lunes, 9 de octubre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los espejos de Velázquez


                          


9 de octubre, lunes. Ayer, por azar, me encontré con un programa de TV. Hablaba de Carmona. Sí,  la Carmo romana, la de la necrópolis, la que tiene por parador un palacio que fue de un rey, la que está junto a la carretera, esa que llaman la Nacional IV y que, por muchos sitios y por más razones, se ha quedado pequeña, la de tantos monumentos de calidad como tienen las tortas inglesas de sus monjas, las clarisas. Sí, Carmona, la de la diligencia de Villalón…

Sí, Carmona, la de esa campiña fértil, feraz, bellísima en primavera y de mieses de granos prietos – éste no, que no, que se lo digo yo, - los años en que los cereales de entonces venían de cuarentas semillas para arriba.

Carmona, la de las campanas que tocan como no tocan en ninguna parte porque tienen un tañido especial,(¿te acuerdas cómo nos despertaron aquella mañana?) como lo tienen sus artistas, como lo tienen los gazpachos de verano a los que le dan un toque tan especial que yo diría que son los mejores que he degustado nunca, la de la Virgen de Gracia los días dieciséis de septiembre de cada año y que ¡miren por donde¡ a esa, precisamente a esa, no la sacan en procesión.

Les decía que un señor al que entrevistaban se entretuvo en enseñar una colección de espejos. El hombre ni corto ni perezoso se entretiene en decir que esos son los espejos de Velázquez porque esos son los espejos que aparecen en Las Meninas, donde se ve reflejado el Rey Felipe IV – éste no fue el del Parador, el del Palacio era Pedro I, el Cruel, vaya joya – y el espejo donde se retrata a la bellísima Venus del Espejo.

El hombre decía, también, que esos espejos no habían viajado a Madrid cuando don Diego se las andaba por la Villa y Corte. Tampoco eran algo así como unas piezas de serie de esas que se vendían y se venden, por modas, en los mercadillos o las tiendas que se dedican a vender muebles y objetos de decoración.

¿Entonces? Pues la explicación era tan sencilla como que Velázquez, Diego de Silva y Velázquez, andaluz de Sevilla, y quizá el pintor más grande que ha dado la pintura española de todos los tiempos… ¡estuvo en Carmona y allí los vio! y se los llevó en un boceto o en la retina, vaya usted a saber… Está claro, las glorias sin que ellas lo sepan, a veces, se dan la mano.

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