La primera salida mañanera es a comprar el pan. La panadería
está cerca. Un poco más debajo de mi casa. Nada. Visto y no visto y la compra
hecha. El aire mueve las hojas de los cocoteros; revienta el azahar los
naranjos de la acera. Pasan coches camino del trabajo…Van rápidos.
A esa hora tempranera – soy madrugador – en la calle hay
poca gente; las precisas. Los que van al Centro de Salud a ver al médico, o “a por recetas”; los que
vienen de algún sitio y suben, porque mi calle, como casi todas las calles del pueblo,
tiene una ligera pendiente; los que esperan que abra el banco…
La puerta del banco es un hormiguero los días de cobro. Hay
quien se viene antes de amanecer. No saben que hasta la hora convenida la caja
no funciona y que al banco no se le acaba el dinero; tendrán el suyo; no se lo
creen.
Muchas mañanas Miguel barre las aceras. Antes, pasa una
maquina pequeña. Tiene unas ruedas giratorias: recoge papeles, hojas y restos
de basura. Miguel lleva una escoba y un pequeño cubo con ruedas. Miguel es
seguidor del Barcelona. Esta mañana no
estaba contento por lo del repaso del sábado. Ya saben. Yo lo felicito cuando
gana ‘su’ equipo. O sea casi siempre; Miguel lo agradece.
En la panadería colocan el pan en pequeños compartimentos.
Lo clasifican: pan integral, gallegas, malagueñas, barras de Viena, pitufos,
pan de centeno, otro pan muy oscuro que no sé de qué está hecho... La panadería
despide un vaho caliente y acogedor.
A esas horas acuden algunas mujeres. Cruzan los brazos
mientras esperan; tienen frío mañanero;
se acurrucan con ellas mismas. No están acicaladas; están bellas porque a todas
horas las mujeres siempre tienen su propia belleza.
Han preparado los desayunos de los niños que se van a la
escuela. Ya han comenzado con otros menesteres. Las mujeres siempre tienen algo
que hacer y, a todas, les falta tiempo.
Estas mujeres son muy correctas; saludan al entrar o
devuelven el saludo. Llevan ropa de estar por casa; calzan zapatillas…. Ya ven,
y todo, porque uno se levanta temprano para comprar el pan.
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