Relato corto. La Mujer de Azul. III (Viene de II)
Paseó despacio por los caminos
entre los arriates. Era un laberinto organizado, como sus pensamientos. Los
macizos de flores, a distintas alturas, creaban una sensación de andar por un
bosque de volúmenes de color. Todos salían a su encuentro. Estaban allí. Lo
esperaban desde no sabía cuánto tiempo. Hablaba a solas y le contaba a ella las
sensaciones nuevas que venían a su mente…
Le habló de los árboles frutales,
de los rosales trepadores de rosas blancas, amarillas, rojas… En el centro, una
pérgola cubierta de glicinias de flores azules, formaban tirabuzones que se
bamboleaban al aire. Las contempló, las
miró despacio. ¡Azules, como él la
soñaba cuando se dejaba la toquilla que
le caía desde los hombros hasta la cintura! Como él la veía aquellas tardes en
que se acercaba y la contemplaba ante el asombro e incomprensión de los
vigilantes del museo.
Margaritas, amapolas, florecillas
silvestres, capuchinas, jacintos, alelíes, rosales de pie bajo y unas
florecillas azules diminutas de las que desconocía su nombre. Eran las flores
humildes que nacían en los ángulos de los mirtos que delimitaban los arriates,
pinceladas sueltas, libres como él la recordaba a ella.
Pasó bajo arcos de rosales en
flor, de enredadera ahítas de verde. Caminó. No se detenía y quería llegar
hasta el rincón del jardín, donde sabía que lo esperaba ella.
Cuando llegó al estanque, su
vista se perdió incontrolada entre los juncos, lirios blancos, azules – como te
sueño a ti, se dijo para sí, pero sin recibir respuesta - y nenúfares
reflejados en el espejo del agua. El lago estaba rodeado de hostas, bambúes de
diferentes alturas y sauces que llegaban
con las hojas de sus ramas y jugaban con el agua…
Contemplaba y miraba. Absorto vio
cómo la cara de ella se reflejaba desde el fondo del estanque. Su frente
despejada y limpia. Sus ojos vivos, penetrantes, transmitían un mensaje de
amor. Su nariz respingona. Aquellos labios, trazos sutiles por encima de la
barbilla puntiaguda, su tez… Todo emergía de un azul profundo. Entonces, él
alargó su cuerpo sobre la superficie, acercó sus labios a los de ella y al
besarla, todo eran círculos concéntricos
de ondas que se desvanecían y se agrandaban conforme se retiraban…
(Continuará…)
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