sábado, 17 de febrero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Luisa Carnés


“Comunista, mujer y exiliada”.  Sin saberlo había sacado todas las papeletas para colocarse en el ostracismo del olvido. En 1939 pasa la frontera por La Junquera. Como equipaje,  una cartera de cuero con sus artículos, su obra mecanografiada. Está a punto de ser internada en un campo de concentración. 

La suerte o el azar por medio del presidente mexicano, Lázaro Cárdenas la reclama a México donde muere en accidente de tráfico en 1964
Luisa Carnés nació en la calle Lope de Vega; barrio de las Letras. Madrid, 1905

Su familia humilde y trabajadora. Su padre, barbero;  su madre, sastra. Con 11 años entra en el mundo del trabajo. Pasa por diferentes profesiones: obrera en un taller de sombreros propiedad de su tía  - ella va a ser considerada como una de las “sinsombreros” de la Generación del 17 -; después, en un obrador de pastelería, camarera, mecanógrafa… Se casa con Ramón Puyo; tienen un hijo.

Su gran obra “Tea Rooms. Mujeres obreras”  escrita en 1932 y publicada en 1934, recoge la vida de las trabajadoras de un salón de té cercano a la Puerta del Sol. Retrata con agudeza a las mujeres protagonistas de la obra. Es un mundo que conoce por su experiencia laboral.  La veteranía la representa Antonia a quien nunca nadie reconoció su valía; Marta es atrevida, la miseria tiene mucho que ver en su comportamiento. Paca, beata y asidua a pasar horas en un convento; Laurita, ‘la modenidad’; Matilde, la voz que piensa: “Diez horas de trabajo, cansancio, tres pesetas”.

En 1923 publica su primera obra; luego, otras. No tiene dinero para comprase libros como otras mujeres de su tiempo, las “sinsombrero”. Lee todo lo que cae en sus manos. Sigue a Cervantes, Tolstoi y Dostoievski… En 1935 estrena su primera obra de teatro, conjuntamente con Rafael Alberti,  en lo que había sido el teatro Lara y que entonces se llama el Teatro de la Guerra.

Luisa Carnés Caballero es la voz social de la mujer en un tiempo en que no tienen ni voz ni reconocimiento social. Ella misma, muchos años después de su muerte, es una desconocida en su propio país que sí conoce las fotografías de casi todos los hombres de la Generación del 27 pero no, precisamente, la suya cuando es una de las grandes novelistas españolas del siglo XX





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