Andrés do Barro era un cantante gallego de finales
de los años sesenta – ¡qué lejos queda todo eso! - del siglo pasado. Andrés
lanzó al mercado un disco; se acompañaba
de un coro y una guitarra: “O tren”. Contaba y cantaba, en gallego, un viaje,
en tren, por Galicia. Romanticismo y adelanto de lo que vendría…
El viajero, entonces, era un muchacho con muchos
pájaros – ahora, también – y
ganas de aventuras en la cabeza. Sacó, con un amigo, un kilométrico de los que
regulaba el interventor, a bordo del tren, cortando cupones de los kilómetros
andados.
Sacaron – la economía no daba para más – uno de tres
mil; de regreso en Madrid necesitaron un
‘extra’ de cuarenta y tres; habían fundido el resto por los caminos de hierro
de España.
El viajero entró en Galicia por el curso del río
Sil. Partió de León al caer la tarde. Llovía a ratos. El paisaje oscuro del
carbón se alternaba con el verdor de los montes; el río se remansaba a ratos en
embalses pequeños y… vuelta a empezar.
En Ponferrada subió un mendigo; pedía limosnas con
voz lastimera; parecía escapado de una obra de Valle-Inclán. En Astorga, uno
que vendía mantecadas. En La Rua-Petin se bajo la niña más bonita que el
viajero ha visto nunca en un tren…
El tren llegó a Sarria con noche cerrada. Pernoctó
en una fonda de estación; recorrió un paisaje que se antojaba enigmático y
lleno de leyendas porque por Sarria pasa el Camino que los peregrinos usan para
ir a Santiago…
El viajero llenó las alforjas. Se trajo recuerdos que
perduran con una frescura por la que no
ha pasado el tiempo. En la Colegiata del Sar, torre de Pisa gallega, leyó, a la
sombra de los muros del claustro a Rosalía: “Era apacible el día / y templado
el ambiente, / y llovía, llovía / callada y mansamente; / y mientras
silenciosa…”
Ha saltado la noticia de un accidente de tren en O
Porriño. El tren iba a Oporto. El tren llevaba un puñado de viajeros con sus
ilusiones dentro. La muerte le ha salido al encuentro… Escribo antes que los
buitres y carroñeros sobrevuelen la tragedia. Me quedo con aquel tren cantado
por Andrés do Barro.
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