Era invierno; hacía frío. Paco
se presentó solo – como su andar por la vida – en las puertas del cielo. Le
abrió un ángel. A Paco le pareció que
estaba serio y que, como otros habían hecho tantas veces, lo abroncaría sin
remedio… Pero no, no. Le abrió y le dijo:
-
Pasa, te estábamos esperando. Aquí hay un sitio
para la gente que como tú, encuentra por ahí abajo muchas puertas cerradas y
muchas espaldas vueltas…
Paco entró. Miraba a los lados,
y allí se encontró con otros a los que
él conocía. Los había visto muchas veces, solitarios, deambulando como él por
las calles del pueblo… Empezó a entrarle el resuello en el cuerpo.
Paco - Francisco Acedo
Fernández, ‘el Mañoño’- , vio cómo otros, también le sonreían pero ahora no le
pedían que metiese el hombro bajo el varal que no quería nadie, ni que fuese
por el balón al Quebraero, ni que…
Paco tan acostumbrado a subir
cuestas… Las suya de la calle Negrillos; la cuesta que le había presentado la
vida desde niño; esta misma cuesta de enero con la que él ya no había podido y
lo había arrancado con un tajo seco y certero…
De pronto se vio ante Dios y
entonces, Dios, le dio un abrazo como no le habían dado en mucho tiempo. Y Dios
sin bulla porque ya no había prisas, le dijo que Él, Dios, que todo lo sabe y todo lo ve, sí estaba
contento, y para sorpresa de Paco fue y le dijo:
-
Paco has hecho el papel que Yo te tenía
reservado. Y fíjate que era duro, muy duro, pero lo has hecho como yo te lo había marcado…
Dios
continuó hablando, y le dijo que Él sabía quiénes, de verdad, le habían ayudado,
y quienes le mostraron incomprensión y echaron la vista para otro lado y que se habían hartado y habían
decidido que ya no ayudaban más a gente como él…
Paco no
salía de su asombro. No tenía palabras, no sabía qué responder ante todo
aquello que él no esperaba y Dios continuó hablando:
-
Ya sé cómo se han portado algunos que dicen que
son ‘de los míos’ – pero, Paco tú y yo, los entendemos ¿verdad?
Y Paco dijo
que sí y que aunque llevaba más de dos años sin luz ahora sí que veía la luz , la
Luz verdadera, oh Luz de Dios, y entonces, Dios como contaba Paco García que
hizo con Pepito, ‘el Jorobado’, se
levantó despacio, y sobre sus hombros colocó dos alas…
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