Mis amigos Eli y Juan me
regalaron, hace unos meses, un libro. Era una información de cómo moverse por
Madrid. Mis amigos Eli y Juan nunca valorarán suficiente qué significaba su
regalo para mí. El libro es una joya
–casi todos los libros son joyas en espera de quién pueda lucirlas – que indica
información práctica y precisa de este pueblo grande que es capital de las
Españas.
Cuando se va por Madrid con los
ojos abiertos uno lee en las páginas de la Historia. Por ejemplo, en la calle
Claudio Coello está el instituto Beatriz Galindo, ‘la Latina’. A ambos lados de
la puerta dos rombos color ocre informan que allí impartieron clases el
profesor Antonio Domínguez Ortiz y el poeta Gerardo Diego.
Yo tuve, el día que lo leí, un
mal pensamiento. Lo confieso. Fui malo; pensé mal. Se me vino a la mente, ¿qué harían esas dos
figuras cuando en un claustro se entablase una discusión bizantina sobre el uso
de la fotocopiadora? De momento se me disipó la duda: en sus épocas docentes no
existían las fotocopiadoras.
Madrid tiene una herencia
inabarcable. Subía por Ríos Rosas – que, por cierto era de Ronda como Pedro
Romero - . Comenté a mis acompañantes, fijaos en esa fachada. Dos placas
anuncian que allí escribió y vivió Camilo José Cela y, otra, que en la misma
casa murió César González-Ruano.
Nos acercamos el otro día al
Museo Geominero. Alberga una colección extraordinaria de fósiles, minerales y
rocas de España y de cuando teníamos colonias (Ahora tenemos a Puigdemont en
Waterloo, pero no es lo mismo, de verdad que no). Lo han ampliado, también, con
muestras de medio mundo.
A uno le entra una cosilla –
admito que sí, que es pueblerina, pero es que uno es de pueblo – cuando ve la
muestra y debajo del soporte de cristal
lee el lugar de procedencia y se
encuentra con nombres tan familiares como Casarabonela, Carratraca, Mijas,
Ojén, Marbella, Igualeja, Serranía de Ronda, Antequera…
La herencia del recuerdo se
recupera en la calle, en un museo - por
cierto, se hizo en la época de Alfonso XIII–, en una fachada, si se va con la predisposición de aprehender
todo lo que se pueda. Ah, y un montón -
que no os lo había dicho antes - de gracias, Eli y Juan.
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