El pueblo, como en los versos de
Juan Ramón, se hacía nuevo cada año. Comenzó a crecer en los alrededores del
castillo. De eso hace mucho tiempo. Cuando venían mal las cosas, o sea llegaban
los cristianos y lo cercaban la gente se encerraba detrás de sus murallas.
Los cristianos estaban empeñados
en una Guerra – la llamaron Guerra de
Granada – declarada por los señores, dueños y amos de las tierras de Castilla y
de Aragón. Les quedaba muy poquito para poder decir que esa tierra que aparecía
ya se llamaría España.
Después del siglo XV, que fue
cuando el castillo se vino abajo por mor de unos cañones que entonces parecían,
y lo eran, muy grandes o sea lombardas, pasavolates y ribadoquines que
dispararon desde la lejanía y… Todo fue distinto. Bueno, ya se sabe lo que vino
después.
Durante el XVI, el pueblo creció
bajando por la ladera hasta llegar al pie del Cerro – nosotros siempre lo hemos
conocido como Cerro de las Torres, por las que tiene el castillo – y después
comenzó a trepar por la ladera de enfrente.
La gente se dispersaba. El pueblo
crecía y crecía. El castillo estaba cada vez más lejos, la iglesia que había
allí, también, y decidieron hacer otra, y luego otra, y un convento de frailes
y un beaterio de monjas y capillas dispersas y…
En aquel barrio vivió una
población humilde pero llena de buena gente. Unos estuvieron marcados por la
gracia y la ocurrencia, otros por la chispa del cante. A otros, la vida los
trató regular por no decir mal y estuvieron muchos años con más carencias que
sobras y ya se sabe lo que dice el refrán: “donde no hay harina todo son mohínas”,
y lo pasaron mal, muy mal.
En el barrio también aparecieron
pequeñas tiendas. Subsistían con el trampeo al que las mujeres hacían frente
como buenamente podían.
Ella, tenía una cuadrilla de
hijos, un jornal escaso y acudía siempre
con la carreta delante de los bueyes. Ante la situación pidió un cerete de
higos…
-
Mira, le dijo el dueño, hoy te voy a fiar pero no
podemos seguir así…
Al rato
manda al niño a la tienda:
-
“Que dice mi madre que me dé usted también un kilo
de papas… y que se las pagará con el cerete…”
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