jueves, 22 de febrero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Antonio


Collioure está en una ensenada de un mar azul. Collioure está azotada por vientos que bajan del Ródano fríos y huracanados que silban en los huecos de las chimeneas y hacen que crujan las maderas de las ventanas; Collioure está un poco más allá, solo un poco más allá, de esos montes que nos separan de Francia. El mar, el Mediterráneo; el viento, la Tramontana; los montes, los Pirineos.

Hasta allí llegó, derrotado y enfermo un hombre que dijo que su infancia eran recuerdos de un patio de Sevilla  y un huerto donde maduraba el limonero. Su vida, algunas cosas que quería – no lo consiguió nunca – borrar de sus recuerdos. Su indumentaria, pobre y desaliñada.

Quedaba muy lejos el alto Espino ¿recuerdan? “Palacio buen amigo…” y un encaro encarecido: “Con los primeros lirios / y las primeras rosas de las huertas, / en una tarde azul, sube al Espino, / al alto Espino donde está su tierra…”

También quedaba lejos, muy lejos aquella lechuza que no se desorientaba. Volaba sobre los olivos hasta la catedral donde San Cristobalón la quiso espantar al ver que bebía el aceite del velón de Santa María. Sabía la lechuza muy bien dónde quería ir.  La noche…  “campo, campo, campo / y entre los olivos los cortijos blancos”…

Sierras azules de Jaén. Rio Grande que viene de Cazorla. Soledad y desamparo de alma en una Baeza en la que busca la huida a una tristeza  que lo atosiga por dentro, que lo atenaza, que hace que abandone su aspecto. Y, luego, Segovia y Madrid y otra vez los desencuentros, y la guerra y…

Era enero. Ya se había perdido casi todo, menos la dignidad. De Valencia a Barcelona, de Barcelona a la frontera. Pasan la noche en la Viladasens. Empapados y ateridos.  Allí queda todo, a la mañana siguiente Cérbere; la noche en un vagón estacionado en vía muerta… 

La muerte espera unos días después, en Collioure. Tenía 64 años;  Hoy se cumplen 79 años de lo que había anunciado: “Y cuando llegue el día del último vïaje, /y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis a bordo ligero de equipaje, /casi desnudo, como los hijos de la mar.

 Doña Ana Ruiz, su madre, se fue unos días después. “Les cubre el polvo de un país vecino”. Su nombre Antonio Machado Ruiz.




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