8 de octubre, domingo. Cuando salgas
de Ronda toma la carretera de El Burgo por el Puerto del Viento. Si en tu andar
de caminos te encuentras con un puerto que tenga bien puesto el nombre, éste
es. Casi mil doscientos metros de altitud, pero si recuerdas que en Ronda
estábamos por encima de los novecientos, casi entras sin apenas darte cuenta y
debes saber que luego, hay que bajarlo. Pero no quiero asustarte.
La belleza y la majestuosidad que te envuelve, los lirios morados entre las
rocas o, los rebaños que arriscados ramonean espinos entre las piedras, guardan
semejanza por su parentesco kárstico con el Torcal.
Es paisaje de soledad y silencio.
Para gozarlo. Desvíate un poco de la carretera y párate, en el Tajo del Valle
de la Lifa en el monumento al Guarda Forestal. Escucha el silbar encajonado del
viento, mientras, abajo, a duras penas el río Turón, (ha nacido un poco más
arriba entre las peñas y casi debajo de un algarrobo) entre vegetación de
ribera de alta montaña, se abre paso.
Desde el mirador, en un panel, un mosaico de información. A saber: la
Sierra de Alcaparaín, El Burgo (el pueblo, claro), Sierra Cabrilla, Cerro de
las Monjas, el Pinar de Yunquera, los Pilones, los pinsapares de Ronda y la sierra
de la Hidalga.
Cuando llegues a El Burgo se abre el paisaje. Te acompañan campos de
cereales y olivos y en las traseras sembrados que aprovechan el agua para el
cultivo. Comienzas, muy pronto la subida al Puerto de las Abejas.
Cuando inicies -supera los novecientos metros- mira lo que se abre a tus
ojos. Siéntate y contempla. Oye el zumbar de los insectos y observa cómo se
entelaraña el cielo con cirros -las capas altas están muy frías- desgarrados o,
como se te ofrece azul y provocador, intenso.
El sol puede que vaya dejando, conforme muere la tarde, dorados los
picachos más altos y sombras; en oscuridad, cañadas y barrancos, y si se
levanta el viento se moverán las ramas de los olivos y los almendros ...
No demores la bajada. Antes de la noche debes llegar a Yunquera. Si te
quedas a dormir, aunque sea comienzo de otoño, no tengas lejos la manta. De
madrugada refresca.
Ahora, estás en las puertas del Parque Natural de la Sierra de las Nieves…
Se abre otra manera de ver, de gozar el mundo.
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