Amaneció entoldado. Espejismo y muchas ganas de ver
cómo llora el cielo en este otoño que acaba de arrancar. Ni otoñada, ni un
riego meteorizado, ni un poco de viento ábrego que siembre ilusiones. Luego, a
medida que entraba el día todo quedó en un deseo truncado. La radio anuncia que
en Córdoba hoy alcanzan los 35º Centígrados. Vamos, ¡una delicia!
Esta tarde me he acercado al campo. Entre el
columbrar de las nubes y el aire de levante las hojas han cambiado de brillo y
de tonalidad varias veces. Como aún no han bajado las temperaturas nocturnas,
las naranjas, todavía, no han virado de color. No es el verde rabioso del
verano pero siguen verdes.
Los
estorninos no han dejado de entrar y salir del nogal del tío Benito. El aire
sopla a contra mano y no me he dado cuenta del paso de los trenes a pesar de la
proximidad de la vía. Los estorninos están desorientados. Se les están poniendo
moradas las aceitunas antes de tiempo. Los pájaros saben que las cosas tienen un ciclo y este año parece que hay
algo raro que flota y no aciertan a saber qué es.
A caer la tarde fui a Flores. La gente andaba por
las orillas de la carretera. Van en grupitos de varias personas. Pasan unos
ciclistas… Alguien ha tenido el buen gusto de colocar unas varas de nardos a
los pies de la Virgen. Oigan, aquello no tiene nombre. Todo es olor que
embriaga y uno se sienta en un banco…y, ‘echa un cigarro’, y espera. Hay un
arrullo de palomas en los alféizares de las ventanas.
Las noticias que corren por otros aires sobrecogen
el alma: tiroteos en sitios lejanos, muertes de inocentes – niños y más niños,
demasiados niños, en esa guerra que no termina en Siria y en eso que llaman
Oriente Medio – desencuentros provocados por un amor inmenso al sillón. “Ay,
sillón de mis entretelas y mi cochecito oficial” ¿A que les suena?...
No hay comentarios:
Publicar un comentario