Sierra Mágina. Bajada al río Cuadros
23 de mayo, lunes. Tarde primaveral. Mayo; calor, al sol. Un
agradable frescor sube del río y hace de la penumbra un lugar agradable, delicioso.
Es uno de esos sitios en los que a uno no le importa que se pare el tiempo. Todo
a su alrededor es bello.
Sierra
Mágina, imponente no se ve desde el interior de la frondosidad. Por el valle,
como un rumor saltarín, corre el agua clara del río nacido un poco más arriba
en el interior de una gruta. “No pueden entrar, nos dicen, porque el agua les
llega a la cintura como muy poco”. Obviamente, ni lo intentamos.
Una
escalera – mejor, un camino de piedras con escalones – desciende desde los
aledaños del santuario hasta el río. El santuario está cerrado. Cierra en las
horas de la siesta. Lo abren luego, cuando la tarde caiga y aminore el calor. O
sea, cuando el viajero tenga a sus espaldas un puñado de kilómetros de
carretera. Hay cosas que uno a veces intenta comprender. No lo consigue.
Un
pequeño sotobosque nace en las orillas del río. Presenta una masa verde,
frondosa, intensa e impenetrable. Ocupa la ladera. Asciende y avanza incluso
más arriba del santuario donde dicen que una paloma le marcó a un pastor que en
aquel sitio deberían levantar un lugar de culto y veneración a la Virgen…
Hay
a lo largo de todo el camino, un juego luminoso que penetra entra las lianas,
las yedras, las hojas de las higueras bravías... Algunas incluso cruzan de un
lado a otro del camino y dan sensación de un bosque galería impenetrable.
La
proliferación de vegetales equilibra una composición donde todo es verde, donde
las sombras fraguan un lugar umbroso, fresco, incluso con el calor de la tarde,
frío.
La
escalera forma un escorzo. No se puede transitar fuera del espacio habilitado.
La gente sube y baja. En ocasiones tienen dificultad para compartir el poco
espacio disponible. Se oyen voces en la profundidad del barranco. Es gente
aventurera que va por fuera de los caminos habilitados. Ya se sabe, hay quien
gusta de ir por donde no debería hacerlo.
Es
un escenario melancólico. Canta, en la frondosidad, oculto un mirlo.
Seguramente ya se habrá acicalado para asistir a Vísperas, cuando abran las puertas
del santuario. En la lejanía, Bedmar; abajo, el río – el río Cuadros - de aguas claras camino del Guadalquivir…
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