lunes, 19 de febrero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pasa la vida


Es tiempo de pregones, carteles, bandas de cornetas y tambores dentro de las iglesias  - ¡Dios mío qué manera de tener los tímpanos a un paso de reventar! – pregoneros que cuentan todo lo que saben, que no dicen lo que la gente quiere escuchar y que, además, aburren, al respetable.

Están duros, muy duros los bancos de ciertas iglesias. Por unas horas, dejan de ser templos. Se convierten en pequeños auditorios donde se machacan  instrumentos musicales, se aporrea la percusión y la paciencia de los resignados asistentes.

Es tiempo de pasión. Por otro lado también se le puede llamar tiempo de masoquismo. Hay que tenerlas malas para sacrificar una noche casi placentera en el rescoldo del rincón preferido para ir a escuchar al poetastro de turno que le da patadas a las metáforas y que, incluso, se permite arrollar con una verborrea insoportable.

Pasa la vida y por un tiempo, cuarenta días y mal contados, y ya estará aquí y resonará: “Bendito el que viene …” Palmas y olivas. Casi todo vale para exaltar no se sabe qué devoción a un Cristo o a una Virgen. 
Este fin de semana he tenido  - puede que muchos de ustedes también – sesiones maratonianas.  La abundancia no era sinónimo de calidad; todo lo contrario.

Regresé casi madrugada. Me sumergí en el pregón de Barbeito. Sevilla, 2010… Lo necesitaba; pedía la soga que salva al náufrago; el oxigeno que da la vida, el sol que permite la llegada del nuevo día.  Quien quiera en youtube está íntegro. Por favor entren. Ahí está  la dicción, la hondura, la metáfora precisa y oportuna, la belleza donde…

No me importa beber y beber en la misma fuente. Y es, entonces, cuando, cito al mismo maestro, en su artículo de hoy. Me atrevo,  y digo,  y ruego  a esas personas que se suben al estrado:  “no decid que es ella, no ofendáis a la Luz verdadera, a la Luz entera, completa, total, esa que nos abraza, nos viste, nos acoge , nos da la vida…”





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