12 de octubre, jueves. Una llamada
de Marisa Seguro me avisa de un obsequio. Me llamo Aram de William
Saroyan. Sabe de mi admiración por el escritor norteamericano de origen armenio
y autor de otra obra deliciosa La comedia humana. Me dice Marisa que
quiere que yo la tenga.
Descubrí a Sarayan de muchacho,
de la mano de Lorenzo Orellana. Desde entonces, Homero Macaley o sea el propio autor que
reparte telegramas en Ítaca, California y su hermano Ulises, la ingenuidad que todos
queremos alcanzar perocasi nunca, conseguimos, son amigos.
Ahora, en Me llamo Aram se
mezclan los dos. Eso suele ocurrir en muchas obras como en Los Chicos de
Ana María Matute (¿se acuerdan de aquella memorable tarde de verano cuando, en
la siesta, se emplean en las zarzamoras del camino?) Cualquiera de nosotros podría
ser uno de ellos.
Nos identificamos también con
otros personajes. Tom Sawyer da color a la empalizada de la tía Poly o admira a
los barcos que suben o bajan por el río porque en el fondo era el mismo Mark
Tawain, o era nuestro Mississipi particular.
Los catorce relatos que
aparecen en el volumen de Me llamo Aram es una radiografía de la propia
vida del autor, de sus amigos, de su entorno en Fresno, de su familia, pero en
palabras de Saroyan nadie puede identificar a ninguno de los personajes. Todos
reconocen cosas de los otros, que dan vida
a los catorce relatos. Parece un juego de palabra. No lo es. Todos tienen algo
de todos.
Los ojos def muchacho protagonista
son unos privilegiados. Miramos un mundo a nuestro alrededor y lo hacemos nuestro
y se llega a un momento en que no sabemos que hay ahí de nosotros mismos o si
nosotros somos eso solo que con un tinte especial y distinto.
Es delicioso el primer relato –
los otros, también – como ese posible ‘robo’ del caballo blanco con un
desenlace sorprendente. Es genial el capote de la abuela al hijo bohemio y músico
que se va a recolectar sandías… cuando la cosecha ha terminado. Es admirable el
golpeo de la silla del señor Derringer con la correa para que todo parezca
real.
Es un libro para aislarse de
los telediarios (¿a que ustedes me entienden?) Gracias, Lorenzo porque siendo
un muchacho conseguiste que se cruzaran algunos caminos.
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