“Lo mejor del recuerdo es el olvido”. Lo dijo el Maestro
Alcántara. El Maestro tenía en su mente un barco que se estaba yendo; un pitido
lejano por la bocana del puerto; una guerra aún calentita – ya no se estaba en
guerra en aquel verano –; un tranvía, ‘tranvía de sol con jardinera’, que iba
desde los Baños del Carmen, que entonces estaban muy lejos, a Málaga; carreras
de delfines y sirenas… No es a ese olvido al que me refiero.
Tampoco quieren el olvido las familias de las sesenta y dos
personas muertas en el accidente aéreo del Yakovlev-42 en los montes de
Turquía. ¿Por qué en esta España nuestra se tarda tanto en resolver los
asuntos? Todo fue en el 2003, era por mayo. Aquí, hacía calor; en Turquia,
niebla y mal tiempo…
No pueden irse al olvido las peripecias de ese decano de
Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla. No fue un hecho aislado
– que ya de por sí sería más que suficiente, sino varios -. Varios, también los
que lo conocieron y callaron con un silencio de tumbas; varios, los que
permitieron todos los disparates que
ahora salen a la luz.
La Audiencia Nacional ha reabierto el caso. Era una pareja
joven. De Cádiz. Alguien de ETA dio la orden; otro, apretó el gatillo. Los dos
muertos en el acto. Él cayó inclinado sobre el volante. Dicen que el claxon
sonó durante veinte minutos. No acudió nadie; no se abrió ninguna ventana… Ah,
el había cometido un delito infame. Era Guardia Civil, se jugaba la vida – los
hechos lo probaron- por los demás. Ahora parece que se rompe el largo olvido.
Las cosas, de allá por 1979…
Hay otro hecho que da gritos, voces, chillidos. No sé. Una
menor presuntamente muerta por acoso escolar en Murcia. ¿Estamos locos? ¿Adónde
quiere ir esta gente que ha perdido los papeles de esa manera tan descarada. Se
siega una vida y aquí, dentro de un par de día, en cuanto los carroñeros de las
televisiones encuentren otro algo al que meterle mano, pasa al olvido.
Lo mejor del recuerdo para algunas cosas puede ser olvido;
para otras, desde luego que no. Hay algo en lo que todavía se cree. Se llama
Justicia.
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