“Si otros no buscan a Dios / yo
no tengo más remedio / me debe una explicación”. Lo escribió el maestro
Alcántara. Se lo dedicó (con otros seis versos más) a otro maestro: al maestro Alejo.
El que me dijo: “Pepe, al escribir, sujeto, verbo y predicado; adjetivos los menos
y si es posible, ni los menos”. En eso sigo, - no sé si lo consigo – pero lo
intento.
Dentro de unos días, a primeros
de marzo, y en viernes, por más señas,
la gente acudirá a pedirle al Cristo. Es el Cristo de Medinaceli. Madrid se
echa a la calle; de otros sitios también viene mucha gente. En una ocasión una mujer me dijo que se le
piden tres cosas - ninguna material – y siempre
concede una. ¿Llevaría razón aquella buena mujer? Yo, esta mañana, le he pedido
– le he dado una retahíla – que conceda lo que más convenga.
No sé si es leyenda urbana o
tiene algo de cierta. Un hermano muy devoto y cercano a Jesús del Gran Poder
recurre a Él ante una grave enfermedad de su mujer. Dicen que el hombre muy
enfadado por no obtener el milagro le dijo al Cristo algo así como que: “no
vengo a verte, hasta que tú vayas a mi casa”.
Pasó el tiempo. Noche de
tormenta imprevista. Llevan a Jesús a no sé qué sitio. Ven luz. Llaman. ¿Quién
va? – pregunta una voz desde dentro –, el Gran Poder.
Contestan desde fuera. Lo que vino después es más fácil de adivinar y
casi obligan a eso de pensar en los milagros…
Jueves Santo. Málaga. Tarde
serena; en calma. No se mueve una mota. Calle Andrés Pérez en su ensanche antes
a desembocar en Carretería... Un hermano de Viñeros (el Nazareno sale de la
cercana iglesia de las Catalinas) había tenido sus más y sus menos con otros
hermanos y decide volverle la espalda al
Cristo. Se pone en marcha la procesión. Desde el balcón le arroja puñado de buganvillias
moradas. No hay aire, una bocanada las vuelve hacia el interior de la casa…
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