Cuenta, que en las noches de luna clara, veía Gredos
desde su ventana. Para ella la Sierra formaba parte de su vida. Ella sabía, por
el color de la Sierra, cuándo iba a llover o cuándo se levantarían las nieblas.
Sabía que la Sierra era algo consustancial a su vida.
Joséfina Carabias nació en Arenas de San Pedro
(Avila) en 1908. Su padre vivía del campo y de la ganadería. Su madre se opone,
porque un cura del pueblo le dice que donde tiene que estar la niña en casa, a
que inicie el Bachillerato.
No hace caso. Estudia por libre; marcha a Madrid;
inicia Derecho. Se aloja en la Residencia de Estudiantes bajo la dirección de
María de Maeztu. Acude al Ateneo. Entabla amistad con don Miguel de Unamuno y
Valle-Inclán. Se corta el pelo a lo garçon; baila charlestón en los
cafés-concert…
Llega al periodismo casi por casualidad. Un primo
lejano, Vicente Sanchez-Ocaña, director de La
Estampa, le encarga un trabajo sobre la mujer en la Universidad. Después
entrevista a Victoria Kent… Entra en Radio
Unión (lo que luego sería la SER); presenta el primer diario hablado de
España.
Se casó con Manuel Rico-Godoy. Se exilian en Paris.
Su marido, encarcelado hasta 1944 por el franquismo. Se le acusa de masón y
comunista. Ella permanece en París (Los
alemanes en Francia vistos por unas española) con su hija, Carmen
Rico-Godoy. Al regreso no puede firmar con su nombre. En 1945 nace su segunda
hija Mercedes Rico Carabias… Publica El
Congreso se divierte; Una mujer en el fútbol (se agotó a los diez días)…
En 1951 gana el Luca de Tena; el Mariano de Cavia,
en 1954. Informaciones, la envía de
corresponsal a Washington. En 1959 vuelve a París, ahora, con Ya, donde escribirá hasta su muerte.
Conoce muy bien a la sociedad francesa. En 1967 regresa a España.
Josefina compra un apartamento en Marbella. Viene,
desde París, solo los veranos. Un día, un jardinero arregla unos arriates. Coge
unos esquejes; los planta en balcón. Al
año siguiente, regresa, el balcón está ahíto de flores. Se pregunta en su
artículo de Ya: “Qué tiene esta
bendita tierra que hasta los geranios florecen sin que nadie les haga nada”.
Yo, la descubrí, de muchacho; su muerte, en 1980.
Aquel día alguien se me murió…
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