Tiene nombre de película americana para una noche de
sábado. La realidad es otra. Vienen imágenes de carreteras - nervios grises
entre tules blancos - nevadas; de trenes parados entre estaciones; campos,
desolados; nos cuentan de no se saben cuántas horas de esperas. Ayudas que no
llegan…
La gente protesta, se indigna. Piden responsabilidades.
El ministro sale en la televisión y dice que pide disculpas y valora la
reacción de los que han sufrido el percance. Otros, aprovechan que, a las cañas
se le saca punta, y ya se tiene una lanza…
¿Se acuerdan de aquella lumbrera que lo único que
hizo bien fue vivir del presupuesto y que hablaba de una confabulación de
astros a ambos lados del Atlántico? Pues algo parecido pero sin astros y sin
grandes mares por medio es lo que ha pasado estos días.
Verán. Un temporal de los que hasta Dios tirita ha
barrido parte de España. Aquí, en el temporal, claro, manda otro. Una nevada de
la que dicen que hace un montón de años que no venía con las mismas ideas. Y,
por si faltaba algo, el público. Unos que no tienen más remedio que echarse a
la calle; otros, que dicen que el carril de la derecha para otra gente; ellos
tienen prisa…
Todo en una coctelera. Muchas cosas al descubierto:
se improvisa – para eso, geniales -, se aparcan los estudios serios que busquen
soluciones para otros momentos; “nucleares, no; gracias”. Le compramos la
energía a los franceses; pantanos, tampoco. Eólicas y solares, insuficientes;
mínimas. A ver cómo le ponemos ahora al niño.
Pienso y me da pavor que en medio de todo eso se
presente un parto, una hemorragia, un infarto, un dolor… Son cosas a las que
atienden con demasiada frecuencia en los Centros de Salud. Se atienden, también,
otras, que a lo mejor tienen espera pero ¿éstas?
Una porción de españoles ha dado su opinión.
Algunas, para pensárselo dos veces. Escucho: “En Noruega, las aceras y la vía
del tren tienen calefacción”. Me acuerdo de Josep Pla. Dicen que llegó a Nueva York. Vio
la ciudad, de noche, encendida y con ese sarcasmo de payés listísimo dejó caer
una pregunta “y, ¿esto quien lo paga?”
Los que han sufrido lo que les ha caído encima
sabemos quiénes son; quien lo va a pagar se intuye. Ahora toca adivinar, ¿quiénes
serán los próximos?
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