El niño se hizo muchacho; el
muchacho, hombre y el hombre se hizo viejo. El viejo pensaba mucho en cosas de otro tiempo. En la cabeza del viejo había un continuo rebobinar de
recuerdos, imágenes y sensaciones que venían solas sin que nadie las llamase,
pero que se presentaban así, de pronto…
Un día, contactó con otros que
eran tan viejos como él, y que por esas circunstancias, que en ocasiones se dan
entre ellos, fluía una cierta comunicación y compartían parte de todo aquello que
vivieron juntos y ahora lo hacían en comidas
y en ratos de charlas y también de discrepancias.
El viejo un día puso un mensaje y
preguntó:
-
¿Os acordáis de aquellas tardes de mayo en que
veíamos las montañas del Atlas al otro lado del mar, cuando todo era como una
balsa?
Solo uno contestó, y dijo que él,
ahora las veía desde las ventanas de su casa. Preguntó también si recordaban el
ruido renqueante de los camiones que subían por la Cuesta de la Reina. Solo uno
contestó, el mismo que contestó antes, y dijo que aquello era una autopista, comparada con
la carretera que venía de su pueblo por Casabermeja coronando los Montes…
Otro día, el viejo preguntó:
-
¿Os acordáis de aquellas mañanas de mayo, con las
puertas de la capilla abiertas de par en par, y la schola que cantaba el Veni
Creator? ¿Vendría el Espíritu Santo a modo de brisa?
Ninguno contesto.
Y volvió a preguntar:
-
¿Os acordáis del frío que se adueñaba de la
galería las noches de invierno cuando el viento silbaba en las esquinas?
Tampoco tuvo ninguna respuesta…
El viejo preguntaba y preguntaba:
-
¿Os acordáis del autillo que ululaba por las noches
en los eucaliptos de enfrente?
Probablemente
no lo recordaría nadie, porque nadie respondió.
-
Otro día volvió a preguntar:
-
¿Os acordáis de la luna llena sobre el Monte de
las Tres Letras?
Una mañana en la que el viejo
andaba entre sus rosas, se lo contó a Él, a quien le contaba todas sus cosas y
entonces intuyó que Él esbozaba una
sonrisa, y entre los dos se entendieron… El sol apuntaba sobre los Cerros de
los Lagares, y el viejo pensó, que había llegado el momento en que no debía
seguir preguntando…
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