27 de octubre, viernes. “La
sierra – así la llamábamos simplemente – era lo primero que veíamos cada
mañana, es lo último que dejábamos de ver cuando anochecía”. Así lo hablaba Josefina
Carabias, de Gredos, de su Gredos, de quien afirmaba que era también su boletín
meteorológico y a la que observaba con mantos diferentes, según época, según si
había tormentas, según si soplaban los vientos, o según si se vestía de nieve….
La sierra de Gredos es también
lo primero que se ve cuando se camina al norte y se traspasa el puerto de
Mirabete y uno se encamina hacia La Vera – la que va de Plasencia a Arenas de
San Pedro. De allí bajan las gargantas ahítas de agua con el deshielo, bravas y
entre peñas de granito que resisten la erosión de siglos.
Allí, a su pie, Losar de la
Vera. Casi todos los pueblos - salvo algunas excepciones, Cuacos de Yuste, por
ejemplo - ponen su apellido junto al nombre. Reivindican mejor así su
existencia, su manera de ser, su identidad propia.
A Losar fui por primera vez
hace más de cuarenta años. Eran otras carreteras, otros lugares a los que aún
no había llegado la modernidad como ahora se entiende. En aquella primera
visita vi que tenía algo de lo que carecían otros pueblos. Losar tenía un
jardinero propio de los jardines borbónicos. Esos que se muestran en los libros
de decoración y jardinería. El hombre con paciencia y un gusto exquisito había
creado figuras vegetales a las que daba forma y horma. Una cigüeña, un ciervo,
una cruz de caminos, un nido, un animal de la sierra, …
Orillaban la carretera desde la
entrada hasta la salida de la localidad. Ahora, esas figuras se han aumentado.
Cuando anduve por allí el pasado verano me dijeron que de aquella primera
enseñanza ha nacido una escuela. “Nos imitan ya en muchos pueblos”, me
contaban. Les dije que sí que era verdad y que lo he visto en muchos sitios. Me
da pena que esa bendita costumbre no se extienda por otros muchos lugares.
Losar de la Vera, a pie de
Gredos, tiene también una garganta, la de Cuartos por donde baja una
torrentera brava y fría que viene de las cumbres de la sierra. Nace en La
Covacha que citó Alfonso XI en su Libro de Montería… y lleva sus aguas
al Tiétar, y luego al Tajo y luego a la mar Océana…
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