jueves, 8 de septiembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Aeropuerto

No es el título de aquella película de hace muchos años. No. Allí, en la película nos hacían pasar un mal rato hasta que el problema se solucionaba. Un avión tomaba tierra en unas circunstancias extremas. Todo al final se arreglaba. Ya se sabe, entonces, en el cine ganaban los buenos. Nacía el cine especialista en desastres.

Esta mañana  he ido al aeropuerto de Málaga. Ha tenido muchos nombres: El Rompedizo, San Jualián; ahora, Pablo Ruiz Picasso. Los  nuevos accesos dejan a uno en el lugar que más o menos quiere. O sea: llegadas o salidas. Coches, autobuses, letreros y más letreros; información en castellano y en inglés. Mensajes gráficos…

Trasiego infernal. Gente de todos los pelos – algunos hasta rapados, tatuados y con crestas –  iban y venían. Maletas. Aglomeraciones. Colas para embarcar; oleadas que salían. Tableros electrónicos. Informaban de las direcciones a los aeropuertos a los que se dirigían los pájaros de acero. En las llegadas, obviamente,  las procedencias: Londres, París, Estambul, Oslo, Berlín, Roma…

El aeropuerto de Málaga, hace un par de fines de semana, en la mediación de agosto, cuando arreciaba por aquí esa ‘ola de frío siberiano’ que nos barrió ¿se acuerdan?… tuvo una circulación de cuatro mil operaciones, avión más o avión menos; tampoco viene al caso ponernos a contarlos por si se escapa alguno.

A lo que iba. Los detractores dicen que en España hay muchas cosas que van mal. Vale. Hay muchas cosas que van mal. Otras: trenes, aviones y comunicaciones dicen lo contrario.  A la experiencia de esta mañana me remito. En medio del caos infernal, todo se arreglaba; seguía su orden. Alguien, digo yo, tendrá ‘algo’ de culpa…


Vamos en cabeza, en ese punto, de eso que se llama progreso. Termino con un apunte irónico. En el fin de semana del que hablaba antes  una cadena televisiva, en su telediario estelar informa: “El aeropuerto de Málaga, uno de los más importantes de Andalucía…” Y me pregunto, inocentemente, ¿cómo será el más importante?

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