19 de octubre, jueves. La
tarde está ventosa; mueve las copas más altas de los árboles. La deseada lluvia
no aparece. El peso de las granadas mantiene las ramas rígidas. A las granadas,
como a todas las frutas, les llega su tiempo. Ya están en su punto. A veces queremos
luchar contra los tiempos naturales y nos precipitamos. El refrán lo dice muy
clarito: “No por mucho madrugar amanece más temprano”.
La luz de la tarde regala un
colorido especial. La luz cambia – todo es una mutación – varias veces durante
el día. La luz de la mañana es intensa, fuerte, crece poco a poco. Va y toma su
vigor con tanta fuerza que le dura hasta el mediodía. El sol, dicen, está,
entonces, en su cenit.
Al rato ya ha virado, cambia
lentamente, tan despacio que casi no se percibe. Aún no ha llegado la luz de la tarde, pero hay
momento, no sabemos cuál, y ya ha cambiado. La luz, entre nubes de paso, se
torna de caramelo de miel. Alarga las sombras; los pájaros se toman un respiro.
Los pájaros a esas horas deben andar de cavilaciones y casi seguro piensan cómo
les ha ido el día (mucho viento y poca agua hasta ahora). A mí no me lo han
dicho nunca y me gustaría que me descubrieran el secreto.
Cae la tarde; el campo tiene
otro color. Las nubes que se columbraban sobre los lagares ahora son otras
nubes. A mí así me lo parecen. Son las mismas nubes, pero el sol les regala una
luz más tenue, y entonces, ellas, agradecidas se muestran menos rabiosas.
Sobre la sierra de Abdajalís,
la Huma y la Capilla se echan sobre sus hombros (¿las cumbres de las montañas
tienen hombros?) un manto de nubes. Alguien que sabía de estas cosas, me dijo
que por las mañanas eso era un regalo del viento del norte que, frenado, se
asomaba al valle; por las tardes, el levante no puede pasar por el puerto de
Flandes al otro lado de la cordillera.; se aferra a las paredes de caliza. ¿Y
el poniente, el que trae el agua, ¿dónde está? No sé. Me lo dijeron y lo cuento.
Entre dos luces los pajarillos
vienen a tomar sitio en la habitación reservada en el ciprés del borde de la
alberca. Los pajarillos madrugan mucho, pero cuando la noche avisa que llega,
se vienen a la querencia, y la quietud de la tarde se ve rota por la algarabía
que forman entre las ramas…
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