El tren partió de
Málaga a media tarde. A eso de las cinco, poco más o menos. Nos habían formado
en la explanada. Todos teníamos un petate junto a nosotros; un nudo, en la
garganta, y un adiós en la media distancia…
La familia había ido a despedirnos; nos miraba; nosotros mirábamos a la familia.
Por el aire se entrecruzaban las miradas; los ojos brillaban más que otras
veces. Alguien nos leyó una serie de leyes. Todas terminaban en el mismo
estribillo: Pena de muerte.
El tren salvó la cordillera. No se veía apenas nada al otro
lado de las ventanillas. Corría con sonidos metálicos por campos oscuros. Cruzó el río Grande por Córdoba; luego, según supe después cuando
me dio por comprobar si los mapas y la realidad se dan la mano, el tren y el
río juegan entre sí varias veces…
Amaneció por Albacete. Jamás he visto un campo más
llano; una nevada tan grande. Todo era blanco.
Un hombre ofrecía vasos de café desde el
andén. El vaho de la respiración se quedaba en el aire. Algunos viajeros
compraban aquel líquido caliente y humeante.
A media mañana, el tren entraba en la estación de Valencia.
Nos llevaron a un edificio muy sucio. Cutre. Luego, nos dieron suelta hasta una
hora prudencial de la tarde. Nunca una ciudad me pareció tan grande como
aquella por la que anduvimos un grupo de muchachos que empezábamos a
conocernos…
Era de noche; hacía frío. El barco zarpó de El Grao. Era la
primera vez que subía a un barco. Estuve un rato en cubierta. Las luces de la
ciudad se alejaban en la oscuridad. El barco se adentraba en un mundo
tenebroso. Cada vez se veían menos luces. Casi de madrugada me venció el sueño.
Dormí y desperté cuando ya estábamos dentro del puerto. Ante nosotros Palma de
Mallorca…
Hoy, once de enero de 2017 hacen solo cuarenta y seis años
que ocurría lo que acabo de contar. Allí, dicen que servimos a la Patria
durante catorce meses y un día. En las horas largas de la tarde, la radio
difundía que Massimo Ranieri había comprado rosas rojas aquella noche y, cuando llegaba la carta - “mon amour cherie”- Jacques
Brel le daba sentido, todo el sentido a la
censurada “Ne me quitte pas”. Allí…
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