Ella permanecía quieta. Tenía la
respiración agitada. Por debajo de su tul azulado, ribeteado con encajes suaves,
él deslizó su mano suavemente… y
entonces ella, sintió la caricia sobre su hombro y sin mediar palabra, dejó escapar un suspiro lánguido,
complaciente, receptivo…
Ella no dijo nada. Entornó los
ojos… Fuera, al otro lado del cristal de la ventana, un gorjeo de pajarillos
salía de las ramas de los árboles del jardín, exuberante en primavera.
Jugueteaban entre ellos. Se perseguían y querían arrebatar de los picos de los
otros pájaros, el trocillo de fruta que habían desgajado de las que estaban más
maduras y que ya tenían su sazón. Saludaban a la mañana, con la alegría que la
naturaleza recibe al sol que ilumina el día.
Los surtidores del jardín
esparcían el agua sobre el césped. Las rosas tenían el esplendor propio de la
floración plena. Temprano, habían tocado como cada mañana, las campanas del
convento cercano. El tañido de la campana, venía del otro lado de la tapia que
estaba cubierta por glicinias azules. La espadaña sobresalía sobre el muro.
Unos cipreses acompasaban el paisaje, pero el tañido de la campana, siendo
siempre el mismo, aquel día había tocado de una manera diferente.
Ella sabía que él había llegado
en el primer tren de la mañana. En la lejanía, entre la oscuridad, mientras el
tren avanzaba, él había visto las luces de los pueblos. Eran pueblos anónimos,
de nombres desconocidos, aunque sabía que todos tenían su propia identidad, eran
pueblos a los que probablemente no iría nunca. Había viajado toda la noche. El
tren había cruzado veloz el campo en la oscuridad. Llegó a la estación entre un vaho de neblina
del amanecer y un ruido de gente que iba y venía. Tomó un taxi. Preguntó el
taxista por la dirección, manipuló el GPS y salió a competir con otros coches
que se disputaban el asfalto…
Llegó a la puerta. Abonó el
importe, buscó en el fondo de su bolsillo y encontró las llaves. Abrió, se dirigió
al ascensor. Tardó en bajar lo que suelen tardar los ascensores aunque hay
momentos que parecen más largos que otros…
Cuando ella sintió las llaves en
la puerta, su corazón palpitó de una manera diferente…
No hay comentarios:
Publicar un comentario