21 de
mayo, sábado. Hablaba el romancero de mayo, “cuando hace la
calor / cuando los trigos encañan y están los campos en flor….” No decía nada de la cereza, ni de las otras
frutas de hueso que vienen con el verano: ciruelas, melocotones, nectarinas,
albaricoques…
La cereza y la guinda – “entre
yo y mi hermano poco nos llevamos” son primas hermanas. Solo se diferencian por
el origen del patrón. La cereza viene del prunus
avium o cereza dulce; la guinda, del prunus
cerasus o cereza ácida.
A finales de marzo, recién
estrenada la primavera, los cerezos se visten de flores, flores blancas. Un
manto de nieve efímero y plagado de abejas que libaban, llenan cerros y montes
en sus lugares de producción. La floración del cerezo es tan efímera, como
luego es la evolución de su fruto. En menos de mes y medio pasa, de flor al
escaparate de la frutería y, luego a la mesa.
La cereza se conocía en siglo I
a. de C. Parece que su origen estuvo en la zona del Mar Negro, Mar Caspio y
Turquía. De allí se extendió a Grecia y Roma y, después a toda Europa y
América. Por oriente, llegaron hasta los confines de Asia.
La guinda es más ‘moderna’. La
Casa de Barcelona dominaba la Provenza y, asentados al sur de Sacro Imperio
Romano Germánico en el siglo XII, fueron sus difusores hasta lugares lejanos,
haciéndola convivir con la cereza de sabor más dulce.
En España es proverbial la
producción de cerezas del Valle del Jerte. La variedad autóctona del Jerte se llama ‘picota’
y carece de pedúnculo que la une a la rama del árbol. De Tornavacas a Plasencia
pasando por Jerte, Navaconcejo, Cabezuela del Valle… A la izquierda, según se
sigue el curso del río, el Piornal y Garganta la Olla y Cuacos de Yuste; a la
derecha, por el Puerto de Honduras a Hervás…
En las provincias de Málaga y
Granada se está extendiendo el cultivo por Villanueva del Trabuco conforme se
asciende hacia el puerto de los Alazores; en la de Granada, por Zafarraya y la
Alpujarra. La cereza quiere frío en su nacimiento y temperatura agradable
durante su corta vida en el árbol. Las olas de calor descombran los árboles y
los dejan sin fruta.
Algunas zonas (Guijo de Santa
Bárbarba) han creado su propio licor mediante destilación en alambiques. Es una
fruta exquisita como postre.
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