Bendito seas mi Señor por el
agua calaera que nos regalaste anoche y por las canales que ponían el
repiqueteo de una música especial a
nuestro sueño que solo aparece cuando Tú
abres tu mano y dejas que llueva y
llueva y llueva…
Bendito seas mi Señor que
mandas la lluvia y riegas los campos y
das alegrías a los trigos y a las margaritas del camino y a esas
amapolas que compiten por salir en estos días que ya apuntan a primavera y a
las siemprevivas y a las corregüelas y a
la yerbabonita de la huerta…
Bendito seas mi Señor porque ya
verdeguean las lomas y encañan las cebadas tempranas y se bambolean al viento
las habas cuajadas en la mata y hay tagarninas y alcauciles con sus pompones
lilas donde espulgan las semillas los jilgueros…
Bendito seas mi Señor por el
agua que se filtra en la tierra y alimenta los veneros y va oculta por los caminos que Tú
le marcas y no se ve, como no se ve tu Gracia, algunas veces, cuando abres la
mano y la dejas a voleo con las primeras luces del alba…
Bendito seas mi señor por el
agua clara que corre por el arroyo y lo
hace frondoso en las riberas donde cantan los mirlos y los ruiseñores y los
pitirrojos se las andan entre los cañaverales y las mimbres amparados en la
frondosidad y esperan que maduren las moras de las zarzas…
Bendito seas mi Señor porque
has hecho que suba el nivel de los pozos y, ahora, cuando los niños traviesos
se asomen al brocal y tiren la piedra, no escucharán ese sonido largo y
profundo de cuando llegaba al fondo y hacía unos círculos grandes y la voz
repetía, ¡niñooo, niñooo!
Bendito seas mi Señor por el
campo que me recibe cada mañana y por los chamarines que ya cantan y por los carbonerillos
que cuando les preguntamos – a veces, nos engañan - ¿pajarito del agua, va a
llover?, siempre nos dicen “sí, señor, sí señor”.
Bendito seas mi Señor por todas
las cosas pequeñas que nos regalas cada día y haces que entornemos los ojos y se escape un suspiro y eso…Tú ya sabes.
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