Dicen que la belleza navegaba en góndola con encanto de violines por los
canales de Venecia. Vilvaldi la cazó al vuelo, se deleitó y compuso Las Cuatro Estaciones. El cura pelirrojo
aportó una página esencial a la Historia de la Música.
Dicen que el embrujo subió por el río de las marismas entre campos de arroz
y toros negros que comen margaritas entrecortando chorros de plata en las
noches de luna llena, y cuando llegó a la Puebla…, Morante le citó de frente, hizo un bucle de seda y se
sacó de la manga la media marca de la casa.
El pellizco del cante, el duende y el quejío andaban sueltos, perdidos…
Buscaban un refugio donde acunarse y una voz de terciopelo. Lo encontraron y
dieron por salir de la garganta de una mujer con talle de junco de río y…
Primero, la garra del Amor Brujo. Falla,
en su voz por tierras de Francia y Canadá;
luego, bajo una noche de estrellas, en La Unión, se rasgaron muchas
cosas en el cante por Mineras: “Es negro
como el carbón /el futuro en esta mina / aquí se pierde la estima / aquí sufre
el corazón / ¡ay!, aquí se acaba la vía…”Antonia Contreras ponía su firma
al pie de página en la Historia del Flamenco.
“De la entraña de la tierra / como el
duro mineral / adentro de mí tú estás / tan firme como la piedra / que no se
pué barrená”. Antonia canta por
Malagueñas, Tangos, Rondeñas, Verdiales, Guajiaras; domina las Granaínas: “Los tercios de granaína / se me agolpan
cuando canto/ tus recuerdos encanto / que dejé por las esquinas / por quererte
yo a ti tanto”.
Hecha a sí misma. Autodidacta. A su casa, a la radio de su casa, llegaban
las ondas de unas emisoras lejanas. Traían aires de cantes, de otros cantes; la
reclamaban para darle sitio propio en el Cante Grande. Su vida ha sido un
camino con espinas; demasiadas. Nadie le regaló nada. Todo a pulso: “Con mucha
constancia, cuidando todos los detalles”.
La Lámpara Minera buscaba un techo para colgarse. Lo hizo en el lugar más
cercano al corazón: en el pecho de Antonia Contreras. Ella puso el cante; Juan Ramón Caro, la guitarra; Paco Acosta, la
letra. ¡Grande, Antonia, grande!, y
además, de las nuestras.
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