martes, 6 de febrero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Herencia


Mis amigos Eli y Juan me regalaron, hace unos meses, un libro. Era una información de cómo moverse por Madrid. Mis amigos Eli y Juan nunca valorarán suficiente qué significaba su regalo  para mí. El libro es una joya –casi todos los libros son joyas en espera de quién pueda lucirlas – que indica información práctica y precisa de este pueblo grande que es capital de las Españas.

Cuando se va por Madrid con los ojos abiertos uno lee en las páginas de la Historia. Por ejemplo, en la calle Claudio Coello está el instituto Beatriz Galindo, ‘la Latina’. A ambos lados de la puerta dos rombos color ocre informan que allí impartieron clases el profesor Antonio Domínguez Ortiz y el poeta Gerardo Diego.

Yo tuve, el día que lo leí, un mal pensamiento. Lo confieso. Fui malo; pensé mal.  Se me vino a la mente, ¿qué harían esas dos figuras cuando en un claustro se entablase una discusión bizantina sobre el uso de la fotocopiadora? De momento se me disipó la duda: en sus épocas docentes no existían las fotocopiadoras.

Madrid tiene una herencia inabarcable. Subía por Ríos Rosas – que, por cierto era de Ronda como Pedro Romero - . Comenté a mis acompañantes, fijaos en esa fachada. Dos placas anuncian que allí escribió y vivió Camilo José Cela y, otra, que en la misma casa murió César González-Ruano.

Nos acercamos el otro día al Museo Geominero. Alberga una colección extraordinaria de fósiles, minerales y rocas de España y de cuando teníamos colonias (Ahora tenemos a Puigdemont en Waterloo, pero no es lo mismo, de verdad que no). Lo han ampliado, también, con muestras de medio mundo.

A uno le entra una cosilla – admito que sí, que es pueblerina, pero es que uno es de pueblo – cuando ve la muestra  y debajo del soporte de cristal lee  el lugar de procedencia y se encuentra con nombres tan familiares como Casarabonela, Carratraca, Mijas, Ojén, Marbella, Igualeja, Serranía de Ronda, Antequera…

La herencia del recuerdo se recupera en la calle, en un museo  - por cierto, se hizo en la época de Alfonso XIII–,  en una fachada,  si se va con la predisposición de aprehender todo lo que se pueda. Ah, y un montón  - que no os lo había dicho antes - de gracias, Eli y Juan.





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