Vienen desde no sé dónde hasta esta calle donde
dicen que termina el verano. Bueno las batatillas que sembré por febrero sí sé
de dónde vienen. Me las regaló mi primo Pepe García, ‘el de Flores’, - que no
deja de ser una redundancia – y que es tan malaguista como yo.
A mi primo, y a mí, nos gustan muchas cosas en común: somos
sufridores del Málaga, nos gustan las medias
verónicas de Morante cuando hace que
la capa sea seda en el calor de la tarde, y queremos el toro de verdad en la
plaza. Digo el toro y no ese bichito de ‘torifactoría’ con que los ganaderos se
han empeñado de echarnos de las plazas y lo van a conseguir. Al tiempo.
Ahora las margaritas han florecido. Son unas
margaritas amarillas, intensas, tan briosas como los amores maduros que llaman
a la puerta conscientes que su vida es muy efímera. Siempre florecen - las
margaritas, vayamos por partes; ¿lo otro? sin fecha - cuando el verano recuenta
jazmines, las damas de noche apuran el aforo de estrellas y la yerbaluisa está
ahíta de semillas.
Han sembrado el aire de color amarillo. Estas
margaritas carecen de olores. Sublimes, atractivas desde la lejanía… Preciosas
de colorido pero carentes de olor. ¡No se puede tener todo en la vida!
El reborde del camino es un crisol de amarillos
intensos. Está de ensueño; otras, las que buscan el sol con más ahínco se han
subido trepando para alcanzarlo antes en la altura y ponen pinceladas escapadas
de una paleta sublime.
Preludia otoño la tarde. Dice el hombre del tiempo
que llueve en muchos lugares de España. La borrasca viene del Atlántico. Ha
entrado por esa punta verde de España que se llama Galicia. Siento cochina
envidia por los que ahora disfrutan del olor a tierra mojada; del chisporroteo
de gotas en los cristales, de los cielos grises…
Ellos no tienen la suerte que tengo yo. No pueden disfrutar
de esta fila de margaritas amarillas, no pueden sentir cómo el aire ábrego le
urge a las abejas para que terminen de libar en los ombligos azucarados de los
frutos, los frutos tardíos de las higueras…
Me has recordado mis primeros años de estudiante, cuando leía el poema de Rubén Darío:
ResponderEliminarMargarita, está linda la mar
y el viento lleva esencia sutil de azahar...
Querido Lucas, gracias por tanta generosidad pero hay que ser realistas y reconocer que entre el 'padre' Rubén y el que suscribe hay mucha distancia... Un abrazo.
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