martes, 19 de abril de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y, de lo mío ¿qué?

La melancolía de la lluvia es propia de una tarde de otoño, de poema de don Antonio Machado, de canciones de Joan Manuel Serrat, de fado,  o de la música de Edvard Grieg con su obra maestra Peer Gyint.

La tristeza y la rabia y la impotencia son propias de otras situaciones. Uno no puede hacer nada;  se come las uñas – en sentido figurado, claro –. Se traga el telediario. Separa el humo del botafumeiro que da incienso a los propios; se queda  - lo intenta - con la esencia de la cosa.

España es un totum revolutum, - perdón por el latinazgo – pero a esto no hay Dios que lo entienda. Las necesidades de las gentes están apiladas sobre una silla. Esperando que los señoritos decidan ponerse de acuerdo y, entre todos, olvidarse de lo suyo y vayan a lo nuestro.

Lo contaban como anécdota. El hombre había metido el cuello al máximo. Ayudó al trepa de turno a llegar a donde el trepa aspiraba. El hombre se contentaba con obtener solo algo de lo que le habían prometido. Las dádivas corrían; las suyas, no llegaban. Él, en su ingenuidad, preguntada cada noche a don Paco cuando don Paco regresaba del casino. “Y, de lo mío, ¿qué?”

El problema de España es si Rita Maestre tiene que dimitir porque enseñó las tetas en la capilla de la Complutense, el niño de la Bescansa o si el Barcelona ha tocado fondo; si Messi tiene algo muscular o de poca vergüenza; si el señorito Julián sigue penando en la cárcel o de la boda gitana de la Línea… y así, hasta donde quieran.


Y, de lo nuestro, de las gente joven quemada y sin ilusión, de los parados que no encuentran un boquete, de los salarios de miseria, de la gente que duerme en la calle - de refugiados y esa gente no hablamos, esos no son nuestros – de los viejos solos, de… ¿qué?

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