martes, 31 de octubre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Capri c'est fini


                          


31 de octubre, martes. Su madre vendía violetas y partituras en la puerta del Théâtre des Variétés, en el número 7 del bulevar Montmartre, en París. (Paris, soñado, deseado, inabarcable).  Se llamaba Blanche. Era oriunda de Dordogne, Nueva Aquitania… Él nació en un taxi, camino del hospital de San Antonio. Con siete años, arrebatado a su madre, interno en un orfelinato. Después la vida. Cuatro adopciones.  Todo duro, muy duro. Ya mayor, pasado mucho tiempo, descubrió a su madre biológica con la que vivió cuatro años.

Se me viene a la mente, por esa extraña cosa que, sin saber porqué ni cómo, aparece como un chispazo y surgen recuerdos de hace mucho tiempo. Tanto, que uno ahora, no sabría fecharlo, pero sí sabe que era de cuando se soñaban muchas cosas.

Pedro Trigueros pinchaba en un pik ud, comprado a plazos, en Rebollo (que todavía no era ‘Comercial Rebollo’,  un disco de 45 r.p.m. (Corría tanto que el aquellos minutos tenían menos de 60 segundos. ¡Seguro! Y la canción – lenta, por supuesto y la niña con los codos por delante – era como algo visto y no visto. Menos mal que Pedro la repetía, una y dos y tres y muchas veces. Entre otras cosas, la pobreza de material discográfico era casi extrema.

Eran los bailes de las tardes del domingo o en las vacaciones de Navidad – en Semana Santa aquello estaba prohibidísimo - donde se arrastraba el ala mientras poníamos cara de corderitos degollados y todo aquello que no se debe ni describir ni contar.

Entre otros discos había uno que a mí me sonaba de manera especial. Obviamente yo nunca había estado en Capri ni tenía la más puñetera idea donde quedaba aquella isla donde según la canción era una isla de amor y serena (como si el amor de adolescencia tuviese algo de sereno) adonde no volveríamos más. Decía “no merece la pena”. ¿Seguro? Yo pienso que aquello era más una exigencia de la rima que del deseo.

Decía, también que allí, había nacido el primer querer. ¿Quién ha olvidado el primer amor? Seguro, que entre las telarañas del alma tiene un lugar intocable. Muchos años después anduve por Capri. Entonces se me vinieron a la mente las sirenas y Ulises amarrado al mástil de un barco que hacia una travesía imposible en medio de unas aguas azules donde las olas tienen crestas de nácar… Ah, el cantante se llama, en su nombre artístico, Hervé Vilard; la canción Capri c’est fini…

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario