lunes, 11 de mayo de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cerete


                                     



El pueblo, como en los versos de Juan Ramón, se hacía nuevo cada año. Comenzó a crecer en los alrededores del castillo. De eso hace mucho tiempo. Cuando venían mal las cosas, o sea llegaban los cristianos y lo cercaban la gente se encerraba detrás de sus murallas.

Los cristianos estaban empeñados en una Guerra – la llamaron Guerra  de Granada – declarada por los señores, dueños y amos de las tierras de Castilla y de Aragón. Les quedaba muy poquito para poder decir que esa tierra que aparecía ya se llamaría España.

Después del siglo XV, que fue cuando el castillo se vino abajo por mor de unos cañones que entonces parecían, y lo eran, muy grandes o sea lombardas, pasavolates y ribadoquines que dispararon desde la lejanía y… Todo fue distinto. Bueno, ya se sabe lo que vino después.

Durante el XVI, el pueblo creció bajando por la ladera hasta llegar al pie del Cerro – nosotros siempre lo hemos conocido como Cerro de las Torres, por las que tiene el castillo – y después comenzó a trepar por la ladera de enfrente.
La gente se dispersaba. El pueblo crecía y crecía. El castillo estaba cada vez más lejos, la iglesia que había allí, también, y decidieron hacer otra, y luego otra, y un convento de frailes y un beaterio de monjas y capillas dispersas y…

En aquel barrio vivió una población humilde pero llena de buena gente. Unos estuvieron marcados por la gracia y la ocurrencia, otros por la chispa del cante. A otros, la vida los trató regular por no decir mal y estuvieron muchos años con más carencias que sobras y ya se sabe lo que dice el refrán: “donde no hay harina todo son mohínas”, y lo pasaron mal, muy mal.

En el barrio también aparecieron pequeñas tiendas. Subsistían con el trampeo al que las mujeres hacían frente como buenamente podían.

Ella, tenía una cuadrilla de hijos, un jornal  escaso y acudía siempre con la carreta delante de los bueyes. Ante la situación pidió un cerete de higos…
-         Mira, le dijo el dueño, hoy te voy a fiar pero no podemos seguir así…

Al rato manda al niño a la tienda:

-         “Que dice mi madre que me dé usted también un kilo de papas… y que se las pagará con el cerete…”




No hay comentarios:

Publicar un comentario