Ruiseñor en el sotobosque
27 de
mayo, viernes. Decía el romancero que por mayo “canta la
calandria y le responde el ruiseñor”. Vivo en un lugar donde no hay calandrias,
pero sí ruiseñores que, en las horas altas de la madrugada, convierten sus
maitines en una de las sinfonías más sublimes que nos puede regalar la
naturaleza para recibir al día que llega.
En las orillas del arroyo
crecen álamos blancos y negros, chopos, alisos, zarzas, un cañaveral frondoso…
La maleza impenetrable le resguarda de depredadores y en la maraña de arboleda
de ramas entrecruzadas y verdes con hojas que titilan con la brisa, encuentran
el lugar seguro para anidar.
Todos los años anida una pareja
de jilgueros entre el ramaje de la parra. Se amparan en la cercanía de casa y
buscan un sitio precioso. Son unos privilegiados, porque los pámpanos le dan
cobijo y serán los primeros en ver como granan y limpian los racimos, que poco
a poco, toman cuerpo. Escucho su canto. Veo al macho posado en las ramas de los
granados cercanos, pero todavía no he visto dónde tienen escondido el nido.
Hay también una pareja de
mirlos. Los mirlos anidan en los encuentros de los limoneros o en las ramas más
fuertes. Buscan los bichillos del estiércol del huerto y dan voladas cortas
para despistar al posible visitador no deseados de su nido.
Los que sí están repletos de
gorriones son los cipreses del borde de la alberca. Los gorriones aprovechan las
oquedades del canalón, o entre algunas tejas levantadas del tejado. Son unos
pillos. Ellos desde los cipreses, - juegan con la altura - tienen en observación directa cómo está su
nido. Los gorriones están hechos a las voces. Los más listos son los gorriones
de las estaciones. Debe ser por su proximidad al progreso y a la velocidad del
tren…
Hay también otros pajarillos
que cantan sin cesar, sobre todo, cuando apunta el día con los primeros rayos
de sol por el Cerro de la Farola: chamarines, verderones, carboneros… Los
conozco por su canto. No los tengo por amigos porque los pajarillos no tienen
amigos ¡y bien que me gustaría!
Mayo florido, hermoso, de
trigales espigados que bambolea el viento, se va despacio, lento, como tiene
que irse y dará paso a junio, el mes que tiene más preciosas las aguas del mar
y si no, que se lo pregunten al Conde Arnaldos…
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