domingo, 15 de mayo de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. No era la del alba, no

 

 

                          

      Amapolas en La Mancha

 

15 de mayo, domingo. Cuando crucé la extensa llanura era otra hora. No era esa que tanto me gusta recordar y de la que habla Cervantes en el capítulo IV de la primera parte de El Quijote. Esa que comienza: “la del alba sería cuando Don Quijote salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo el reventaba por las cinchas de caballo”.

Era esa hora en que las ovejas acarradas buscan pasar el tiempo largo de la siesta que en La Mancha es algo así como si de pronto se entreabrieran las puertas y las ventanas del infierno… Era esa hora en que las palomas buscan la sombra en el brocal del pozo y las cojugadas se las andan por entre el cereal espigado y las amapolas lo pone ahíto de color.

El solano fuerte de estos días ha empezado a secar el campo. En La Mancha, también lo llaman moriscote. Es un viento recio. Es el viento que movía las piedras de los molinos en el Campo de Criptana…. “Que no, mi señor, que no son gigantes sino molinos de vientos…” ¿Se acuerdan?

En pocos días, La Mancha que era una enorme pradera verde, tierna y suave, se va tornando, en campos amarillos, resecos. Esos campos que, en otro tiempo, en estas fechas esperaban, la hoz de los segadores gallegos que bajaban por Castilla la Vieja, entonces, hasta estos del hombre que quería arreglar el mundo. ¡Cómo si este puñetero mundo tuviese arreglo!

Todavía, - porque no es tiempo, aún – no han llegado las cosechadoras. Detrás de ellas siempre va una nube de polvo denso, que si no sopla el viento se queda como flotando sin ir a ninguna parte; otras veces, es una nube que se pierde por el horizonte.

Las viñas – como puntos de un telegrama de vida – brotaron a finales de marzo y primeros de abril. Las viñas, por no sé qué extraña razón, me evocan un poco a Azorín. Parecen una sucesión de puntos, de comas, de puntos y coma, antes que se formen los racimos y llegue el envero y luego… bueno, ¡anda que luego, no hay ratos de conversación con lo que sale de las viñas!

Atrás queda Madrid, Villa y Corte, acogedora y sorprendente de la que uno se aleja, pero no se va y siempre añora volver. Sobre los montes de Toledo se forma una cadena de nubes. Es una tormenta. Es una tormenta lejana. Es una amenaza…

 

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