Relato corto. La Mujer de Azul. IV (Viene de III)
Y entonces él tomó su mano,
entornó los ojos y musitó casi de manera imperceptible: tú eres el zumbido del
viento lejano en las montañas, y la brisa que llega al alféizar de mi ventana
cada mañana, tú eres la belleza del campo en primavera y los azules del
amanecer del otoño, tú eres la lluvia suave que cae sobre las flores del
jardín, tú eres…
Y ella, que no decía nada,
asentía y hacía suyas aquellas palabras de amor escapadas como suspiros de un alma
anhelante. Entornó los ojos y veía el azul de las olas que siempre llegan
detrás de la cresta de nácar que las corona, y vio veleros lejanos envueltos en
azules… Ella no hablaba y lanzaba un mensaje desde la mirada enigmática en el
lienzo…
Escuchaba sus pasos silentes cada
vez que pisaba, al cruzarlo, el suelo de mármol del museo, los conocía, los
identificaba y sabía que eran los pasos suyos, los de él y no los de otro.
Cuando se retrasaba, siempre lo echaba de menos y pensaba en el momento de su llegada…
Juntos habían caminado por los
paisajes de Pont-Aven y Pouldu, juntos habían pasado veladas y habían visto la
evolución de la luz en Rouen, a orillas
del Sena, antes que regase la llanura de Giverny, juntos habían subido por
Montmartre a Le Sacre Coeur, juntos habían sabido de los acantilados de Port
Bou y de Colliure. Juntos sabían del azul del mar en las tardes de Tramontana,
y de almendros en flor en las colinas en lo más crudo del invierno…
(Continuará…)
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