lunes, 16 de mayo de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rosales en mayo

 

                                   

  

                          Rosaleda del Parque del Retiro. Madrid

 

16 de mayo, lunes. “Adiós Madrid; adiós tu Prado y fuentes que manan néctar, llueven ambrosías… “Lo escribió Cervantes en su Viaje del Parnaso en 1614. Naturalmente Cervantes no conocía – entre otras cosas porque no estaba hecha – la rosaleda del Parque del Retiro.

La rosaleda nació en 1915 como diseño de un señor – yo no lo he visto escrito así en ningún sitio, pero alguien que diseña tanta belleza, los que somos del pueblo llano, o sea normal y corriente, lo llamamos ‘señor’ - de Valladolid, Cecilio Rodríguez, que entró como aprendiz de jardinero con ocho años.

Pasó por diferentes puestos. Naturalmente lo pusieron verde y no por el tema de las plantas, como que no, sino porque el pueblo de Madrid, cosa muy normal en él, cuando algo no va con su gusto –  ¿se acuerdan de los motines por el recorte de capas y sombreros y limpieza de calles con Esquilache y Carlos III? – pues la lían. En este caso alegaban que acotando espacios para jardines, quitaba lugares de expansión… ¡Cosas veredes, amigo Sancho!

El diseño de la rosaleda, elíptica, se basa en la Rosaleda de Bagatelle en el Bois de Boulogne de París. Cualquier cosa. Es un Paisaje de Luz, un paisaje cultural. Junto a ella se instala cada año la Feria del Libro de Madrid. La rosaleda acoge más de ciento cincuenta variedades de rosales que proceden de diferentes puntos de Europa. En su conjunto pueden superarse sin lugar a error, más de cinco mil quinientos rosales.

Durante la Guerra Civil fue totalmente destruida. Posteriormente se reconstruyó a principios de los años cuarenta. Hoy es un referente – conjuntamente con la rosaleda del Parque del Oeste, diseñada por Ramón Ortiz Ferré, discípulo de don Cecilio-, una visita obligada de peregrinación porque hay que cargar las pilas de todos los amantes de las rosas.

Tiene Madrid, cuando uno llega a ella, muchas visitas pendientes. A veces, hay que posponer algunas. Como en aquellos puntos que no se negociaban en las huelgas, hay tres que no se tocan. Un paseo por mayo, a sus rosaledas; pecar en alguno de sus santuarios de gastronomía y una vista a la Casa del Libro. Yo, en esta, con el pie casi en el estribo me he pasado por el Retiro, por el pecado del yantar y por la Casa del Libro, en la de Alcalá 96… ¡Hay pecados que tienen cien años de perdón!

 

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