24 de
octubre, martes. Necesitamos el agua del cielo; el desastre -
con agua y viento - que ha habido estos días pasados en otros lugares de
Andalucía, no. Aquí los aguaceros han sido breves y poco intensos. El agua ha
propiciado solo algo de refrescón para el campo. Ni alivio para veneros y
pozos, ni por supuesto para que corran arroyos y cañadas. Pero algo, que diría
el conformista, es algo. El otoño no quiere venirse por esta tierra de una vez,
y a punto de cerrar el mes ni se arañan las sementeras ni se vislumbra una
besana seguida de bisbitas picoteando el surco recién abierto. Del viento no
podemos decir lo mismo. Venía con malas intenciones. Ahora,
cuando redacto estas líneas aparecen algunas nubes sobre la Sierra de Mijas.
¿Mira que si viniesen con agua? Otro chaparrón vendría muy bien.
El
temporal ha arrebatado la vida a dos personas en Córdoba y Huelva. Eso, desde luego, duele mucho. Era dantesca
la imagen del viento que agitaba las copas de árboles. Algunos con muchos años
encima. No pudieron aguantar el empuje; se entregaron. Es patético ver tumbado
los árboles que estos días mostraba la televisión con las raíces al
descubierto.
El
otoño despoja del manto verde a los granados y los viste de oro viejo. Las
tardes son dulces, lánguidas, placenteras. Mientras las imágenes que llegan de
otras partes del mundo acongojan. Se cuentan por miles los muertos del Oriente
próximo. La Conferencia de Paz ha demostrado su inutilidad; manifestaciones en
muchos sitios. Algunos de los que van no
saben de la misa la media. ¿Conocen, realmente, qué se esconde en las doctrinas
que dicen defender los dos bandos que se odian en Palestina?
Pienso
en mis amigos homosexuales a los que ahorcarían (sí, como suena) se tuviesen la
desgracia de caer en las manos de esos intolerantes. Pienso en mis amigas que
perderían toda su libertad... Pienso que, algunos fanáticos, nos impusieran su
ley de no poder ni encender la conexión del ordenador por ser un día
determinado de la semana…. ¿Alguien, de
verdad, repara en estas cosas?
Los
pajarillos buscan cobijo cada noche, en el ciprés de la alberca. Pían y pían, y
tienen un gorjeo discorde y chillón. Deben andar a la gresca por la mejor rama,
o el mejor refugio nocturno. Estos pajarillos viven ajenos a lo que pasa en el
mundo. ¿En el mundo de los pajarillos existirá la felicidad?
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