Abubilla
1 de mayo, domingo. Esta mañana, al rato de salir
el sol, he visto la primera abubilla del año. El pájaro se las andaba por el
camino al amparo del muro de piedra que lo separa de la huerta. No sé si habrá
pasado allí la noche, o estaba buscando un lugar seguro. Al cabo de un rato,
cuando he regresado, ya no estaba.
Andaba despacio, picoteaba a
ambos lados, pero en cuanto detectó mi presencia arrancó un vuelo corto y se plantó
sobre las piedras. Puso distancia de por medio. Para ella era lo más prudente, para
mí, un momento agradable ver el abanico de sus plumas y el moño que corona su
cabeza desplegado.
Las abubillas se van cuando
llegan los fríos, a medida que avanza el otoño, pero siempre antes de que
aparezca el invierno. Emigran al sur del Sahara y luego, cuando llega la
primavera, regresan para anidar y pasar el verano en nuestra tierra.
La abubilla es un pájaro
solitario. Marca su territorio al que vuelve siempre después de la emigración.
Tienen personalidad estos pájaros. Su color canela, la cola que abren cuando
inician el vuelo, el pico muy largo y encorvado y ese moño con el que se
coronan, las hace diferentes al resto de los pájaros. Anida en las oquedades de
los muros, en los montones de piedras, en los casarones derrumbados.
En el mundo hebreo la
consideraron un animal impuro por el olor fétido que desprende, así como en la
base de su alimentación. El Deuteronomio y el Levítico la rechazan
abiertamente: “con la cigüeña, el murciélago y todo insecto alado que ande a
cuatro patas lo tendréis en abominación”.
Entre las leyendas,
narraciones, cuentos y parábolas que transmite la Hagadá judaica, se
refiere a la abubilla como custodio por orden del demonio y dice que al rey
Salomón le traía noticias de la reina de Saba…
Aparece en la mitología griega,
en la romana y en el mundo egipcio… Es, por tanto, además, un pájaro distinto a
todos los demás y cuando llega la primavera aparece solitario por los caminos.
No destaca por su canto, pero tiene la belleza que no tiene otros, pero tiene
personalidad si es que los pájaros tienen esa propiedad. Cuando yo era niño la
llamábamos ‘gallito de marzo’. Seguramente por la cresta de la cabeza y por
tiempo que en que aparecían…
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