Ya está aquí. Ha venido como niño recién salido del baño.
Peinadito, con ropita limpia y el flequillo en su sitio. Ha salido a sociedad.
Huele a colonia de baño y tiene los modales de quien todavía no ha tenido
tiempo de romper un plato. Claro, que tiene maneras y las descubrirá en cuanto
le demos oportunidades. Al tiempo.
Es uno más de los que, cuando pase eso que nunca se detiene
y que llamamos tiempo, formará parte del siglo XXI en la sociedad occidental.
Porque puesto a galimatías el año chino es 4714. Ellos lo van a llamar el año
del ‘gallo1 rojo’, y en el 1439 del
calendario musulmán.
Los chinos dicen que es un año del gallo y fuego rojo. Comienza con la segunda luna del solsticio de
invierno, o sea el 28 de enero. Tiene un sentido importante la mujer y además
agregan que va a ser muy conflictivo y con grandes problemas por resolver. Y
digo yo, ¿hay que ser chino para darse cuenta de esas cosas?
Los musulmanes tienen también problemas de calado hondo. Con
solo ver los telediarios o abrir los periódicos ya casi se corta el resuello.
No está tan lejos Oriente Medio, ni el Norte de África ni ese lugar donde Europa y Asia de
entrelazan con un puente sobre el Bósforo.
Para nosotros y cuando digo nosotros pienso en esos trescientos
millones – uno más o uno menos – de población que vivimos en la vieja Europa se
nos presenta un futuro con pocas sonrisas en la cara. Europa ha envejecido por
vieja en edad, en ideas e iniciativas, y en la gente. Se ha quedado vieja
porque el camarón se durmió hace tiempo y ya se sabe lo que hace la corriente
con él.
Los titulares de los periódicos después del descanso de esos
tres días ‘sagrados’ del año vienen que asustan. Hay uno que dice puede hacer
bueno al que se ha ido… ¿Tendremos que decir aquello de ‘madrecita de Lourdes
que me quede como estaba’?
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