Es tiempo de pregones,
carteles, bandas de cornetas y tambores dentro de las iglesias - ¡Dios mío qué manera de tener los tímpanos
a un paso de reventar! – pregoneros que cuentan todo lo que saben, que no dicen
lo que la gente quiere escuchar y que, además, aburren, al respetable.
Están duros, muy duros los
bancos de ciertas iglesias. Por unas horas, dejan de ser templos. Se convierten
en pequeños auditorios donde se machacan instrumentos musicales, se aporrea la
percusión y la paciencia de los resignados asistentes.
Es tiempo de pasión. Por otro
lado también se le puede llamar tiempo de masoquismo. Hay que tenerlas malas
para sacrificar una noche casi placentera en el rescoldo del rincón preferido
para ir a escuchar al poetastro de turno que le da patadas a las metáforas y
que, incluso, se permite arrollar con una verborrea insoportable.
Pasa la vida y por un tiempo,
cuarenta días y mal contados, y ya estará aquí y resonará: “Bendito el que viene
…” Palmas y olivas. Casi todo vale para exaltar no se sabe qué devoción a un
Cristo o a una Virgen.
Este fin de semana he
tenido - puede que muchos de ustedes
también – sesiones maratonianas. La
abundancia no era sinónimo de calidad; todo lo contrario.
Regresé casi madrugada. Me
sumergí en el pregón de Barbeito. Sevilla, 2010… Lo necesitaba; pedía la soga
que salva al náufrago; el oxigeno que da la vida, el sol que permite la llegada
del nuevo día. Quien quiera en youtube
está íntegro. Por favor entren. Ahí está
la dicción, la hondura, la metáfora precisa y oportuna, la belleza
donde…
No me importa beber y beber en
la misma fuente. Y es, entonces, cuando, cito al mismo maestro, en su artículo de
hoy. Me atrevo, y digo, y ruego a esas personas que se suben al estrado: “no decid que es ella, no ofendáis a la Luz
verdadera, a la Luz entera, completa, total, esa que nos abraza, nos viste, nos
acoge , nos da la vida…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario