado estos
días por Manzanares. Sí, esa que está a 175 km. de Madrid, kilómetro más o
menos, esa que cuando no había autovías, siempre veíamos la torre de su iglesia
clavada en el centro de la carretera, inmóvil, oteando vientos, allá al fondo,
y que nunca llegaba…
Esta mañana, cuando sonó el
teléfono y decidimos – porque ya sí se puede – echar el día juntos, me dio una
alegría enorme. Tan es así, que se me vino a la mente aquel pasaje en que
cuenta Cervantes: “La del alba sería cuando Don Quijote salió de la venta, tan
contento, tan gallardo, tan alborozado (…) que el gozo le reventaba por las
cinchas del caballo”. Gracias, Rafael.
miércoles, 19 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El río aquel...
Y baja el río trayendo en sus
aguas sabor a retamas y a olivos tiernos, y baja el río con la primavera de
Cazorla en sus entrañas y va camino de la Marisma… y ¿luego? luego Sanlúcar y, ¿luego?,
la mar océana por donde el sol se va cada tarde camino de América. Y baja el Guadalquivir con Sevilla a un lado;
al otro, Triana, y aguas abajo, Coria y La Puebla y…
Y trae sabor a campiñas de trigos
espigados y a campos de siega y en las noches de verano espolvorea esencia del
rastrojo seco bajo un cielo de estrellas lejanas. Zurean las palomas cuando
abre el día y buscan, picoteando, el grano perdido en la tierra…
Refleja el río en el espejo de
sus aguas olivares de Jaén que peinan campos con cortijos solitarios a la
sombra de castillos viejos, de cielos azules que coronan Sierra Mágina, y allá,
enfrente, a lo lejos, pero muy a lo lejos,
ve como se derrite la nieve cuando comienzan las calores del estío y
ven, en las noches lúgubres, como se acercan las lechuzas y vienen a beber en los velones
de aceite de Santa María…. Lo contó un día don Antonio, y si él lo dijo…
Hay un revuelo de sangre de los
Ortega que se pierde entre sus aguas y por ahí se queda parado el aire porque
lo corta la muleta de Joselito o un paseíllo de Curro, o un molinete de
Belmonte que ve como se asoma la Giralda sin clarines ni timbales… Y Gelves, lo
acaricia al irse despacio entre
arboledas en los sotos con lirios morados y pajarillos nuevos.
Coria, camaronera. Coria de
samuráis e historia contenida en los papeles viejos. La Puebla de Morante que
se pregunta, una, y otra vez, más veces y no tiene respuesta: ¿”si esto es una
media, Dios mío, cómo será una entera”?
Federico dijo que era es camino
natural por el que los barcos llegaban a Sevilla. Allí, en su orilla, la Torre
del Oro aguardaba las galeras, pero ¡ay! ya no vienen al caer la tarde, como tampoco se
reparten fechorías, al alba, Rinconete y
Cortadillo en las escalinatas de catedral, ni hay niños soñando faenas de
gloria que abren la Puerta Grande que da al río aquel que besa a Sevilla a un lado;
y en el otro a Triana…
martes, 18 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pájaros
El viento de levante, ha cambiado
el cielo azul por uno brumoso y oscuro. El terral del fin de semana, ha buscado
otros lares y ha dejado que entre ese viento que viene del mar, en la misma
dirección que el sol, cuando amanece cada día. Hasta media mañana, las nubes
ponen un toldo plomizo, luego, cuando llega la tarde, las nubes de dispersan y
aparece otra vez la calor.
Lo dijo el romance. Era por mayo
cuando hace la calor y los trigos encañan y las amapolas del camino, dejan paso
a otras yerbas, cientos, miles de yerbas de las que no sabemos sus nombres,
pero que son pinceladas de color que ya se van agostando.
Las bellotas, incipientes
tentaciones a modo de zarcillos, penden de sus ramas. Dentro de unos meses,
cuando después del verano, el otoño las madure, completarán inexorablemente el
ciclo de la vida que cada año se cumple. Algo parecido ocurre con las aceitunas,
que están empezando a coger cuaje y con las viñas y con…
Han llegado las frutas de verano.
Son las primeras frutas del verano, aunque ahora por mor de que no existen
fronteras y que las comunicaciones acercan los puntos más distantes, comemos
uvas del cono Sur en invierno, tenemos sandías en todos tiempos, y no faltan en
las fruterías ciruelas, peras, manzanas…
Lo que parece que falta y en
cantidades enormes, es la sensibilidad en las entidades bancarias. En su voraz
deseo de ganar más y más – con nuestro dinero, por supuesto – han suprimido puestos
de servicio en el interior de las entidades y ha echado literalmente a la gente
a la calle. A unos, privándoles del puesto de trabajo, a otros obligándoles a
que hagan colas en las aceras para poder usar los cajeros automáticos. Es una
vergüenza (pedirles vergüenza a ellos es una entelequia) cómo están tratando a
los usuarios. Es también vergonzoso, que las que se dicen autoridades, se lo
permitan.
No ocurre así con los pájaros.
Están agotando los últimos pasos del ciclo de la primavera, para la pervivencia
de la especie. Hace unos días, descubrí que una pareja de jilgueros hacía su
nido entre el entramado de pámpanos de la parra. Es maravilloso ver cómo la
naturaleza nos envía mensajes constantes a los que nosotros ni miramos. Es la
mano de Dios…
lunes, 17 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La fuente
El pueblo estaba corto de agua, muy
corto. Desde tiempo, mucho tiempo atrás, todos los responsables de los
Concejos, luego Ayuntamientos, anduvieron de cabeza con el tema del
abastecimiento. El pueblo crecía y el agua no era suficiente.
Se buscaba siempre en El Hacho: las
pocas fuentes del contorno estaban en sus laderas: Canca, la Viñuela, la Fuente
de la Manía, el Quedraero, la Fuente
de la Higuera, la Fuente de la Zorra y la de Pedro Sánchez. Y, además, una
leyenda urbana decía que en su interior había una gran bolsa que la almacenaba…
La necesidad tiene una manera muy especial de agudizar los deseos.
En los papeles viejos aparece que
en el pueblo, tradicionalmente, había dos fuentes que daban incluso carácter,
como los Sacramentos. La fuente alta o ‘fuente de arriba’ a la que el pueblo,
por la contracción del habla andaluza, siempre llamó: Fuentarriba y otra, en la plaza, junto a la iglesia. Era la fuente
de ‘abajo’. Según qué tiempo no siempre estuvo, a diferencia de la de ‘arriba’,
en el mismo sitio sino que la movieron por la plaza pero sin salir del entorno.
En el siglo XVI, cuando el pueblo
comenzó el crecimiento por el único sitio que podía, o sea hacia el norte, se
comenzaron las conducciones de agua para el abastecimiento. Desde el Quebradero
por medio de unos atanores se hizo una traída – una calle incluso, tuvo por
nombre Cañería – pero la poca estabilidad del terreno causaba roturas y los
consiguientes problemas.
Hay dos pleitos documentados por
culpa del agua. Con los frailes de Flores que la llevaban hasta el convento
desde el pie del Hacho por encima de la Fuente de la Higuera y que, luego,
resuelven cogiéndola del lavadero junto a la huerta del propio convento y con
el Beaterio de la Concepción a quien niegan el suministro porque dicen que no
hay agua para todos. El pleito se resolvió a favor de las beatas.
Ahora unas obras de recuperación
– afortunada decisión de la Corporación – ha descubierto parte de la obra
primera de la Fuente de Arriba, bajo el Cristo del Marcelo, junto a la calle
Santa Ana.
Los alcaldes Cristóbal Pérez, que
la trajo del cortijo Vergara, cerca del Tajo Azul que puso el agua corriente en
las casas y López de Uralde con una captación en el río, intentaron una
solución en aquel momento al problema.
domingo, 16 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Trapero
Llegaba cuando menos se esperaba.
Se presentaba a cualquier hora del día, sin distinguir si era por la mañana,
con el sol en el cenit, o al caer la tarde. Tampoco importaba mucho qué
estación corría del año o si llovía o hacía buen tiempo.
No sabíamos de dónde venía, ni
adónde iba, solo que venía y, después, desaparecía. Por su acento era un hombre
tierras lejanas porque pronunciaba correctamente los plurales: “os”, “as” “os”,
cosa que nosotros lo hacíamos de manera diferente y así los plurales para
nosotros eran vocales abiertas y se distinguía muy bien entre ‘trapos’ y
‘trapo’ porque era cuestión de la apertura o del cierre de la vocal.
El trapero iba de esquina en
esquina y de calle en calle. La logística de recorrer todo el pueblo así lo
marcaba, aunque había determinadas calles, en las que él, consciente de poder
tener más o menos éxito se detenía, como si por un momento se le acabase la
prisa y esperaba una respuesta desde detrás de alguna puerta medio entornada o
desde detrás de una ventana cerrada.
Desconocíamos su nombre, aunque
por lo general era un hombre ya entrado en años y al que, aparentemente, la
vida no le había ido muy bien, ni había sido generosa. Desastrado, mal vestido,
casi andrajoso, acorde con la mercancía que pretendía acopiar. Sobre sus
espaldas pendía un saco grande, que asía fuertemente con una de sus manos sobre
el hombro.
Tenía la barba de varios días y
en la comisura de los labios un medio cigarro que no se sabía si era una
colilla larga o un cigarro que había dejado de arder en algún momento pero que
él siempre llevaba en uno de los lados de su boca.
Su pregón era el mismo y
espaciaba las palabras para un mejor entendimiento de los posibles interesados.
Su voz ronca, atronadora corría de punta a punta, toda la calle. Se presentaba:
“El trapero, soy el trapero” y, luego, seguía una ensarta de posibles
mercancías de su interés: “compro trapos, ropa vieja, borra y colchones de lana,
jarras de cristal, lámparas y paraguas, muebles viejos...”. Su retahíla, larga
pero el negocio, no parecía boyante.
Al trapero de otras tierras lo
plasmó magistralmente Joan Manuel Serrat en una canción “El drapaire”. El de
aquí, no era muy diferente a aquel…
sábado, 15 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gentes
Cada mañana, según a qué hora, se
iniciaba un desfile de personas que no eran de los nuestros. Venían de sitios
lejanos. No sabíamos de dónde, pero sí que tenían un acento diferente, distinto
a nuestra manera de hablar, y sus palabras no eran como las que usábamos entre
nosotros.
Entre aquella gente forastera – “frasteros”, era la manera de llamarlos –
venía el afilador, un hombre enjuto, con la nariz larga, y una voz muy aguda,
que cruzaba la calle después de hacer sonar un artilugio metálico,
identificativo, tan especial que solo lo usaban él o las personas que como él,
se dedicaban al oficio. Aquella voz, anunciaba su presencia: el ¡afilaooooo…! y alargaba la vocal tanto
que hasta llegaba a los rincones más recónditos de las cocinas, donde a esas
horas de la mañana, faenaban las mujeres…
El afilador tenía una bicicleta
que él articulaba de manera especial, le daba la vuelta, como si fuese una
contorsionista metálica, como las que venían en el circo cuando la feria, solo
que aquellas eran mujeres, y ésta, un instrumento de latón y radios en las
ruedas. Las mujeres sacaban cuchillos, utensilios de punta, y sobre todo
tijeras, que el hombre, a veces, además, apretándoles el tornillo que golpeaba
con un martillito especial, sujetaba y hacía que cortasen mejor.
Como aparecía, se iba. A ratos,
se escuchaba en la lejanía su voz, en otra esquina, seguida del sonido largo,
agudo, de aquella especie de flauta que llamaba a las vecinas que podían tener
problemas con el instrumental metálico de la cocina.
Otro personaje que aparecía de
manera esporádica, era un hombre que vendía ajos de Alhaurín. Pregonaba la
mercancía desde la puerta de María Pérez, o sea, en la esquina de la Callejuela
de Padilla. A los niños, nos daba miedo pasar bajo la tenue luz de la bombilla
en las noches de invierno, porque decían que salían fantasmas.
El hombre vestía con una blusa
gris oscura, que le llegaba hasta la media pierna, con dos grandes bolsillos a
los lados. Siempre tenía abrochado el primer botón del cuello, a la altura de
la nuez y dejaba entrever una camisa blanca. Usaba pantalón negro y unas botas
hechas por un zapatero remendón. De su hombro, siempre colgaban las ristras de
ajos, hasta que se desprendía de la mercancía que colocaba a las compradoras….
viernes, 14 de mayo de 2021
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Por mayo
Cuando llegaba el buen tiempo, o
sea por mayo, entre la merienda y la cena, cuando los niños salíamos de la
escuela, la calle era un griterío ensordecedor de gene menuda que recobraba la
libertad por un poco de tiempo.
Flotaba el polen en el aire. Era
el polen de los olivares, de los campos de trigo, de los plátanos de Indias que
orillaban la vía del tren. Había un vago olor a celindos nuevos y a claveles en
algunos balcones de la calle. Entonces, no sabíamos que era eso de las alergias.
Nadie, por supuesto, hablaba de esas enfermedades.
Las bestias regresaban al pueblo
cargadas con yerba recién segada que salía por los bordes de los serones de
esparto. Traían alcaceles y arvejones, espiguitas que se conocían como llamanovios. Era el acopio de verde para alimentar al
ganado durante la noche. La tarde era amarilla y limpia. Se echaba el aire y a
campana de la Vera Cruz llamaba con una tañido lastimero y endeble a las
mujeres – eran poquísimos los hombres que acudían a aquella hora – a la iglesia.
Al caer la tarde, también
regresaban los cabreros al pueblo. El ganado invadía las calles y dejaba el
olor característico que suelen llevar consigo las piaras. Nadie conocía la
brucelosis, pero sí que de vez en cuando, alguien cogía unas fiebres que
dejaban molido todo el cuerpo y que entre la gente se conocía como “calenturas maltas”.
Las niñas jugaban entre ellas.
Una veces, al corro y, otras, se entrelazaban de sus brazos y formaban dos
filas que corrían al encuentro y al desencuentro y cantaba con voces agudas: “Yo tenía un castillo, mata larín, larín,
lirelo…” y se reafirmaban cantando lo mismo en aquella visionaria posesión.
Luego, se preguntaban: “Donde está la llave, mata larín, larín
lirelo...” Y la respuesta era siempre la misma: “En el fondo del mar….”
Había otra canción, más dulce,
más poética… “Por la baranda del cielo se
paseaba una dama, sí, sí… Y hasta decían su nombre: “que Catalina se llama” y decían que vestida de azul y blanco… y
esas cosas. Hay que ver lo que cambian los tiempos, ahora, a casi ninguna niña
le ponen de nombre Catalina, ni juegan los niños en la calle, ni cantan las
niñas canciones de una belleza inusitada, y mayo pasa como pasaremos todos.