Para ti...
viernes, 29 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora.Abejas
Liban las abejas desde las
primeras luces del alba. Han llegado a falsa parrita que, sobre la alambrada
que bordea la huerta, cubre parte del perímetro. Las abejas desde muy temprano
lo andan todo. Algún colmenero ha puesto
las colmenas cerca de un lugar donde hay agua…
No cogen el río lejano. Va
también agua por los canales de riego que en este tiempo de verano son regueros
de vida hacia los cultivos: cítricos y hortalizas se fertilizan con ella.
Dicen, los que saben, que las colmenas tienen que estar cerca de donde haya
agua.
El zumbido tenía una música
sorda, especial. Se sabe de su presencia porque el leve aleteo de las alas
ponen unas notas especiales a estas horas de la mañana. Liban. Cargan sus
pequeños pelillos, casi imperceptibles para el ojo humano y no cesarán en sus
viajes hasta la colmena para depositar allí el polen que luego será miel.
Las abejas tienen muchas cosas
en su contra. Pesticidas, en una agricultura de competencia que acude a los
mercados con frutas no siempre sabrosas y con el grado de madurez incompleto. Los abejarucos que ya se las andan en las
cárcavas y en los taludes del arroyo…; otros insectívoros que hacen de ellas su
plato preferido.
Se han volado los pataletes del
nido de jilgueros que estaba en el ciprés de la esquina. Ahora son pajarillos
libres. Luego, a medida que avance el verano, estarán sobre los pinchos de los
cardos, sobre los pompones florecidos, secos y morados de los alcauciles y
volaran con impulsos miméticos hacia otros campos, bajo otros cielos.
Este año se han visto muy pocas
golondrinas. ¿Se habrán hartado de nosotros? Tratamos con demasiada crueldad a
la naturaleza y cada día les ponemos más difícil su presencia. Puede que cada día nos cueste más asombramos con su
vuelo rápido, casi a ras del suelo y con una capacidad de regate asombroso.
El campo se queda sin pájaros.
Ojalá las abejas que esta mañana libaban al amanecer sobre las flores que serán
frutos de la parrita salvaje cuando el otoño los vista de ese color dulce,
tibio, como el amor soñado que no llega nunca, estén siempre con nosotros.
jueves, 28 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sueño entre luces
William Jacob, viajero inglés
de principios del siglo XIX, dejó una descripción de su paso por Álora. Vino
con España en plena Guerra de la Independencia. Contó lo que vio por las
tierras del sur y lo dio a conocer, a modo de cartas, publicadas en Londres. En
algunas de ellas el retrato de personajes y paisajes son de una nitidez que
asombra.
Desde Antequera llegó a Álora;
luego, pasó a Casarabonela. Dejó escrito que ‘tras cuatro leguas desde
Antequera alcanzamos Álora…” tampoco es cuestión de precisión en las distancias
pero sí que dice que las calles están inclinadas, que la ciudad, entonces,
contaba con cuatro mil habitantes, lo que era una población muy considerable y
que los acogieron con gran benevolencia hablando bien del forastero y mal de
los propios… Normal, en aquel tiempo y en los que corren.
José Vicente, en la página
“Álora, Historias y Leyendas” de la que es administrador inserta una
descripción del autor más extensa y llena de apuntes muy interesantes para conocer
cómo éramos o cómo lo percibió el viajero inglés…
Marilina la ha recogido de otra
manera. Ha visto eso que todos miramos y solo ella ve y nos lo ha mostrado
desde el objetivo de su cámara para que cada uno en su ‘almario’ deje encerrada
las vivencias que le hace brotar dentro.
Nos la muestra insinuada entre los cerros de
las Torres y el Calvario. Se empina el campanario de la iglesia que quiere
alcanzar un cielo imposible que “vivo sin vivir en mí” y quiere alcanzar el
azul de la altura y muere porque no muere y entrega su corazón y quiere querer…
Y hace suya toda la mística de la literatura para hacer una oración de alba, de
mediodía, de vísperas cuando se va la tarde…
Se acuna la Historia en el
castillo. Otea horizontes y vientos. Él, que ha vivido gracias a la muerte,
sigue ahí desde hace tanto tiempo que ni se acuerda… Le habla de tú a la ermita
del Calvario, joven y pregonera de su cal blanca a cuantos quieran admirala…
Y ella, ahí, sueño entre luces,
espera y espera y se ofrece y se da generosa a cuantos quieran comprobar que sí
que sus calles son inclinadas y que nunca se sabe si suben o bajan…
miércoles, 27 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Compadres
Los compadres anduvieron de
Viacrucis desde bien entrada la tarde. En
cada estación, rosario largo y letanía de Todos los Santos. No quedó tugurio,
bar grande o de los chicos, conocimos por viejos en el calendario, o de exploración por nuevo.
La noche hacía rato que había
recogido a los noctámbulos y si había alguien por la calle eran los encargados
de la manguera de riego. El camión de recogida de basura ya había dado los
oportunos viajes a la planta de Recogida de Residuos Sólidos que estaba lejos
del pueblo…
-
Compadre, el Santo más cuadrado:
-
¿Qué cosas me preguntas?
-
San
Marcos
-
¿El de los toreros?
-
San Pedro, fue el primero en cortar oreja…
-
A ver, a ver, el patrón de los fruteros…
-
San
Ciruelo de Alejandría…
-
Y, ¿el de las fruteras?
-
Santa Cerecita
del Niño Jesús…
Compadre tú de santos está bien
puesto, ¿eh? Es que yo soy de la escuela de Vicente. ¿Te acuerdas cuando
llevaron a todas las Virgenes a Málaga porque vino el padre Payton…?
-
No, no me acuerdo, ¿quién era ese cura?
-
Un norteamericano que predicaba el rezo del
rosario
-
¿Cómo nosotros?
-
No, hombre no, el otro el que rezan en la
iglesia por la tarde y al que acuden algunas beatas y lo ‘echa…’ Pues bien él
decía que, ‘familia que reza unida, permanece unida’. Llevaron todas las
patronas a la capital. En la concentración todos lanzaban vítores a las suyas
y, entonces, Vicente que tenía una voz que arando en la Cuesta del Río cantaba
y lo escuchaban en el Morquecho, levantó la voz y dijo:
-
‘To es
pa ná. La Virgen de Flores, trabá, hace más milagros que toas juntas…’
Sonó un
trueno grande en el cielo. Temblaron los cristales.
-
Y, ¿eso?
-
Ná que están de limpieza ahí arriba porque se ha
muerto un jesuita y desde que se murió San Ignacio no ha llegado ninguno.
-
Ah…
Siguieron calle abajo. Pasaban
los primeros transeúntes. Iban a lo suyo…
-
Buenos días…
-
Buenas, noches, contestaban a compás…
-
Compadre, la mujer de Urdangarín, no se enteraba
de nada; la de Barcenas, tampoco, la de…
-
No sigas, no sigas, que la tuya y la mía seguro
que se han enterado de todo…
- - A ¿estas horas?
- - Verás como les parece tarde...
-
Compadre, recemos…
-
Eso tó lo que sabemos: Santa Bárbara bendita…
martes, 26 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Camino
Desde
Almodóvar a Posadas se encajona el Guadalquivir. Lo impone la cercanía de la
sierra, la Sierra Morena de brezos y retamas, venados y jabalíes de monterías. Hondo y entre vegetación de ribera sigue su
curso lento como quien lleva sueños en las alforjas. Por allí, además, es
grande y majestuoso...
El
viajero va sin rumbo fino. Le gusta eso de ir a lo que él llama ‘la rosa de los
vientos’. Echa camino adelante. Salió temprano. El campo al amanecer era una
sinfonía de pájaros, de trigos encañados, de cereales acariciados por la brisa
de la mañana.
Salva
el puente según viene desde La Carlota. Después de un repecho, porque ha venido
con el coche, aparca donde puede y se para y vuelve la vista. En la otra orilla
huertos. Naranjales frondosos, alineados y verdes. Colocados a golpe de mano;
más allá, campiñas ondulantes - mar de lomas - feraces... La vista anda y anda
sin que nada la pare.
Se
echa, después de un respiro, a andar. Mientras tanto echa un vistazo a los
papeles que lleva. Corrobora lo que ya sabía que su término está dividido por
el río. Dos partes desiguales: sierra y vega. Antaño, de lo que tampoco hace
tanto, el río fue navegable para embarcaciones pequeñas hasta Córdoba. Dicen
los papeles viejos que eso era en tiempos de los romanos…
Las
restantes vías de agua – arroyos y cañadas - de caudal escaso, y sometidas a
grandes estiajes.
El
sistema viario - por tierra - que cruza el término tiene centro en el núcleo
urbano. Lo dicen los indicadores. A saber: carretera de Córdoba a Palma, a
Palma del Río pero el río que le da apellido es el Genil, por el que según
Lorca – qué grande era Federico – ‘reman los suspiros’; de Córdoba a Posadas;
de Posadas a Villaviciosa; de Posadas a La Carlota - por la que vino el viajero - y de
Posadas a Fuente Palmera.
Por
su suelo también corre el tren. Mejor, dos trenes, el de ancho español y el
europeo. A ese lo llamamos tren de Alta Velocidad, o sea, AVE…
El
sol está en todo lo alto. Es hora de reponer fuerzas, el viajero lo hace en un
merendero de la sierra, como tampoco fue cosa del otro mundo, pues eso, no lo
recomienda…
lunes, 25 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ancha en Historia y cielo
Para su tiempo le dio sentido
al nombre. Vieja, casi de las primeras. Le ganó el pulso la que lleva por
nombre ‘Postigo’ o sea, el postigo del adarve que daba acceso por entre la
muralla. Desde el castillo se bajó por el arrabal de entonces, el ‘albaicín
blanco’ de ahora y se abrió hacia otros lugares.
Se accede por una cuenta
empinada. Atrás se queda el pueblo. Conforme se sube es, al principio, angosta,
encajonada entre la cal de sus paredes y el cielo. La subida lenta, con calma.
Queda mucho trecho.
En el primer recodo, a la
derecha, en todo lo hondo el río. Va camino de la mar. Se abre paso entre
vergeles verdes de huertas salpicadas de casitas como esparcidas a voleo, como
un espurreo que dejó la Vía Lactea en la tierra. Canca, el arroyo Hondo donde
los alfares iberos decían de tiempos viejos… En la lejanía, recortados sobre el
horizonte, las sierras de Alpujata y Mijas y…
Se abre la calle. A las
espaldas, por encima de los tejados, mosaicos de rastrojos, olivos centenarios, el Monte Redondo a donde de niños subíamos porque “desde allí
se ve el mar”… Y lo intuíamos a lo lejos, muy lejos en los días claros.
Allá arriba, de frente, el
castillo. Es él. El que soportó cercos y agobios de que desde siempre quisieron
someterlo. Recortados en el cielo torres, la espadaña de la iglesia, el
campanario que fue torre de almuédano, la torre del homenaje…
Sobre sus espaladas lleva
páginas llenas con la Hisotoria de Alora. En una de sus casas albergó al
Concejo. Luego, con el andar de los tiempos cambió de calle y de sitio y se
adaptó a lo que pedían las necesidades
del pueblo.
Dio acogida al Pósito, garantía para labradores de otros
tiempos. Las semillas repartidas eran el seguro si venía bueno para hacer
frente a hambrunas y necesidades. Siempre el préstamo se devolvía en especies,
y nunca en dinero…
Por ella subió el único Rey de
España que ha estado en Álora, Felipe IV, 2 de abril de 1620....Iba camino de la antigua
parroquia de Las Torres entre los muros del castillo. A su llegada se cantó un Te Deum.
Puede presumir de mucho...
domingo, 24 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La del alba
Mi amigo Bartolomé, a quien
conozco desde hace – solo faltan unos meses – casi sesenta años me pone un
correo. Viene de Madrid. Ha esperado en Atocha la salida del AVE de
Málaga. Es el primer tren de la mañana. Dice que a esas horas solo estoy
levantado yo. No está falto de razón.
Le contesto que si no se duerme
con la marcha del tren verá amanecer por
las llanuras manchega y que podrá hacer bueno aquello que contaba Cervantes: «La del alba sería cuando don Quijote
salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya
armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo”.
Seguimos
un rato de cháchara. Casi nos estamos telegrafiando el viaje. Me dice, al rato,
cuando le pregunto si está cruzando Sierra Morena, que ya está en Córdoba. En
una hora, le respondo, en Málaga…
Comentamos
que a esas horas es también un momento espléndido para pensar en aquello de “mil
gracias derramando / pasó por estos sotos…” y todo eso que sabemos. El sol ya
estará un par de palmos sobre el horizonte.
Le
pregunto cómo puede vivir en su pueblo de adopción, o sea Benalmádena con esa
vorágine de coches y gente. Me contesta que lo sufre, a diario, sobre todo
cuando ejerce de abuelo y tiene que acercarse a Málaga.
Por
cierto, casi me coge el amanecer en aquella zona. Es la noche de San Juan. La aglomeración de los que regresan de las
hogueras en la playa invade la calzada. La circulación lenta, casi parada. No
se anda.
No
vi por allí al conde Arnaldos ni por supuesto a ningún caballo que se acercase
a beber a la playa. Era otro personal. Me daba la impresión que bebía, pero
otra cosa…
Tercia,
un poco de después, Sebastián. Elogia – siempre él tan dadivoso – la lingüística
y la semántica. Sebastián está de broma. Para broma la de ese nota que se le ha
ocurrido pedir que derriben el acueducto de Segovia para acabar – según leo en
el periódico, El Comercio de Gijón, viernes 22 de junio – con un símbolo de la ‘opresión’ de los romanos. Seguro busca un
minuto de gloria. ¿A que cuadra que ‘hay gente pa tó’? Pues eso.
sábado, 23 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Pastora Pavón
Su nombre completo, Pastora
María Pavón Cruz. Dicen que tocó todos los palos del cante. Todos los tocó
bien. Fue la mejor. La más grande. No ha habido otra mujer que la haya
igualado, incluso después de cantar como nadie la seguiriya y la bulería, llegó a más y creó la bambera.
La Niña de los Peines, nombre
con el que figuraba en los carteles, debutó – si al actuar por primera vez con
ocho años se le puede llamar así - , en su tierra, en Sevilla. Con once, ya
estaba en Madrid y Zuloaga la llevó a Bilbao donde permaneció toda una
temporada.
El nombre artístico le viene
porque popularizó unos tangos – que nunca quiso grabar – y que comenzaban: “Peinate
tú con mis peines; mis peines son de canela…” El ascenso, fulgurante. Rayó en
la perfección.
Amiga personal de Lorca, Falla,
Zuloaga y Julio Romero que la llevó a un lienzo. Lorca dijo de ella que era
“sombrío genio hispánico equivalente en capacidad de fantasía a Goya y a Rafael
el Gallo”. Dijo, también que tenía una voz de “sombra y de estaño fundido”. Su
voz, también según Federico se enredaba en la cabellera o la mojaba en
manzanilla…” Antológico.
En 1922 formó parte del jurado
del Concurso de Cante Jondo de Granada. El jurado lo presidía don Antonio
Chacón. En la organización, y detrás de todo, Manuel de Falla. Amiga de todos
los grandes: Manuel Torres, Caracol, Marchena o los guitarristas Ramón Montoya
y Melchor de Marchena…
Casada con Pepe Pinto actuó en
las salas de primerísima fila de Madrid, Sevilla o Málaga. Recorrió España e
incluso, en un tiempo, estuvo en la compañía que había formado doña Concha
Piquer.
Salvador Pendón la definió como
“genial”. Ha publicado unos tangos que grabó con Melchor de Marchena: “Por tu
querer solamente / a mi madre abandoné, / ahora me veo solita, / sin madre y
sin tu querer”.
El Arahal, el pueblo de su
madre, le tributó un homenaje. Las Niña de los Peines quedó inmortalizada en
bronce, en la Alameda de Hércules de Sevilla.
La Junta de Andalucía declaró su voz Bien de Interés Cultural. De cuna
gitana, hija del cantaor Francisco Pavón
Cruz, nació en Sevilla donde también
murió (1890-1969) a los 79 años.
viernes, 22 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El pozo
Amo esta tierra. Me vio de
niño, luego de muchacho, después de hombre, y ahora cuando hace tiempo que pasé
el ecuador de la vida la siento tan mía y estoy
tan identificado con ella que ya no sé hasta dónde llego yo y hasta qué
recoveco del alma soñadora se adentra ella.
El pozo estaba al pie de la
cañada. El pozo tenía agua salobre. No era apta para el consumo humano. Al pozo
llegaban a abrevar todos los animales del contorno. Temprano las yuntas antes
de ir camino de la besana. Eran los días de otoño, de sementera de ilusiones
detrás del grano enterrado en las entrañas…
Luego, los que pasaban camino
de alguna parte. Los ‘cojolleros ‘ buscaban cogollos de palmitos. Iban camino
de la sierra de la Fiscala. Los hombres, algunos hombres, claro, llevaban su
propia caballería. Había hombre mayor que montaba sobre un borriquillo cano. El
hombre siempre tenía la barba de varios días y el botón de la blusa que estaba
junto al cuello abrochado. El hombre siempre nos hablaba:
-
Niño no te asomes al pozo…
-
No, yo no me asomo. Me lo tienen encargado.
El hombre echaba pie a tierra.
El borriquillo se pegaba al pilar. El hombre con una carrucha metálica hacía
que el cubo de cinc llegase hasta el encuentro del agua. Sacaba un cubo lleno
que chorreaba por los bordes, y luego otro, y otro.
Los vaciaba sobre el pilar.
El borriquillo bebía. Luego lo acercaba al borde el pilar. Echaba una pierna
con parsimonia; después, la otra. Tiraba del cabestro y borriquillo arrancaba
con un trote ligero. Sabía que era orden de partida…
Al mediodía, cuando apretaba
más el calor, llegaba el cabrero. Había estado por la campiña. Las cabras
siesteaban bajo las encinas centenarias. Al otro lado de la cañada había un
bosquejo de encinas centenarias y varios
olivos de los que nunca supimos su edad pero sí que eran muy viejos…
A la caída de la tarde, otra
vez pasaban las bestias por el pozo. Los gañanes sacaban agua… El pozo no se
agotaba. El pozo tenía un mensaje para todos los que pasaban y dejaba un hálito
de quietud y espera… al día siguiente, al día que vendría mañana.
jueves, 21 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Civismo
Pues no, no era el puto negro
de la patera ni el ‘hombre de color’ como, eufemísticamente, se le llama al
chavó de dos metros, - centímetro
arriba, centímetro abajo - que las encesta todas y que juega la baloncesto en
un equipo de renombre…
No era el negro que aparece
entre cuerpos – unos más que otros – que intentan un bronceado de sol en las
arenas calientes de la playa, mientras las olas van y vienen y él, ¡hombre
hombre cargado de relojes, bolsos, carteras y sin vender un clavel (tampoco
lleva claveles, claro) camina lentamente.
No era ese tipo de ojos
rasgados bajitos, que llegaba desde muy lejos y siempre aparecía parapetado
detrás de una máquina de fotografías de marca Kodak y que decían que eran espías
que venían a copiar lo nuestro.
No era, ni mucho menos, aquel
que aparecía pilotando un avión sobre las aguas del Pacífico y que, indefectiblemente,
siempre derribaban los americanos porque eran listísimos y comandados por
hombres guapos – y no tan feos como ellos – que tenían una ropa recién
planchadita…
Las imágenes han llegado desde
ciudades rusas donde se celebran los Campeonatos del Mundo de Fútbol.
Ciudadanos anónimos de Senegal y Japón, finalizados los partidos que jugaron
sus selecciones han recogido la basura que habían tirado otros… ¿Cómo? No es
posible. Sí, es posible. No hay truco y es verdad. Eso se llama civismo.
Recuerdo una mañana en el
aeropuerto de Jabarosk (Siberia). Un grupo de 16 españoles bajamos en el
ascensor atropellándonos unos a otros y gritando. Compartíamos espacio con las
maletas. Al salir, comprobamos que el espacio del salón estaba ocupado por otras maletas perfectamente ordenadas. Dos
personas, las puntearon. Un poco después apareció un grupo numeroso de japoneses. En orden.
Cada uno tomó su maleta. Desaparecieron sin dejar ni rastro ni ruido….
Lo de las imágenes que se han
difundido no es una casualidad. Ya ven,
ni puto negro, ni hombre de color ni tipo bajito medio pajizo y de ojos rasgados.
Ciudadanos de otros países que acaban de darnos una lección.
Y si no, piensen en nuestras
calles después de pasar una procesión, en las noches de fines de semana, en los
arriates y macetas de las calles, en los parques, en los destrozos del
mobiliario urbano, en… ¡Qué lejos estamos de eso que se entiende por civismo!
miércoles, 20 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jazmines de atardecer
La tarde está calurosa, tórrida.
El verano presentó tarjeta hace unos días. Es lo que nos espera. A ciertas
horas, lo mejor es buscar la sombra, y si es en la penumbra detrás de las
persianas, mejor. No hay viento. Hasta mediodía sopló el levante; luego, se
echó.
Pasa por la calle un grupo de
mujeres. Van de excursión. Vociferan. Curiosamente, la gente, aunque tenga cierta edad, no se habla entre
ella. No. Se gritan. Parece que así afianzan más su presencia. No hay más
griterío que el que había en los mercados de antes. Eran otros tiempos.
Las señoras llevan ropa nueva y
un bolso al brazo. Algunas, zapatos con tacones. A la noche puede que le duelan
los pies. El refrán dice que ‘sarna con gusto no pica’. Por ahí puede ir la
cosa. Con estas temperaturas seguro que las pinturas deben agregarle unas
calores que no vienen en el programa de mano. Cada uno se lo monta como le
viene en ganas. Me parece fenomenal.
Han florecido los primeros
jazmines. Hacen su aparición cuando declina la tarde. Todavía no perfuman las
noches. De hecho tampoco ha venido
ninguna de esas en que no se mueve nada. Vamos, por no moverse ni los gatos por
los tejados.
Los primeros jazmines son
florecillas tímidas. Han sido los primeros en tomar relevo de las rosas que ya
ha castigado el sol. Algunas, las pobres, están de pena. Luego, cuando pasen
unos días entrarán a tomar posesión de lo que es suyo, heliotropos, damas de noche, y la yerbaluisa
que, con solo acariciarla, ya deja un aroma especial.
El periódico habla de no se sabe
cuántas toneladas de medusas en las playas. No contentas con fastidiar a los
bañistas parece que también amenazan a las sardinas a las que puede conferir un
sabor diferente. No sé qué hay de cierto. No tengo problemas, a mí me gusta
echarle guindillas a hasta al café con leche…
Dice, también, que algunos de
los acogidos el otro día en Valencia, no volvieron a cenar y que han puesto
pies camino de Francia. El habla, - ¡que dulce es el francés, ¿verdad, ‘mon amour
cherie’? – o quizá sea que el personal de aquí no les gusta tanto… Me quedo con
los primeros jazmines que abren cada anochecer.
martes, 19 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pasiflora
L a pasiflora ha trepado por
los postes del emparrado. Lo ha cubierto todo. Ha formado un cielo de hojas
verdes. Cuelgan ristras hacia abajo. No lograron enredarse en la maraña de
alambres que le sirven de soporte a las otras ristras abiertas en la altura.
De vez en cuando, entre tanta
frondosidad, aparece una flor. Una aquí, otra allí; otra, más allá. Juegan al
escondite y ofrecen una belleza original. Es una flor diferente a otras flores.
Es tan especial que ha conseguido nombres diferentes. Dicen que tiene un
parecido a los clavos -¡por los clavos de Cristo! – y entonces, la llaman flor
de pasión…
No sé. Me evoca un poco al
amor. La pasiflora está tan solitaria como el amor perdido que busca su camino.
Ni es ayer ni es mañana. Es un sueño imposible. Aparece, florece, y al cabo de
unos días, vuelve a la realidad dura del presente.
“¿Quién sabe qué trae el mañana”?
Todo es una incógnita. Abruman noticias malas por todas partes. La gente se ahoga
en la mar ante la indiferencia de otra gente. Nos hemos acostumbro a que se
mueran ‘los otros’ y es lo más normal de cada día. Ya no sobrecogen las
noticias duras, tremendas, hirientes… Eso siempre les pasa a otros.
Se ha apoderado de muchas conciencias
la apatía y la indiferencia. El Imperio romano llamó bárbaros – luego el
vocablo degeneró en otra cosa – a la gente que se asentó al otro lado de la
frontera. Los ‘bárbaros’ de hoy llegan andando por el desierto. Pagan lo que no
tienen y los embarcan en una patera. ¡Nunca han visto el mar ni saben nadar! (
tampoco les sirve de mucho).
Europa, lo que entendíamos por
Europa, está muerta. Apesta. No da soluciones, tampoco las tiene para ellas.
Una sociedad adormecida, dominada por la molicie y el consumismo. El egoísmo es lo que ponemos en la rebanada de pan - ¡¿de
pan?, no, no, de pan no, que engorda!) – de cada día.
La solución no es poner ni
quitar concertinas. La solución la tiene una palabra que encierra algo que no
está de moda. Se llama Justicia. “Es lo que tenemos aquí y ahora”. Un mundo
sombrío. No hay tiempo para llorar. Es el tiempo de dar soluciones. Las flores
de las pasifloras, ‘flores de pasión” no saben de estas cosas.
lunes, 18 de junio de 2018
Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Resaca
Después de la noche de juerga
venía algo que no tenía nada que ver con lo disfrutado. Dolor de cabeza, malestar
generalizado y casi siempre adobado con una bronca segura “porque te pasaste,
te pasaste, y eso que te lo tengo advertido”. No van por aquí los tiros. ¡Ni mucho menos!
El sábado por la noche, Álora,
tuvo la suerte de contar con algo muy especial. Alguien ha dicho que fue una
noche histórica. A lo mejor usamos con cierta alegría el vocablo y… Sí, fue una noche excepcional, única. El Maestro Abel
Moreno tomó la batuta, dirigió a la Banda Municipal – reforzada con otros
músicos de lugares diferentes - y estrenó el pasodoble flamenco: “Álora”. Su
regalo para el pueblo.
El Maestro Moreno, además de
ser una autoridad en la música militar y marchas procesionales, es ese otro abuelo que a todos nos gustaría
tener. Generoso, atento, escucha a los amigos, los complace. A su obra
reconocida a nivel mundial – y no es una
exageración – agrega, ahora, el nombre de Álora...
Una tórrida mañana de agosto,
otro maestro, en este caso maestro de la amistad, (yo digo que es el cónsul
‘Amoris causa’ que Álora tiene en Encinasola), le dijo: “Abel, Álora no tiene
un pasodoble tuyo”…
El sábado por la noche lo
presentaba en sociedad. La sensación entre los asistentes, puro gozo; la resaca, después. Esa resaca, a
diferencia de la otra, es en la que uno se regodea y se alegra de haber estado
allí y cuando deja pasar el tiempo ve que es
una pieza que tiene el carácter de ser una joya.
Explicó el Maestro que el
pasodoble flamenco tenía tres partes. Una propia de creación; una segunda, que
recogía algo de la Salve que compuso Antonio García Barbeito para las dos
Vírgenes de Flores – de Encinasola y Álora – y a la que él puso música, y una
tercera donde recoge unas pinceladas de la esencia del foloclore popular – de
ahí ‘flamenco’ - de la localidad: el fandango de Álora.
Un grupo de marochos - se
cumplen 534 años - ponían cerco, precisamente por estos días, a Álora. Venían encuadrados en el ejército de
los Reyes Católicos. Ahora, de Encinasola – desde donde ha venido otro grupo
acompañando al Maestro - nos se nos ha legado, en
el lenguaje universal entendido por todos, la música, un pasodoble flamenco,
“Álora”, de la mano de su hijo más ilustre: Abel Moreno. ¡Bendita resaca!
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