martes, 29 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Feria

La feria tardaba en llegar una barbaridad. La feria era el acontecimiento más importante del verano. La escuela decretaba la libertad cuando las espigas granaban en las lomas y se volvía cuando las nubes tomaban forma de coliflores en el cielo azul de septiembre.

En los años cincuenta había Reyes Magos, pero como los caminos estaban tan malos, no sabían a muchas casas del pueblo. En las casas a donde sí sabían vivían niños – muy pocos- que aparecían por aquellos días después del cinco de enero montados en una bicicleta; otros, con una pelota de goma y unos calcetines nuevos.

Cuando llegaba la primavera a las niñas de primera comunión las vestían de novias prematuras. Les colgaban una medalla de oro pendiente de una cadena muy fina  en el cuello; a algunos niños de almirantes… y, otros la hacían con un traje prestado y un librito con pastas de nácar. ¡Ah, también había estampitas y un rosario de cuentas que parecían perlas!

Decían que había trenes eléctricos y alguien soñaba que si algún día tenía un niño le compraría un tren eléctrico como los que vendían en casa de ‘Diego el de la Ferretería…’  ¡Mentira! El tren no sería para su niño sino para el padre….

Llega la Feria. Pasan los niños por la calle. Van a montarse en artilugios eléctricos que atraen a la posible clientela con muchos decibelios en la megafonía. Todo ensordecedor, todo pasado de revoluciones porque cuánto más ruido, más felicidad.

Me voy a transformar estos días. No sé si seré la sombra del hombre que empujaba las 'barquillas', si me iré junto al que recogía las fichas mientras la ola subía y bajaba por un montaje de hierros, si me pondré detrás del que daba vueltas a la manivela para que remontasen más altas las ‘cadenas…’


No sé. Lo que sí sé es que no estaré junto al hombre que vendía los tickes para que algunos privilegiados subiesen a aquellos carricoches de ensueño… Estaré unos días ausentes. Ya saben, me voy de Feria 

lunes, 28 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Higueras

                                                

Los tordos acuden  a las higueras antes que apunten los primeros rayos del sol cada mañana. Están maduros los higos tempranos. Son su desayuno de hoy. ¿Mañana? Mañana Dios dirá… Mirad cómo los pájaros del campo, dijo un día Jesús, no siembran ni labran y vuestro Padre Celestial los alimenta… Pues eso.

Los tordos, los mirlos, los gorriones y otros pajarillos sin nombre acuden en busca de su alimento. Son los dueños de la higuera. Los higos están ahítos de almíbar y chorrean gotas de miel. Dulces, sensuales, apetitosos vienen en medio del verano a pregonar que son algo más que frutas. Son infrutescencias.

¡Qué nombre más complicado para algo sabroso! Acuden también multitud de abejas, tabarros e insectos golosos. Miguel Hernández que sabía mucho del campo  le recordó, en su Elegía a su amigo Ramón Sitjé: “Volverás a mi huerto y a mi higuera / por los altos andamios de las flores / pajareará tu alma colmenera”.

Por San Juan de junio pasaron las brevas. Vino el verano con toda la fuerza de un horno abierto para decir que aquí estoy yo, de Virgen a Virgen, o sea del Carmen a la Asunción y junto con las higueras en sazón aparecieron los racimos pendientes entre pámpanos en los sarmientos de la parra.

Cuando éramos niños y subíamos hambrientos de los baños vespertinos en el río, las higueras eran estación de penitencia obligada y reverencial. Siempre, o casi siempre, había un guarda oportuno que vigilaba… Ni el guarda ni los niños sabían que Sócrates enseñó filosofía debajo de una higuera.

El campo tenía menos vallas de alambres y los niños más temor a los guardas, entonces; los frutales - veredas de tunos – saciaban estómagos que pedían llenarse y, las higueras entraban dentro del calendario de visita.


Ahora cuando julio llega a su final las higueras tempranas tienen los pimpollos chorreando néctar y los pájaros que son los únicos que pueden llegar a esa altura pregonan a quiénes quieran escucharlo que esa, precisamente esa cosecha, es suya.

domingo, 27 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jordi


Padre, yo me confieso que he sido un ‘molt (poc) honorable’ travieso… ¿Qué interés habrá movido a don Jordi para cantar lo que ha cantado? Conjeturas, todas.  Asoman las orejillas por la tapadera del zurrón: desde la autoinculpación para atraer sobre sí las iras, el “último servicio al Estado por lo que se vislumbra en otoño”, hasta que las dentelladas de los perros ya desgarran los calzones del pollo que huye.

Cuando leí lo del servicio – que no se lo cree nadie - no supe qué pensar. ¿Cómo puede haber encubridores de tal calibre? El refrán lo dice claro: “gallo que no canta algo tiene en la garganta”. Por ahí puede ir el “agua al molino” y  airear un  reconocimiento de  un presunto servicio…

Siempre habrá corrupción. España es el  único país del mundo que tiene un apartado en su Literatura con estos temas. La llama: Literatura Picaresca. Aquí nacieron el Lazarillo de Tormes, Rinconete y Cortadillo, el Pícaro Guzmán de Alfarache, el Buscón don Pablos, Marcos de Obregón… Suma y sigue.

De escándalo en escándalo Esta España no tiene escapatoria. Casi todo está inventado, parece. No es así. Cada día una sorpresa, cada día algo nuevo y, de más calado. Cualquier día nos despertamos… Bueno, me da miedo hasta de pensarlo.

El calor riguroso de finales de julio ha debido calentar los cascos tanto que ya no valen ni mohines ni guiños ni pamplinas. Justicia y cárceles para los que la merezca pero no hay que preocuparse. Mucho ruido y pocas nueces. Saldrán por la puerta grande del juzgado con  una nota que diga: “en libertad con cargos”.

Bolsillos llenos, cuentas repletas y ahítas de ceros a la derecha de cualquier dígito del uno al nueve. Los españolitos discutiremos del calendario de la liga, de  José Tomás o de la biblia en pasta.


Da lo mismo. Devotos de ‘Frascuelo y de María’. España de ferias, muchas ferias, charangas y lo que le echen. Si robaron otros, ¿por qué no van a robar los míos? Dejó dicho Quevedo que ni la Verdad ni la Justicia hallaron en la tierra comodidad: “una por desnuda; la otra, por rigurosa”. ¿Pensaría en don Jordi y en otras familias…?

sábado, 26 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Tour llega a París

                              

Mañana como quien dice dentro de un rato el Tour llega a París. El Tour de Francia es la carretera ciclista más prestigiosa del mundo. Llena las siestas del mes de julio: por afición al deporte de la bicicleta como decía mi madre, por el gusto de  echarle una visual a los paisajes verdes, eternamente verdes de Francia, porque cada año viene por la mismas fechas...¡Qué sé yo!

Lo cierto es que hoy domingo caluroso en sur de Europa el Tour de Francia hará los recorridos de rigor en los Campos Elíseos y tras ocho vueltas al circuito un hombre vestido de amarillo y la cara curtida por los soles y los vientos subirá unos peldaños… Sonará el himno nacional de su país. Es la gloria.

Me da por pensar que este Tour ha sido el más lluvioso de los que recuerdo. No ha habido casi ninguna tarde que en la conexión de Teledeporte y luego en la 1 de Televisión española no hayamos visto la gotas de agua que corrían despacio, monótonas, sugerentes por el cristal que protegía el objetivo de la cámara.

Si las imágenes eran las servidas desde los helicópteros abajo aparecía una alfombra verde salpicada de pueblecitos de ensueños como esparcidos sobre un tapiz para echarse una tarde de paseo. Todos con su iglesia en medio, con su castillo más o menos en ruina y con su gente, mucha gente, agolpada en las aceras.

Mis amigos Rafael Lería y Jacques Laulheret acudían cada año hasta su Pau en el Bearn y, desde allí, con otros amigos picoteaban más acá o más allá porque por sus cercanías siempre iba la caravana del Tour…


Este año, una vez más, me uno a ellos en el recuerdo. Estoy seguro que parte de esa lluvia mansa nos la han enviado  para que gocemos, aquí abajo, los que saben que gustamos de estos paisajes. Ah, y dentro de un rato – París, siempre París- el  Tour llega a París…

viernes, 25 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Aviones

                                                  

El avión de Iberia sobrevolaba el desierto del Sahara. Hacía la ruta Madrid-Johannesburgo.  Desde la ventanilla lo que se veía abajo todo era inmenso. Era la soledad de una tierra muy igual y muy extensa. Tardó un rato en ‘pasar’ todo aquello. Entraba la luz, demasiada luz, por la ventanilla.

 Ahora,  un avión pequeño de una compañía española con sede en las Baleares ha caído por culpa de las malas condiciones atmosféricas, al parecer, en la orilla de la arena del Sahara, en el Sahel, donde  acaba la inmensidad del desierto.

 Las televisiones en sus informativos dicen que ha sido un mes catastrófico para la navegación aérea. Malo, ha sido malo, demasiado malo julio. Al disparate de Ucrania siguió un accidente en Taiwán y el de Mali se une ahora, ahora. Como es norma de la casa, en estas ocasiones, ‘sin supervivientes’.

Sólo ha tenido como positivo: hemos tirado de los mapas para saber dónde quedan Ucrania y Taiwán y para recordar donde está aquel país que conocíamos como el Alto Volta que ya no se llama así sino Burkina Faso, o dónde el río Níger o el Volta – que le daba el nombre - y que ha perdido  los calificativos de ‘blanco’, ‘negro’ o ‘rojo’ por el color de sus aguas.

El avión hacía una ruta entre Argel y Uagadugú la capital del Burkina Faso (‘patria de hombres honrados’ según la etimología). Me viene  a la mente la vena irónica: “dime de lo que presumes…” El país es uno de los más pobres del mundo.

A lo que iba. Han encontrado los restos en Mali. Dicen que la culpa es de una tormenta de arena y polvo. Las condiciones meteorológicas pésimas hicieron que los pilotos desviasen la ruta para salvarla. ¡Vaya usted a saber!


 Un puñado de personas han ido a terminar donde la miseria es tan abundante como las estrellas en las noches del desierto, como el polvo que no deja ver un palmo más allá de los ojos y empobrece hasta la ruina a la tierra y a los hombres.

jueves, 24 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El infierno

                                              

El infierno era aquello tan temido desde la niñez. En el catecismo enseñaban que allí se ardía eternamente. Al infierno iban los niños que eran desobedientes, no hacían los mandados ni lo deberes de la escuela o se portaban mal.

Después, supimos que al infierno iban, también,  los que se dejaban llevar por los impulsos de la ‘biología’. Los que descubrían que había otras alternativas y seguían el nuevo camino abierto y los que cambiaban el paso, adrede,  para ir contra la corriente.

Naturalmente ninguno de los curas moralistas que nos formaban  había leído a Heidegger y como el filósofo de Friburgo pregonada, podían compartir: “el hombre es un ser-para-la-muerte y mientras se está vivo el cuerpo es el único dios verdadero”.

Todo tenía que ser ‘no’. Casi todo estaba prohibido. No se sabía quién atizaba aquellas llamas. Ardían y ardían, o sea, no se apagaban nunca y, al parecer, el diablo atizador debía tener la fuente de alimentación muy cercana. No había  tregua ni disminuía la producción.

Vendían el infierno con otras palabras menos irónicas y con más mala leche desde los púlpitos o desde la penumbra tenebrosa del confesionario. Era la sociedad de lo malo, de lo pecaminoso, del Dios fustigador… ¿Por qué nos educaron con tanto miedo?

A veces, hurgo en los papeles viejos. Aparecen mandas: “seiscientas misas para la salvación de mi alma, seiscientas para satisfacción de las penitencias mal cumplidas, dos arrobas de aceite para alumbrar a las ánimas del purgatorio… y que se venda el majuelo de viña que tengo en Majada Vieja para pagarlo todo…”
Me pregunto: si quedaban viuda e hijos ¿de qué comerían en el futuro? ¿Qué intereses alimentaban esos escrúpulos de conciencia en el difunto sin pensar en los menores o en la mujer desamparada que quedaba al albur de la caridad?

Estaba en el lecho de muerte. Llaman al cura que le  instaba al arrepentimiento de los pecados y al perdón hacia aquellos que le habían hecho de su vida un calvario.

-         -  “No perdono a ninguno”.

-Se va a condenar; va a ir al infierno…

-         - “Me haré cuenta que no me he mudado”.

- Una amiga a la que la vida tampoco le ha regalado nada ponía un comentario a un artículo de hace unos días:


-        -   “El infierno se vive aquí, qué horror”.

miércoles, 23 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Árboles


                                               

La noticia fechada en Madrid hablaba de árboles asesinos en El Retiro. Así, como suena. ¿Cómo puede ser un árbol ‘asesino’? Los árboles son seres vivos. Desarrollan su vida desde el nacimiento, envejecen y llegan al final. Podar un árbol es ayudar a que se regenere, a alargar su vida. Nuevos brotes como en el poema de Don Antonio Machado hablarán de la vida que florece.

Talar es diferente a podar que conlleva acción devastadora. Talaban los ejércitos medievales los campos de ‘los otros’ para someterlos con más facilidad. Talaban árboles porque así privaban a su ‘enemigo’ de la comida necesaria. Eran otros tiempos.

Las ramas secas, enfermas, viejas… necesitan una renovación. A eso se le llama poda.  Una corriente un tanto rara corre con facilidad entre mucha ignorancia. Se oponen a la limpieza de los cañaverales en  los cauces de los arroyos y de los ríos. La poda – corta de cañas – significa que brotarán con más vigor, con más fuerza…

No quieren que se poden bajos los rosales del parque, no diferencian entre maleza y vegetación y dicen que no hay malas hierbas. Claro no han leído las biografías algunos prohombres que han firmado penas de muerte… Naturalmente, son otras yerbas.

Los becarios trabajan en algunos periódicos durante los meses de verano. Me imagino que con sueldo, si es que les pagan algo, de miseria. Ello no conlleva que no se escriba con propiedad. Hace unos días en Málaga alguien publicó que en la Avenida de Velázquez había fallecido un perro atropellado por un coche… Los animales mueren; fallecen, las personas.


Alejandro Casona escribió en su destierro de Argentina a finales de los cuarenta: “Los árboles mueren de pie”. Años sesenta, TVE,  blanco y negro, ‘Estudio 1’. Dirección Gustavo Pérez Puig. Intérpretes: Tota Alba, Carlos Lemos, Manuel Alexandre…Era una ilusión; otra ilusión. Es ilusión que los árboles vivan. Los árboles ni los del Retiro ni de ningún sitio son ‘asesinos’.

martes, 22 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tórtolas

                                                

Las tórtolas turcas vinieron nadie sabe de dónde pero vinieron. Y están aquí. Son tórtolas de arrullos burdos, monocordes y con poca gracia. Han colonizado los parques del pueblo, el campo,  las alamedas de los sotos. Se han apoderado del entorno. Han echado de su sitio a otros pajarillos…

Estas tórtolas anidan todo el año. Proliferan. Primero se vio una pareja; luego, varias. Ya casi vuelan en bandadas. No tienen miedo. Levantan vuelos próximos y cercanos porque no van a ninguna parte. Me pregunto ¿Pensaría en ellas - lo digo por la coquetería de su cuello - Ibn Hazm cuando escribió el Collar de la Paloma?

Suben en vertical como un cohete de feria escapado. Llegan a cierta altura  y, luego,  o porque se arrepienten del impulso, o porque les faltan la fuerza se vienen, otra vez, casi al mismo sitio.  Debe ser un  aprovechamiento de  las corrientes térmicas.

Escribo bajo el calor tórrido de julio. Veo las tórtolas a diario, o las recuerdo en  los chopos, de picoteo por el camino, o empimpolladas, como aquella mañana de junio en lo más alto de los cipreses que recortan el horizonte abierto delante  del balcón del hotel en Benacazón.

 Desafiaban la resistencia de los tallos más tiernos y las leyes del equilibrio. De un ciprés pasaban a otro. Estaban en el pasillo de su casa. Entre las frondosidad del ramajes se escondían con su gorjeo los gorriones jugando al pilla-pilla de los pájaros.

Arriba, la luz, la sagrada luz del Sur. El Aljarafe confería a la mañana un hálito especial que sólo da la magia de la luz en algunos sitios. Tenían ya cuajo las aceitunas. Estaban generosos los olivos. Aceite que espera tiempo y hora. La Gracia de Dios suelta por el campo.


Al medio día, se adormece todo. Es el rigor del verano.  Zurean las tórtolas. Compiten  con otro canto monocorde. Es el canto de las chicharras. ¿Quién aguantará más? Sestearon las cabras y al caer la tarde arrancaron de careo por el rastrojo. Se oye una sinfonía de cencerras lejanas. Llega la noche: grillos, búhos, las ranas de la alberca… No han enmudecido las chicharras, todavía…

lunes, 21 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cosas de muchachos

                                           

El muchacho apocado y serio no levantaba la vista del suelo. Casi era una mortificación eso de tener que dar los buenos días. Un día le llegó la hora. La Caja de Reclutas de la 9ª Región Militar, Capitanía General de Granada, lo citó en el Cuartel de Capuchinos.

Al día siguiente, desde la explanada de la estación partió el tren camino de Valencia. Con la gorra de soldado aquel no era mi Juan. Las fuerzas del Etna y el Vesubio unidas salían por su boca cada vez que desde la ventanilla veía una mujer al paso del tren por las estaciones… Era el síndrome del recluta; era su liberación.

El hombre huérfano de padre desde niño se crió junto a la madre viuda y una cohorte de tías viejas, solteronas, beatas y rezadoras. Todo desde la infancia había sido una represión continua. Su vida transcurrió entre misas, novenas, estampas, rosarios, idas y venidas a la iglesia…

La hora de la libertad  le llegó el día del casorio. Salió de aquel hogar de penumbras y tristezas. No sabemos qué consejos recibió. No sabemos qué normas de conducta ante la nueva vida le habían inculcado.  No sabemos…Sólo un hecho lo dejó todo muy clarito. Aquella noche, más bien de madrugada, se abrió de par en par el balcón de su nueva casa. El hombre agarrado a la barandilla gritó a pleno pulmón: “Viva la Virgen de Flores”.

La señora casada tuvo apetencias de aventura. Las realizó. Engatusó al muchacho menor y se ‘perdieron’. Revolución en el pueblo, comidillas de vecinas…La envidia suelta ante el atrevimiento que ellas lo habían deseado pero no habían realizado…Pasados algunos días,  la Guardia Civil los encuentra. En el cuartel le instan al marido para que pongan la denuncia. El hombre se muestra remiso. Recula y ante la insistencia:


-       -   “Mi sargento es que…¡Cosas de muchachos!”.

domingo, 20 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de Bitácora. Y, ¿esto quién lo paga?


                                  

Josep Pla llegó a Nueva York a mediados de los años cincuenta. Cuentan que al ver el ascua de luz de la ciudad preguntó: “Y, ¿esto quién lo paga?” Más o menos. Para Pla aquello no era la iluminación normal de una ciudad que alumbraba su noche. No. Aquello era simplemente a su entender  un derroche.

Unas imágenes muestran el llanto de unos niños palestinos bajo el peso de la tragedia que los asola. Las lágrimas de los niños son estrellas perdidas y fuera de su sitio ¿Quién paga el crimen de hacer llorar a los niños? ¿Quién paga el coste de tanto misil, de tanta bomba, de tanto derroche de barbaridad?

Un considerable número de científicos estudiosos del sida viajaban en el avión de pasajeros derribado en Ucrania. En la escuela nos enseñaban que dos más dos eran cuatro. Carecemos de respuesta a la pregunta de la vida ¿cuánto suma barbaridad más barbaridad?

Nadie sabe nada. Si lo sabe no lo publica. ¿ Qué ha sido de las niñas secuestradas en África? Violación, masacre, miseria sobre miseria… En los países ricos miramos hacia otro lado. África está… donde tiene que estar. ¿Quién paga el abandono en que se encuentran muchos de esos países?

Se cumple por estos días el aniversario en que reventó Banca Catalana.  Jordi Pujol el ‘molt honorable’ (o como se escriba) estaba al frente. Don Jordi es el padre de esas criaturitas tiernas, delicadas, perseguidas por los españolistas… que se han amasado ¡que se sepa! una fortuna en Andorra. Lo de la Banca Catalana lo pagamos todos los españoles. Y, esto ¿quién lo paga?

Algunos políticos de nuestra España se enredan en discusiones. Quieren más dinero para alimentar a niños que lo pasan mal. No se avergüenzan de tener el cupo de niños necesitados superior al del vecino de una comunidad un poco más arriba. No. Sólo quieren más dinero.  El asignado es insuficiente.


Sé que es verano. Calienta el sol en las playas, en las piscinas, en las orillas de los ríos entre juncos y cañas, entre vegetación exuberante. Sé que venir con este artículo hoy puede sonar a aguafiestas… No es esa la intención. 

sábado, 19 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Castilla


                                        


 Castilla se muere a chorros. Los pueblos como barcos varados en el mar de la estepa acumulan historia con creces, con avaricia, con abundancia. Son pueblos mimetizados en un paisaje de enormes cielos. Una empacadora peina los rastrojos.

La historia se mantiene en pie porque quedan templos románicos, casas de adobes con balcones de rejas desvencijadas y herrumbrosas,  blasones en las fachadas que hablan de un tiempo que fue y ya no es y puertas cerradas desde hace años.

No hay niños en sus calles. Castilla se muere. Los pueblos están despoblados. Dice Barbetio que en Triana “un chiquillo se siente torero frente al espejo”. Me pregunto: ¿los niños de estas tierras adónde llevarán sus sueños?

Sepúlveda es  belleza en el pimpollo del páramo. La rodea el Duratón. Las choperas enhiestas, frondosas y cantarinas delatan los vericuetos y ríos de aguas claras. Pero, Sepúlveda que vive del turismo - y del cordero - apenas tiene problemas de aparcamiento. Y eso, en los tiempos que corren dice mucho.

A Fuentidueña la expoliaron los ‘dólares’ y una discutida ley franquista que daba de lo que había a cambio de restaurar algo de lo que quedaba. Fuentidueña tiene casi más monumentos que habitantes. Una señora me enseña la iglesia de San Miguel. La iglesia es una joya. Puede ser el románico más puro de toda Segovia.  De aquí se llevaron a Nueva York, piedra a piedra, una iglesia gemela: la de San Martín. Me lo dice la señora. Sí señora, le digo, yo la he visto en el Metropolitan…


 Me informa y, ahora, cuando salgan a la carretera tuerzan a la derecha y vayan a Sacramenia. Allí se casó Lequio. Señora, Lequio, como que me da lo mismo, ¿sabe? Allí voy a buscar otras cosas… El tiempo se paró por Cantalejo. El nomenclator del callejero lo canta desde la distancia. Me quedo con  sensación de desasosiego. Por la carretera torcaces, urracas, grajos… 

viernes, 18 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Achicharrados

                                           

La calor calienta los cascos. La inclinación del eje de la tierra, o lo que sea, hace que el sol esté más cercano. Hay recachas que vendrían muy bien en enero pero miren por dónde no vienen en invierno sino en julio. En julio lo que más se echa de menos es algo de brisa fresca. ¡Cosas que pasan!

Otros cascos están calientes, también. Israelíes y palestinos están a tiro limpio. O lo que es lo mismo: siembran muerte en las playas, en los caminos, en esas casas apiñadas que pueden tener de todo menos de dulce hogar. Los ucranianos – sean de la leche que sean – tampoco se han quedado cortos. Casi trescientas personas ya no verán más cómo sale el sol cada mañana. ¿La culpa?

Sigue la calentura de cascos calientes. A Matas le ofrecen la posibilidad de elegir el  próximo hotelito, aunque con rejas, no sabemos si con vistas a la mar, para pasar los  nueve meses que la Justicia quiere apartarlo del mundanal ruido. Antes, eso de ir a la cárcel era algo horrible y debía dar  miedo. Por lo que se lee, ahora,  no.

Siguen en el baile los Pujol Ferrusola.  No se sabe o  no interesa saber cuánto dinero se llevaron a Andorra y a otros paraísos fiscales. Como ellos un montón más de ilustres: el duque consorte, el tesorero, el de los trajes, los de los Eres, el sindicalista…

Si la cara es el espejo del alma hay almas un poco raras. A juzgar por las que se ven – caras en los dos sentido de la palabra –  en las televisiones, en las portadas de los periódicos o en eso tan eufemístico, ¡tiene bemoles!, que llamamos redes sociales.


España está estos días achicharrada. Ahora, a la ola de calor anuncian que se agregan otras olas a modo de huelgas: en hostelería, en los ferrocarriles… No hay que dar ideas. Pensemos en esas otras olas de la playa que van y vienen; en chiringuitos con espetos humeantes; en arenas con muchachas de ébano dándoles envidia sol del Mediterráneo. Parece que eso puede ser más refrescante.

jueves, 17 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Breda

                                                           

Dicen que de  lo sublime a lo ridículo hay un paso. Los hechos lo confirman. La selección alemana de futbol  ha ganado el Mundial de Brasil. Lo celebró en la puerta de Brandenburgo de Berlín. Todo era alegría, jolgorio y alcohol.

Miren por dónde dieron el paso de lo sublime a lo ridículo. La gente confunde  histeria con alegría, música con ruido, felicidad con vocinglería. Entre saber estar y hacer el ridículo  hay algo tan pequeñito como dar un paso. No supieron, y eso lo sabrán y verán cuando  despierten de la borrachera, respetar a sus rivales en la final.

Los muchachos estaban fuera de sí  en aquel momento de euforia. La muchedumbre que los vitoreaba, también. Calles abarrotadas, bailes, saltos, cántico, gritos... Los alemanes,    personas muy serias y herméticas, parecían que eran de otras latitudes. Casi todo era una sinrazón.  Personas normales no contralaban sus fuerzas ocultas. ¿Por qué actuamos así en según qué momentos?

Maradona ese ser que ha agotado casi todos los adjetivos calificativos, hizo lo propio con los brasileños preguntándoles “qué se siete”. No sabía que unos días más tarde su selección estaría en la misma situación y, ahora, desde Berlín, en la burla pública.

 Cualquiera puede perder los papeles sin darse cuenta: acabar en las manos por una discusión tonta en la barra de una taberna,  por el descontrol en la bebida se revienta un caballo en el  Rocío o se insulta, amparados en la masa, desde una grada.


Respetar al vencido sólo ha aparecido una vez en la historia. Lo pinta Velázquez en la rendición de Breda. Spínola pone  la palma de su mano derecha sobre el hombro izquierdo de  Justino de Nassau.  A pesar del momento, el cuadro rezuma humanidad. ¡Qué buena ocasión para que los vencedores alemanes se acercasen a mirar el cuadro de Velázquez!

miércoles, 16 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El dedo en el ojo

                                           

El Rector Magnífico - no dudo que tiene que ser un magnífico Rector - de la Complutense quiere recuperar el espacio que ocupa la capilla católica para uso público. Dicen que necesitan más dependencias. No caben. No dudo de las intenciones del señor rector. Me pregunto, ingenuamente, ¿es necesario llegar a esto?

Me cuenta un amigo que en el Arzobispado de una tierra muy andaluza, la iglesia – o sea, la jerarquía, no la otra – cobra algo así como sesenta mil euros por cada coronación de una Virgen. Lo hacen sibilinamente. A saber: “arreglen – informan a la cofradía de turno, o al alcaldía que  quiere gloria efímera – el tejado de no sé qué casa parroquial o tal o cual campanario…

El Obispo de una diócesis que bañan las aguas azules y claras del mar donde nacieron grandes civilizaciones tenía, en una parroquia del interior, hace unos domingos la administración del Sacramento de la Confirmación. No se presentó. Me cuenta uno de los confirmantes que mandó al rector del seminario. No dio ninguna explicación. Digo yo, y no es por pensar mal, Dios me libre, que debió ser por las muchísimas obligaciones que tendría en la agenda.

Hace unos días asisto  a un funeral en la trinitaria parroquia de San Pablo. ¿La Homilía? Para levantarse e irse si no fuese por respeto al sitio y a lo que convocaba a uno hasta allí. No se han enterado - algunos -  que después de Trento han venido dos Concilios más.


Hay otros olvidos… ¿Se acuerdan hace unos meses la que lió el Arzobispo de Granada? No quieren enterarse que, ahora, en Roma hay un párroco nuevo. Viste de blanco. Tiene formación universitaria y, lo que es más, tiene sentimientos que van innatos con el ser humano. Dicen que el Espíritu Santo rige la Iglesia. Se le debe acumular el trabajo y no da abasto para llegar a tantos sitios.

martes, 15 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Virgen del Carmen

                                              

Es, la Virgen del Carmen, la primera de las tres ‘Vírgenes’ del Verano. A mitad de agosto, la Asunción y, cuando el verano asome por las tardes a su final, vendrá la Natividad que, en cada pueblo, le dan el nombre de su Virgen.

Se echa la gente de la mar al rebalaje. En una barquilla de remos vendrá la Virgen del Carmen. Los marengos, pantalón arremangado y faja en la cintura, la sacarán en un trono pequeño hasta tierra. Antes, desde la media distancia, la Virgen habrá bendecido las agua, la pesca, la visión cercada de donde sale el sustento de cada día.

No hay pueblo marinero que no le rece a la Virgen del Carmen. Escapularios y cuadros, imágenes en las iglesias cercanas a la costa desde donde se ven cómo pasan los barcos… Era dura la copla. Imperio Argentina la ponía en boca del preso en el puerto de Santa María. “¿Adónde irá ese barquito que cruza la mar serena?”

“Unos dicen que para Almería; otros, que para Cartagena…” Ha tardado el Rey de Marruecos no sé cuantos años para firmar un acuerdo pesquero que habían elaborado los técnicos, los de él, y los de la Unión Europea. La visita del Rey Felipe VI ha acelerado el asunto. Menos mal que sólo había que cruzar el charco.

Había en casa de mi abuela, un cuadro de la Virgen del Carmen. Nos aterrorizaba a los niños. Unos hombres semidesnudos imploraban que los sacase de la candela que no cesaba nunca. La Virgen, a la que no alcanzaban las llamas, extendía un escapulario. Los penitos no lograban asirse a él. Un tío muy feo con un tridente  atizaba las ascuas. El que pintó el cuadro no quemó nunca leña en verano.


Me quedo con la imagen de la Virgen del Carmen que llegará a las costas de El Palo. Me quedo con el recuerdo de mi amigo Paco Rengel que seguirá pregonándola y con los barcos lejanos que van por el horizonte. ¿Para Almería? ¿Para Cartagena? Da lo mismo. Donde estés, Paco, sabes que se te sigue queriendo…

lunes, 14 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Olivito


                                                            

Olivito es un Miura de pelo salinero criado bajo la luna de Zahariche y con el sol de Andalucía en los días largos de verano. En la báscula: seiscientos kilos, kilo más o kilo menos, algo así como cincuenta y dos arrobas y pico, de las de antes. En la calle Estafeta – Pamplona cerraba las fiestas de San Fermín – ha estado a punto de mandar a ‘otro’ campo, a un mozo, con el que se ha encelado.

En una ocasión escuché a un hombre del toro: “Los miuras no es que sean más o menos fieros que otros toros. No. Son toros – dijo – que aprenden”. Nada de lo que ocurre junto a ellos se les escapa y como son tan listos, viene lo que viene.

No se entiende julio sin Miuras en Pamplona ni las tardes sin el Tour. Los Vosgos estaban preciosos. Las imágenes parecían de una primavera tardía que revienta de tanto verde, aunque eso sí, sin flores en las cunetas de la carretera. Ponen nota de frescura ante lo que, con esta ola, tenemos encima. La televisión seguía a los ciclistas; uno,  pone los ojos en los abetos que arañan el cielo, en esos lagos que no disfrutan, porque con ese tiempo…

Llovía. Nubes bajas; niebla. Se entrecorta la retransmisión. Una caída; descenso del Petit Ballon. Sangre en la rodilla. Contador abandona… El catorce del siete del dos mil catorce. ¿Será casualidad? Será una cabalística de esas que afloran porque están escondidas esperando su momento?


No sé. Me quedo con la belleza del salinero de Miura, con las llanuras de cereales de Palma del Río, -  donde confluyen  Guadalquivir y Genil - “el que viene de la nieve al trigo”. Me quedo con los bosques del  macizo francés que suenan familiares. Nos ‘conocimos’  – claro, que eso era antes – cuando aquello de la Geografía Física de Europa; Don Emilio Mandly, el profesor…

domingo, 13 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Coímbra

                                             

                                   A mi amigo Carlos Gómez Lagares. Unas fotos suya en facebook han propiciado que afloren estos recuerdos.

El viajero dejó Figueira da Foz a media mañana. Llovía - era otoño -, a ratos, torrencialmente. Como sólo lo hace en Portugal cuando se asientan las borrascas en el Atlántico y mandan masas húmedas con nubes plúmbeas cargadas de agua.

En Montemor-o-Vehlo, había mercado popular. Puestos de ropa colgada debajo de toldos de lona. La protegen de la lluvia: zapatos, zapatillas, prendas de deporte; ropa interior; herramientas;  frutas, hortalizas; cacharrería de cocina; figuras de adornos… En  jaulas metálicas, con un portezuela que se abre por la parte de arriba, conejos, palomas y gallinas, asustadas. Esperan comprador.

El  castillo está restaurado. La visión que ejerce sobre el bajo Mondego es soberbia. Una chica morena y amable ofrece información y un folleto. Tiene mucho que ver, en su fundación  con reyes asturianos y leoneses y con el Duque de Coímbra y otras cosas de la historia de Portugal.

Con noche cerrada el viajero llega a Coímbra. Busca el hotel contratado con antelación. Sabe donde entra. Respira sabor a ciudad vieja, tan vieja que su Universidad arrancó allá por el XIV… Una tuna rompe el silencio. Los sigue el viajero, de lejos, sólo un rato. Embrujo en las esquinas. Mañana será otro día…

Muy temprano sube hasta a la Universidad. Visita obligada a su biblioteca y al ambiente estudiantil que deambula por la plaza… Se palpa un no sé que va por dentro. Pasa por la Catedral Vieja. Deambula.
Junto a la iglesia de Santa Cruz compra unos pasteles. Dicen que son de Santa Clara, donde reposan los restos de la reina santa: Santa Isabel de Portugal,  y otros típicos – barrigas de freira- a modo de empanadilla de masa rellena de pasta de yema y almendras. Exquisitos.

Se echa a andar por Visconde da Luz; sigue por Ferreira Borges. Cruza el puente –de Santa Clara – y se llega, al otro lado del río, al monasterio. El Mondego hace una hoz de reverencia a la ciudad. Es un remanso de aguas tranquilas.


Recuerda, el viajero, a Saramago. En Miranda do Douro hablaba con los peces que jugaban en las orillas internaciones del río. ¿Habrá peces, por aquí, en el bajo Mondego? Sabe, el viajero, que algún día, volverá a Coímbra…

sábado, 12 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rincones

                                  

Desde su ventana, el Maestro Alcántara, ve la mar azul. Viene, esta mar de Ulises, a rendir tributo a los pies del rebalaje. O sea, debajo de su ventana. Por las noches, las traíñas con ojos de libélulas buscan ‘vitorianos de plata’, jurelitos chicos y brotolitas tiernas; llenan el copo.

Pasan sirenas y delfines. Van a los Baños del Carmen. Es el concurso de cada año. Desde la otra parte, la gente de Málaga acude en tranvías con jardineras. Así lo vio don Manuel, desde el rincón del Rincón, así se lo cuento a ustedes.

Hay otro rincón: “En el rincón secreto de mi huerto florido y encalado, / mi espíritu de hoy errará, nostáljico… (con j porque así lo escribió Juan Ramón). Es el rincón preferido.  Ese en el que nos reencontramos con nosotros mismos y que no conoce casi nadie. Hablaba, también Juan Ramón, del pozo blanco, de pájaros cantado, de olvidos, de campanas tocando…

En el ‘rincón de Ordóñez’ el torero más grande de Ronda - y de Málaga - después de Pedro Romero, el maestro encontró el lugar idóneo, propicio, adecuado… Abría la puerta del triunfo, la aclamación, el aplauso, es decir,  la gloria. Allí iba el estoque certero y el toro rodaba sin puntilla. Los genios son capaces de llegar adonde sólo ellos pueden hacerlo.

Del Rincón de Soto, en la Rioja Baja, sale una pera dulce, exquisita. Tiene ese no sé qué de la tierras fértiles del Ebro. En las tardes calurosas de verano, cuando ya el  Tour y las verdes campiñas francesas sean recuerdos de siestas a dormivela, una pancarta, en la Vuelta Ciclista a España anunciará que son patrocinadores… La publicidad, es decir, el parné, que manda.

En el rincón del mostrador de Casa Abilio  - otro rincón - me encuentro con Pepe Márquez. Sabe de folclore casi tanto – que ya es decir – como Joaquín Díaz. Hablamos de Álora y de Alosno, de los pregones de “El Divino”, de “Nuestra Tierra”…


Gregorio acercaba “verdura con mozarella gratinada”, tostas de aguacate con anchoas y vinagre de Módena”, “pechuguitas de codorniz”,  cerverza de caña de azúcar – ahora que ya no se cultiva la caña – y que hacen en Vélez… Con cualquier cosilla, come uno. 

viernes, 11 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Balada para Adelina


                              

Calor tórrido. Hace un rato que el reloj pasó las cinco de la tarde. Llego al paso a nivel de la estación de Álora. El paso a nivel sur – el norte está intransitable, estrecho y de piso pésimo – es el más amplio, el que daba paso a la antigua carretera de Málaga a Sevilla por Peñarrubia… Está cerrado.

El veintiocho de septiembre de dos mil doce amaneció un día horrible. Descargó agua sin miseria. Se desbordó el río, se llevó por delante la vida de dos personas, dejó al descubierto la mediocridad que nos desgobierna y sembró la ruina. Muchísima ruina. Pero, en España nunca pasa nada.

Entre las ruinas materiales – las vidas no tienen precio – fue aguas abajo el puente que evitaba el cruzar la vía del tren. Casi un siglo – 1931, fecha de conclusión – viendo pasar la corriente bajo sus barandillas. Aquella mañana las barandillas quedaron varadas en su cauce. Ha pasado lo que siempre pasa en España. Ya no hay puente. Ni lo habrá. Los ciudadanos… ¡Que se…! Sí, eso, exactamente, eso, que usted piensa.

Llega el tren de cercanías. Un rato de espera. Da lo mismo. Abren, de manera automática,  las barreras. Coches en ambos sentidos de la circulación. Ante la estrechez  nos damos, cortésmente, el paso. ¿La preferencia? ¡Qué más da!

Pierde actualidad leer los periódicos. ¿Los imputados de ayer son los mismos de hoy? La Guardia Civil los detiene, les toman declaración y quedan libres “con cargos”. Nunca más se sabe ni de ellos ni de cuando la Justicia los pondrá en su sitio.

¿Los responsables de lo que les he contado antes? Esos, aún, mejor parados. Ni un solo expediente abierto, ni un solo fiscal se ha planteado el estudio del caso por si ha habido un caso de negligencia.


 Nadie – los seguros, no han tenido más remedio, si han cumplido con los suscritos – se ha preocupado por la situación de cientos de personas. El hombre del campo una vez más han puesto la espalda. En la radio del coche escucho la balada para Adelina, al piano, Richard Clayderman…

jueves, 10 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Malagueñas


                                            

No. No es la parte del baile recogido por el folclore. No. No es ese cante sublime, palo del flamenco, que llevó a lo más grande  aquel genio, Juan de la Cruz Reyes, ‘El Canario’ al que mataron una noche de agosto, por celos, en el Puente de Triana. No. No es, tampoco, el gentilicio de la mujer, que por cierto, por si le faltaba algo, que no le falta, encima va y se pone un ramo de jazmines en el pelo. ¿Hay quién dé más?

Tiene la gente del campo, siempre el campo, una manera especial de llamar a las cosas que le son de su día. Y así al tiempo que corre se le llama ‘hogaño’ y viene Cervantes y recoge, nada menos que en El Quijote, que “en nidos de antaño no hay pájaros de hogaño”.

Cuando aprieta la calor, al medio día, las cabras no comen, buscan las sombras y se echan. Entonces, dicen, que ‘sestean’; cuando las ovejas, amodorradas ni andan, ni pastan…están ‘acarradas’ y, los guarros que buscan los higos maduros debajo de la higuera… están ‘empicados’.

La yunta, antes de salir a dar la obrada, al amanecer, se sobrealimentaba con una ‘pastura’ y si se estaba en la era, a la hora de la merienda, el morero hacía un ‘refalao’ y, por las noches,  en el cielo estrellado sobresalía eso que llaman vía Láctea pero era más nuestro cuando lo llamarlo Camino de Santiago.

No quedan exentos los aires. Si soplaba del norte, era aire ‘de arriba’; del sur, ‘de abajo’ si venía del oeste: poniente (podía sacar agua) y si era del oriente levante. Pero cuando, en los días de verano amanecía con aire del norte: cielo azul y limpio y, a media mañana, viraba a levante, entonces, siempre llegaba un aire especial: ‘las malagueñas’.


“Ya se han levantado las malagueñas y se están abanicando”. Bonito, bonito de verdad. Expresión castiza, por el abanico, por la mujer, por la gracia que mueve el aire: “ay, con el aire que tú llevabas…” y los ojitos de la cara y todo aquello que cantó don Miguel de Molina. Por cierto, dicen, que mañana, también, se levantarán ‘las malagueñas’…

miércoles, 9 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Reencuentro

                                                        

De España, se conocía en Austria, El Quijote y al Real Madrid. Mi amigo me trajo, cuando vino por Navidad, después de dos años, la primera camisa terlenka que yo tuve. Mi amigo, naturalmente era emigrante. Se fue a principios de los años sesenta. Un contrato de trabajo lo llevó a una ciudad de nombre muy raro. Todo estaba verde en verano y, en invierno, hacía mucho frío.

Hace unos días nos las andábamos por ese centro de Málaga donde ya no cabe una taberna más. Bueno, taberna, lo que se dice taberna, no. Es la hostelería moderna. Mucho plato, poca comida y una vocación ‘desinteresada’ de aligerarnos la cartera.

¿Te acuerdas? Me comentaba, cuando llegué a Austria y te escribí en una carta llena de la morriña. Te dije “aquí de España sólo se conoce El Quijote y al Real Madrid”. Te contaba, también, otras cosas. No vienen al caso.

Mi amigo se casó, allí, con una mujer de Granada. Han vivido toda su vida por aquellas tierras.  Le ha ocurrido lo que nunca quería que le pasase. Sus hijos son austriacos. Viven allí y, allí, están sus nietos. Va y viene. Aquí no se encuentra y allí añora lo que dejó cuando se fue con casi treinta años.

Desgraciadamente, en Austria, ahora conocen otras cosas de España. ¿Qué pasa aquí? Yo no supe explicárselo. La mujer de mi amigo nos enseñó fotos de la ciudad donde viven. Una preciosidad. Cuelgan geranios rojos de los balcones; las calles limpias, impolutas y todo parece como de otro mundo.

Los austriacos son muy ordenados. ¿Más que los alemanes? Más. Fíjate, en invierno cada uno limpia la nieve del trozo de acera que corresponde a su casa. Si hay un accidente es el responsable…


Mientras hablamos llega una señora. Ofrece un tallito de romero. Interrumpe, incordia, agobia… Lo llama rey y príncipe y no sé qué más. ¿”Quién era aquel del pueblo que puso un cartelito, sobre la mesa de  ‘La Cosmopolita’, ni compro lotería, ni me limpio los zapatos…”? Fernando, porque mi amigo se llama Fernando, ‘La Cosmopolita’ cerró hace unos años…

martes, 8 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Banda

                                               

El sol de julio deja las calles solitarias. Pega fuerte. Es ley de la estación: calor en verano y frío en invierno. Hasta ahí lo normal. Lo que no lo parece tanto es la banda -granívoros sobre un trigal -  de sinvergüenzas que se cría en los campos de España.

La cosecha este año viene generosa. Dice el refrán que no es mal año por mucho trigo. Aquí parece otra cosa. Da igual que sea en comunidad - ¡qué rimbombancia,¿verdad? - histórica o un pueblo con nombre sonoro de guerra incivil o perdido en la estepa más olvidada. Sin miseria.

Ni yernísimo, ni hijo de político, ni porque llegó al cargo sin haber empatado con nadie. Mano larga en cajón de fácil apertura. Y, lo más bonito de la película, que siempre ganan. Son inocentes y no tienen la cara más dura porque no entrenan.

Esta mañana, pasadas las siete y cuarto, - ya se les nota algo a los días - asomaba el primer rayo de sol. Amanecía un día esplendido. Ni una nube (media España las ha pasado canutas por mor de las tormentas) y un cielo azul. De verdad que en un paisaje tan idílico uno se pregunta el porqué en lugares de cielos tan hermosos puede haber lo que se cría a nivel de suelo.

Arrancaban el vuelo los pajarillos que han pasado la noche en los ficus del parque. Van a buscar el grano que quedó por los rastrojos después de levantar la siega. Se buscarán el alimento cruzando los aires que, a estas horas, aún están frescos.


 Se han corrido las lindes. Pienso en esas que, de niños, nos enseñaron y se llamaban honradez, limpieza de conducta, ética… No sé. Esas cosas que ya no están de moda. O al menos, no se venden como venden a Paquirrín que sale todos los días - con lo que nos cuesta un minuto -  en la televisión. ¡Qué vida esta!

lunes, 7 de julio de 2014

Una hoja suelta de cuaderno de bitácora. Se ha ido...

                                                       

Salta la noticia. Esperada. Temida. Siempre viene mal este tipo de noticias pero vienen. Ha muerto don Alfredo Di Stéfano. Un mito de verdad. No la porquería que ahora nos invade y que no pasan de ser - muchos- peras de tres al cuarto. El más grande de todos los que han vestido la camiseta del Real Madrid…

Bombardean las televisiones, facebook, e-mail, twitter. Tenemos suficiente información.  No hay que servir, ‘otra’, de “más de lo mismo”. Sí hay que decir algo. Di Stéfano tenía un pero. No sabía hablar en público; lo hacía, maravillosamente, con el balón.

Me voy por la faceta humana del niño de pueblo que coleccionaba estampitas. Un álbum, cromos repetidos y gachuela, mucha gachuela para pegarlas sobre unas hojas de papel que terminaban arrugadísimas…

Allí formaron parte en la alineación de nuestras vidas. Las vidas de los niños de los pueblos eran vagones de ilusiones, como los que se cargaban en el muelle de la estación con limones – “que son de los Callejones, niña” – naranjas, granadas, tomates, pañiles de melones, sandías o lo que daba la huerta.

Ramallets, Olivella, Segarra, Suárez y Kubala; Quincoces, Mestre y Puchades; Campanal, Ruiz-Sosa, Arza y Pepillo; Eizaguirre y Lesmes; Peiró y Collar; Carmelo, Orue, Garay, Canito, Mauri, Maguregui; Copa, Rial, Puskas y Gento y, por encima, muy por encima, Alfredo Di Stéfano, al que sólo veíamos, alguna vez, en el  No-Do o en las estampitas del quiosco de María la del Guerra

Éramos, entonces, niños de pueblo que cantábamos que España limitaba al norte con el Mar Cantábrico, que el río Guadalquivir pasaba por Sevilla y el Duero por Toro y Zamora. Alguien nos dijo que por los caminos transitaban los tíos mantequeros y que si éramos malos arderíamos, para siempre, – sí, para siempre – en el fuego del infierno.


Éramos nosotros. Andábamos las veredas que subían del río en las tardes de verano y, algún jueves soleado de invierno, íbamos de excursión al Monte Redondo. Y, siempre, a la captura del ‘Capitán Trueno’, el Jabato o de aquellas estampitas, que pegábamos con gachuela y en la que el mejor, el más buscado era: Di Stéfano…

domingo, 6 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Desconcertado



Desconcertado, como una gaviota suelta en la llanura manchega, como cormorán que subiese por el Guadalhorce, como un Tour de Francia corriendo por las arenas cálidas del Sahara, y no por las verdes colinas inglesas - como ayer - o  por la campiña francesa… Desconcertado.

Verán. Evo, que no debe tener problemas en su Bolivia andina, viene y suelta que Colón (del que aún pasando, como ha pasado tanta agua bajo los puentes, no sabemos ni donde nació) fue un ‘saqueador’ y un ‘invasor’. Sin miseria.

La cosa ocurrió hace más de quinientos años. O sea, ni se habían percatado ni ha habido tiempo para darse cuenta del asuntillo. Propone quietar el nombre de Colón a plazas, calles y lugares. ¿Quitamos también la palabra ‘colonizador’? Pues miren qué bien.

También ha regado fuera del tiesto un ilustre historiador. Éste más cercano. Lo ha dicho en no sé qué foro. Schulten y todos los que estudiaron Tartessos en la marisma del Guadalquivir están equivocados. Tartessos no estuvo nunca en el sur. ¿Por qué buscarlo allí? Tartessos tiene su nombre puesto: Tortosa. Está en la desembocadura del Ebro. Y se queda tan pancho.

Hace unos días en el recién estrenado y remodelado Museo Arqueológico Nacional, contemplaba el tesoro del Carambolo. Una señora mayor se me acerca. Me pregunta: “¿es de oro?” Le digo que sí, y que además lo explica en la nota adjunta. “Es que yo no sé leer…” Me dio una pena infinita. ¿Cómo irá esta mujer por la calle? Aunque si tiene que leer a los dos mozos anteriores…

A veces, la gente se dispara. O no piensa lo que dice o lo que dice no lo piensa. Da lo mismo. Por supuesto que una colonización no se hizo a base de Hermanitas de la Caridad, aunque tuvo su ración de curas, frailes y beaterios.


No sé si Colón intuyó la grandeza de lo que hizo, de que habría, luego, un país al que llamarían Bolivia o si tuvo conocimiento de alguna ciudad con su nombre… Pero, ¡venir a estas alturas con estos lópeces!

sábado, 5 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Aire viciado


                                              



 ‘El bueno, el feo y el malo’ fue una película de Sergio Leone, producto de la factoría de Almería.  Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Wallach -  murió hace unos días -  en los papeles de duros del cine. Al parecer, aquel oeste, no está más tan lejano.

Dice el periódico que hoy, en Estepa, se han vivido cosas muy feas. La gente harta ha decidido que la Justicia la administran ellos. Manifestación – no autorizada – y luego,  han ido a las casas de los ‘presuntos’ y le han pegado fuego. No había nadie dentro. Menos mal.

Hace unos años fue en un pueblo de Jaén. La semana pasada  - aunque  por otro impresentable móvil – en el metro de Barcelona. No hace mucho en un barrio de Sevilla… ¿Mañana? ¡Sabe, Dios, donde será mañana! ¿Qué pasa?

Cuando  se venía de Málaga por la carretera de la margen izquierda del Guadalhorce y no estaba hecha la autovía, o sea, se andaba con menos prisa y los coches traían las ventanillas abiertas, en las noches de abril, al llegar a la curva de la Cuesta del Carmen, en Cártama entraba olor a azahar. A primavera, a vida…

Algo parecido ocurría en Estepa. Calor sofocante de verano. Cambiaban los olores. Se olía  a canela,  matalahúva, ajonjolí… Anunciaban mantecados. Trabajaban las fábricas. Preparaban los productos porque vendría el frío y, luego, la Navidad.

No sé a qué habrá olido esta mañana el aire de Estepa. Estepa compite con Écija y Antequera en torres de iglesias. Tiene una preciosa – la de la Victoria – la única que queda de la desparecida iglesia de los Mínimos. Araña cielos azules; se asoma al mar de olivos.


Intuyo que Estepa donde, al parecer, falta Justicia y sobran justicieros, esta mañana, olía a algo muy feo. Aire viciado por odio, desagradable. En esos temas no hay – por mucha razón que asista – ‘buenos’. Que se vayan, también, ‘feos y malos’. Música, Morricone. Hace falta otra música y torres que compitan, en belleza y altura, con la Giralda. Nunca con las columnas de humo.

viernes, 4 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jazmines

                                               

 Son, generalmente, blancos. Los hay, también, amarillos o blancos ribeteados en rojo casi difuminado. Con los jazmines pasa como con las cosas excelsas: se saben que están ahí. Son difíciles de explicar pero son muy bellas. Y, entonces, para terminar de arreglarlo, se arrebujan en un puñado y forma eso que se llama biznaga.

Es la flor que no es flor. Es decir, algo distinto. Algo tan nuestro que los que vienen de fuera se preguntan y “¿esto qué es?” o “¿dónde se cría?”. Uno, a veces, trata de explicarlo como buenamente puede. No se consigue. Pero está convencido que si hay una flor que identifique a Málaga es la biznaga.

Cuando llega la tarde a esa hora en que el sol decide que mañana será otro día abren los jazmines. Son pespuntes blancos de amor escapados por los muros, por las tapias, por los bordes de los jardines. Los jazmines son suspiros del alma que es pura; ilusiones que se quedaron por la mitad del camino antes de hacer realidad el sueño de la noche.

Se ensartan sobre las puntas afiladas de lo que fue un eneldo en el campo, pero que no pincha. Forman una bola uniforme de color y olor. Ha nacido la biznaga que, además, juega con la ventaja del perfume. Es única. No se sabe porqué pero tienen algo tan delicado que las hace distintas, diferentes…

Cuando era muchacho, mi madre, cada atardecer, ensartaba un ramo de jazmines. Yo siempre conocí a mi madre vestida de negro. Se lo ponía en el canalillo de pecho. No era una biznaga como las que se ponen en el pelo. No;  yo, nunca supe si mi madre olía a jazmines o los jazmines olían a madre.


Antes, cuando el tiempo tenía vergüenza nevaba en invierno y no como ahora que lo hace cuando le da la gana. El tiempo tenía un contrapunto de nevada en verano: las biznagas, copos de sensualidad y poesía, carta de presentación de un cielo estrellado que bajaba como de la mano de Juan Ramón para que se deleitase Platero. Biznagas, ¡por Dios!,  muchas biznagas.

jueves, 3 de julio de 2014

Una hoja suelta de cuaderno de bitácora. La Cabaña



El río, aguas arriba de la nerisca de Lería, se remansa. Es un espejo a veces roto porque brotan burbujas como globos explotados que forman los peces cuando respiran muy cerca de la superficie y por los impulsos de los zapateros que reman contracorriente.

El río era, por allí, algo mítico y profundo. Estaba lleno de un encanto especial; lo bordeaba un cañaveral espeso e impenetrable. Vestidas las orillas por la vegetación formaban una galería que daba más misterio a los sueños de aventuras de los niños y, a donde,  nunca llegaban las personas mayores.

Aquel día los niños decidieron hacer una cabaña. En la alameda del arroyo del Sabinal cortaron varios horcones de sauces y algunas ramas de álamos negros;  se agenciaron unos tablones, que la riada del último otoño se había llevado del corral, donde ‘el Boticario’, encerraba las cabras y cortaron yerbas y juncos.

Se aviaron de tomizas, trozos de sogas inservibles que estaban arrumbadas en el cascarero del abuelo; clavos, puntillas, un martillo de carpintero, unas tenazas grandes,  el hacha con que Frasquito Martos cortaba la leña para la chimenea en invierno, y que siempre la tenía junto a la hacina, como olvidada…

Los niños hicieron la cabaña. Era la mejor cabaña. Todo era misterio y sueños. No transitaba nadie; no pasaba nadie. Se escuchaba el canto de los mirlos; de otros pajarillos de ribera. En las horas de la siesta de las huertas venía el zureo de las tórtolas.

Una tarde, al caer el sol, pasó un hombre que iba a pescar. Llevaba una caña de bambú, larga y fina, un hilo casi invisible con un corcho coloreado por la mitad y, en la punta, el anzuelo. El hombre llevaba, también, un cestillo de mimbre colgado a la cintura pero ni los niños prestaron la menor atención al hombre ni el hombre miró a los niños.


Cuando pasaron las calores los niños volvieron a la escuela. Dejaron la cabaña. Los granados se despojaban de un ropaje de oro viejo. Caían, lentamente, las hojas;  alfombraban el suelo. Cuando llegó el otro verano, los niños volvieron al río. De la cabaña…

miércoles, 2 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¡Vaya lujo!

                                               
Es esta noche. En el María Cristina. Conforme se sube Carretería – de las pocas calles que en Málaga conservan nombre gremial-, a la derecha. Lo que fue conservatorio de música. Justo al lado de donde sale, la noche del Miércoles Santo, la Paloma… pues allí. Allí, es.

Allí a las ocho y media, Antonio García Barbeito presenta los carteles de la Feria Taurina de Málaga del año de Nuestro Señor de 2014.  Apunta a ser la mejor feria taurina desde hace un montón de años. Vamos que ni los fenicios llegaron a hacer cosas como ésta.

Antonio García Barbetio es un poeta que escribe o un hombre en quien se encarnó la poesía. No sé. Yo no lo sé. Los que amamos y nos deleitamos con las cosas buenas lo seguimos en su artículo del periódico de cada día, en sus  libros, en su apariciones en la radio…

Cuando yo era muchacho, entre los que teníamos inquietudes por esto de las letras, se decía que en ABC sólo escribían los que eran muy buenos. Los privilegiados llegan – algo tiene el agua cuando la bendicen  – y nos dan lo mejor de sí mismos. Uno se deleita, y se queda con ese regusto que sólo deja lo que, sencillamente, es único.

Barbeito va a traer romero de la marisma y vientos perfumados de acebuches y lenticos y flores de jara de la sierra y los va mezclar con brisas saladas que suben por el Guadalmedina festonado de  estrellas de verano y palomas de Picasso y…Poesía y toros.

Vienen toros de leyenda. ¿Por qué hay algo más bonito que ver cómo se asoma un toro cuando se abre el portón que lleva a la gloria? Y saldrán pelos zaínos y berrendos, y salineros, y colorados… Hierros de Victorino Martín, Luis Algarra, Victoriano del Río, Fernando Domecq, con Zalduendo y Miura, esos toros que, dicen, que hablan una lengua que  ya no habla nadie: latín.

¿Los carteles?: José Tomás -  ‘donde la muerte es gloria cuando la fiesta es brava’-, Ponce, Pablo Hermoso, El Juli, Talavante, Perera o Morante  quien hace unas noches, en las palabras de agradecimiento porque su pueblo  - La Puebla del Rio – lo nombró Hijo predilecto, ante Vargas Llosa y el propio Barbeito, dijo: “me gustaría aprender a torear tan despacio, que nadie supiera bien si estoy toreando a la verónica o enseñando a leer a los toros”…


Esta noche cuando las traíñas se hagan a la mar azul, a la mar de Ulises por donde llegaron, a Málaga, tantas cosas, viene, de la mano de Antonio García Barbeito, eso que dicen que se llama ‘palabra’ y otros, poesía. Yo no lo sé. Probablemente, en él, sea lo mismo.

martes, 1 de julio de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jilgueros

                                                           

Apuntaban los primeros rayos del sol por lo más alto del Santi Petri. Despertaba el campo. Una banda – camada nueva de volantones – de jilguerillos se han desayunado sobre los florones rosáceos de los cardos.
Desde la umbría de las huertas suben columnas de humo. Queman leña de poda. No quieren que les pille el calor; madrugan. El aire del norte deja una estela de humo en el cielo azul y limpio.

Dice la radio que la prima de riesgo – con la lata que dio  – está en ciento cuarenta. No sé si es mucho o poco, o si dentro de un rato,  el señor Montoro mandará que nos den otra vuelta de rosca… Como si el garrote vil ya no apretase bastante.

Horror en Oriente Medio. Crucifican a unos semejantes porque los consideran ‘moderados’. Oriente arde por calor, por ideas, por carencia de soluciones. No entiendo nada. Alucino ¿cómo puede haber tanta crueldad anidada en algunas mentes?

Invita el nivel doméstico a  no mirar. Madina – en el partido llamado a ser la alternativa, cuando éstos se achicharren porque quemados ya están –  está preocupado por saber la procedencia de los avales; Sánchez, ‘hermano’ de singladura: que se adivinen. Castro y Horrach, enfrentados. Gürtel, Bárcenas y el duque que se ríen de los peces de colores; de las declaraciones de Aznar y Rossell…

De desahucios, familias en umbrales de pobreza, juventud sin horizonte, viejos al amparo de pensiones de llanto y, encima, tirando de las miserias de los hijos, de planes de estudio serios, comunicaciones, sanidad… ¿De eso? Vamos hombre que estamos en verano.

Dos socialistas honrados – porque hay socialistas, como los hay en todos los partidos, honrados -, Pedro Rodado y Pepe Nieto casi piden por esta red, o sin el casi, la refundación de su Partido. Al igual no están tan equivocados. Al igual los hay, también, en otros partidos pero se callan. Estos son o menos prudentes o más valientes. Da lo mismo.


Por cierto. Vuelvo al principio. Me acuerdo de la copla: “en lo alto de la torre hay un nido de jilgueros / y el señor cura me dice / que no le toque los huevos…”