viernes, 9 de septiembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El tren

Andrés do Barro era un cantante gallego de finales de los años sesenta – ¡qué lejos queda todo eso! - del siglo pasado. Andrés lanzó al mercado  un disco; se acompañaba de un coro y una guitarra: “O tren”. Contaba y cantaba, en gallego, un viaje, en tren, por Galicia. Romanticismo y adelanto de lo que vendría…

El viajero, entonces, era un muchacho con muchos pájaros  – ahora, también –   y ganas de aventuras en la cabeza. Sacó, con un amigo, un kilométrico de los que regulaba el interventor, a bordo del tren, cortando cupones de los kilómetros andados.

Sacaron – la economía no daba para más – uno de tres mil; de regreso en Madrid necesitaron  un ‘extra’ de cuarenta y tres; habían fundido el resto por los caminos de hierro de España.

El viajero entró en Galicia por el curso del río Sil. Partió de León al caer la tarde. Llovía a ratos. El paisaje oscuro del carbón se alternaba con el verdor de los montes; el río se remansaba a ratos en embalses pequeños y… vuelta a empezar.

En Ponferrada subió un mendigo; pedía limosnas con voz lastimera; parecía escapado de una obra de Valle-Inclán. En Astorga, uno que vendía mantecadas. En La Rua-Petin se bajo la niña más bonita que el viajero ha visto nunca en un tren…

El tren llegó a Sarria con noche cerrada. Pernoctó en una fonda de estación; recorrió un paisaje que se antojaba enigmático y lleno de leyendas porque por Sarria pasa el Camino que los peregrinos usan para ir a Santiago…

El viajero llenó las alforjas. Se trajo recuerdos que  perduran con una frescura por la que no ha pasado el tiempo. En la Colegiata del Sar, torre de Pisa gallega, leyó, a la sombra de los muros del claustro a Rosalía: “Era apacible el día / y templado el ambiente, / y llovía, llovía / callada y mansamente; / y mientras silenciosa…”


Ha saltado la noticia de un accidente de tren en O Porriño. El tren iba a Oporto. El tren llevaba un puñado de viajeros con sus ilusiones dentro. La muerte le ha salido al encuentro… Escribo antes que los buitres y carroñeros sobrevuelen la tragedia. Me quedo con aquel tren cantado por Andrés do Barro.

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